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Las mujeres de la Zona Rosa

Venden su cuerpo, sufren golpes y abusos, pero ninguna reclama. Han aprendido que no le importan a nadie. Hoy, cuando el proyecto de una Zona de Tolerancia se presenta como una opción de seguridad, las trabajadoras sexuales alzan la voz: prefieren la clandestinidad. ¿Por qué? Sus vidas hablan por ellas. 

Cuando Violeta (nombre ficticio) empezó a acostarse con hombres por dinero, tenía 13 años. Era una morena de piel azabache, alta y espigada. En ese entonces, la idea le pareció atractiva: así dejaría la casa donde habitaba con la tía en Haina, y de paso obtendría los pesos suficientes para comprar ropa y maquillaje. Para ser linda.

Sería como la vecina, que siempre andaba muy arreglada -"vistiendo bonito, bien preparadita y con chancleta nueva"-, o como la misma tía, a la que le debía el techo y una negligencia galopante. Volver con la madre no era posible: había partido a Baní con su último novio. Del padre, mejor ni hablar: de sus maltratos, justamente, había huido.  

Por eso, cuando Violeta empezó a acostarse con hombres por dinero, creyó que escapaba. Nadie le advirtió de los peligros y dificultades. Ni la vecina, que la contactó con el negocio, ni el dueño del mismo. Sus compañeras, que la veían inexperta, le enseñaron a exigir condón a los clientes y a cobrar una cuota menos miserable de la que entonces pedía.

Ninguna, sin embargo, le enseñó a prepararse para lo que vendría. Violeta sería golpeada, violada y amenazada de muerte poco después de cumplir 18 años. 

Quiénes son

Dentro de las fronteras de República Dominicana se estima que hay entre 50 y 72 mil trabajadoras sexuales. Es un número incierto y difícil de calcular. "No se puede hablar de una cifra exacta porque hay mucha movilidad", explica Santo Rosario, director ejecutivo del Centro de Orientación e Investigación Integral (COIN).

Según la Encuesta de Vigilancia de Copresida (2008), alrededor de la mitad de las trabajadoras sexuales se inició antes de los 18 años. La Encuesta de Vigilancia de USAID (2004) detalla que un 24% de las trabajadoras sexuales menores de 18 años tuvo su primer intercambio de sexo por dinero antes de cumplir 15 años de edad.

"En su mayoría, son muy pobres. Más de un 30% viene de zonas francas donde pagan salarios muy mínimos", explica Santo Rosario. "Algunas llegan del trabajo doméstico, y otro sector viene de un marido abusador que la embaraza y no mantiene a los hijos".

El mismo estudio de Copresida señala que por encima del 60% de las trabajadoras sexuales de Santo Domingo, Santiago, Barahona y La Altagracia no ha completado la secundaria. Muchas de ellas no saben leer ni escribir.

"La mujer dominicana no hace el trabajo sexual porque le gusta. Es un medio para alcanzar un fin, y es bueno que la sociedad dominicana entienda eso. El fin es mantener sus hijos, o su mamá, o sus familiares", resume Rosario.

Foto: Marvin del Cid

De abuso y esperanza
La legislación nacional no prohíbe el trabajo sexual, pero la actividad se ha mantenido en la clandestinidad por el estigma social y los abusos asociados. Las que ejercen deben aguantar golpes de clientes que muchas veces no quieren pagar o les exigen usar drogas, la explotación de parte de los dueños de los negocios, y los atropellos policiales:

"La policía viola a las compañeras y les quita el dinero. Si ellas no tienen un policía amigo al que le den el servicio gratis, no las dejan trabajar", cuenta Jacqueline Montero, regidora de Haina y presidenta del Movimiento de Mujeres Unidas (MODEMU). Nadie las protege: "Cuando una trabajadora sexual es violada y va al destacamento, se ríen y no le toman la denuncia. Entienden que no puede ser violada porque es un objeto sexual del que quiera".

En su oficina de MODEMU, en la capital, el calor se estanca. Hay que traer un abanico para volver el aire respirable. Jacqueline sabe de lo que habla, y se ha convertido en una heroína para muchas trabajadoras. Entre las entrevistadas, su nombre surge espontáneamente. "Es un ejemplo de que se puede salir", dicen. Nacida en San Juan de la Maguana hace 42 años, su historia de vida representa a muchas:

Abusada sexualmente a los 9 años por un militar de la familia, aguantó hasta que abandonó la casa a los 14 años. Un año más tarde, se casó con un hombre que la golpeaba. Cuando se atrevió a dejarlo, la necesidad la llevó al trabajo sexual.

"Busqué trabajo muchas veces con mi diploma. Un día fui a un salón de belleza, y cuando llegué había una rubia postulando conmigo. De una vez la eligieron. Ni siquiera miraron los papeles", cuenta. "En el negocio sexual no te piden nada. Por eso es mas fácil entrar". Ejercerlo fue más difícil: asegura que fue violada en diferentes ocasiones por motoristas y clientes, e incluso por cuatro hombres a la vez.

La historia cambia de color cuando Jacqueline se titula de enfermera, entra a COIN y luego a MODEMU. Entonces, hace 12 años, dejó el trabajo sexual "antes de que el trabajo me dejara a mí". ¿Cómo es eso? "Los hombres están buscando jovencitas. Si tienes 30 años, pareces la mamá de tus compañeras".

Vestirse de rosa
El 7 de junio de 2011, la diputada del PRD, Esther Minyety, presentó el proyecto de Zona de Tolerancia para las trabajadoras sexuales. La idea es establecer un área distanciada de los centros comerciales y residenciales donde ellas deberán ejercer obligatoriamente, con el fin de "garantizar la seguridad física y de salud de las mujeres dedicadas a esta práctica".

Las aludidas han puesto el grito en el cielo. En una declaración fechada 11 de noviembre de 2011, rechazan la iniciativa que atentaría contra sus "Derechos Humanos, como son el derecho al libre tránsito, al trato igualitario ante la ley, a la protección y a la autodeterminación". Proponen que, a cambio, el Estado capacite a las implicadas.

"Nos gustaría que el Gobierno haga un programa de educación y alfabetización de las compañeras. Porque muchas quieren estudiar, salir del trabajo sexual, pero no pueden", explica Jacqueline Montero. "¿Quién dice: "voy a ser prostituta cuando sea grande"? ¡Nadie! Una lo toma como opción mientras ve qué otra cosa puede hacer", concuerda Carmen Lorenzo, ex trabajadora sexual. 

Asunción Moreta rechaza la iniciativa desde su experiencia: "Las zonas rosas no son como dicen. Yo viví en la de Curazao, y estaba encerrada. Hay tiendas, restaurantes, consultorio médico... no sales para ninguna parte y es tan cara que no te da para manejarte. Te dan una habitación que debes pagar, y pasas el día entero trabajando. Porque cuando consigues 100 dólares, te cobran 95 por la habitación. Te obligan a trabajar cuando estás con la menstruación, te pasan como una esponja para que te la pongas y sigas trabajando. ¿Cómo va a ser aquí? Igual o peor".

Foto: Bolívar Sánchez

***

En su oficina, en el Congreso, el aire está fresco. La diputada Esther Minyety aclara de entrada que la Zona Rosa es un tema maleable: "Los proyectos comienzan de una forma y terminan haciéndose modificaciones".

- Las trabajadoras dicen que, al estar en un lugar establecido, sería más fácil para la policía abusar de ellas.
- Tenemos una propuesta de COIN y ONU Sida donde hablan de que el tema sea regulado por un organismo rector, no la policía, en el cual participen los ayuntamientos, las organizaciones, el Estado, y ellas también. Sería un órgano rector donde ellas van a estar.

- ¿Dónde se establecería la Zona Rosa?
- Todavía no se ha determinado. Pero recuerda que la problemática del trabajo sexual es un problema nacional. Tendría que haber una Zona de Tolerancia en cada provincia del país.

- ¿Qué presupuesto tiene el proyecto?
- No hemos tirado números todavía.

- En MODEMU prefieren que en vez de Zona Rosa, se use el dinero en capacitación. Dicen que ninguna mujer quiere trabajar en esto. Que es por falta de oportunidades.
-En uno de sus considerandos, el proyecto incluso habla de que se les va a ayudar. De que se enseñe un medio de vida a las que no quieren estar ahí. Habrá muchas que querrán estar ahí y otras que no.

- Si este proyecto es tan favorable, ¿por qué las trabajadoras se oponen tanto?
- Te voy a decir algo. Parece ser que los seres humanos como que no queremos aceptar que se nos regulen las cosas. Yo entiendo que ese es el tema por el que se oponen.

- Ellas alegan que el proyecto atenta contra el libre tránsito que resguarda la Constitución.
- No, no están transitando. Recuerda que la Constitución dice libre tránsito, pero también habla de lo que es la problemática de la alteración del orden, del bullicio y la intranquilidad social.

- Pero eso no es exclusivo del trabajo sexual.
- El proyecto no solo habla del trabajo sexual. Yo estoy abierta a todas las modificaciones que se le haya que hacer.

- Artículo 5. "Las personas dedicadas al trabajo sexual que no se acojan a ejercer dicha práctica en los lugares prestablecidos, serán sancionadas con una multa que no excederá de dos salarios mínimos del sector público". ¿Cómo van a prohibir y multar a una mujer que ande por la calle?
- Una cosa es caminar y otra cosa es durar de 6 de la tarde a 11 de la noche en un mismo lugar.

- Eso no se puede prohibir.
- Pero también, cómo está: ¿desnuda, ofreciendo el servicio? Y como dicen muchas juntas de vecinos: cuando las van a dejar en horas de la noche, por ejemplo, van en los carros y dicen malas palabras.

-Reformulo: ¿Cómo detengo yo, como policía, a una trabajadora que no está en la zona? ¿Bajo qué cargo? ¿Por pasearse en minifalda, por pasearse 5 horas en minifalda, por conversar con alguien en un carro, por subirse a un carro?
- ¿Y cómo las detienen ahora?

- Ahora abusan de ellas.
- Por ahora hay muchas que se pasean que no dan a aparentar que son trabajadoras sexuales, porque no todas andan desnudas. Ni todas andan haciendo cosas. Si no lo da a aparentar... entonces no se le va a conocer.  Hay que tener una regulación.

- ¿No sería mas pertinente hacer como en otros países, multar al cliente y no a la trabajadora, que ya está en una condición más vulnerable?
- Fíjate, esto es una iniciativa. Si se multa al que lo consume, también iría en beneficio aquí. Como es una iniciativa van a venir muchísimas modificaciones, y hasta ahora no la ha traído nadie esa modificación al proyecto. No se ha hablado de eso. Hay que verlo desde todos los ángulos. Falta mucho por hacer, y yo creo que va a salir una ley beneficiosa para todos.

Salir a "buscársela"
De acuerdo a estimaciones de COIN, el 60% de las trabajadoras se mueve por cuenta propia en las calles, parques y playas. El otro 40% trabaja en bares, discotecas, burdeles, casas de citas o masajes, licorerías o car wash.

Santo Rosario explica que la relación es aún más extrema: "Por cada trabajadora en negocio, hay 10 o 20 en la calle. El problema son las jóvenes que se las están buscando y no se perciben como trabajadoras".  Es un sector invisible: "Son las que se la buscan con personas de más edad, para comprar ropa o pagar sus estudios. Son la mayoría. Las que están en la calle, en el Malecón, son la minoría".

Las que están en la vía pública se llevan lo peor del oficio: "Tienen que montarse en cualquier vehículo, porque ese es su cliente. Es diferente a las que están en un negocio, donde pueden establecer un mecanismo de protección", dice Santo Rosario.

"La mayoría de los clientes busca en nosotras lo que no tienen en la casa. Si la fantasía de un hombre es golpear a la mujer y después estar con ella, lo busca en la calle. Son enfermos, les excita golpear", cuenta una ex trabajadora. El riesgo es a cambio de 200 o 500 pesos. ¿Una buena noche? "Consigues hasta 4 mil. Pero hay días malos, en que no ganas ni 200 pesos".

Foto: Bolívar Sánchez

Violeta
"Estaba en un negocio del cruce de Guayacanes cuando llegó un cliente. Era un 22 de diciembre. Él quería que saliéramos juntos del local, pero le dije que yo no salía. Insistió. Que no me iba a arrepentir, que me iba a ir bien.

- No puedo tener relaciones, estoy mala [con la menstruación].
- No hay problema, yo solo quiero salir contigo a la discoteca".

Bailaron, cenaron, rieron. Él se ofreció a pagarle una habitación para que ella pasara la noche antes de volver al negocio. "Subo para la segunda planta, y pienso que él se ha ido. Pero se devuelve.

- Vengo a buscar una cosa.
- ¿Qué cosa? Aquí no hay nada. ¿No dijiste que te ibas a ir?
- Sí, pero me arrepentí y me vo y a quedar.
- Te dije que no puedo tener relaciones contigo.
- Yo no tengo que ver con eso, porque yo gasté mis cuartos contigo y tienes que pagármela como sea. Tienes que dármelo a la buena o a la mala.

Le dije que no. Entonces me forzó, me dio golpes y me puso un puñal en la garganta. Hizo de mí lo que quiso. Cuando terminó, me dijo que si lo decía me iba a matar."

Después de eso, Violeta se encerró en su casa durante más de un año. Cuando la necesidad fue más fuerte, retomó el trabajo sexual que hoy, a sus 31 años, todavía ejerce: "No es que una no sepa trabajar en otras cosas, pero los dueños de fábrica le niegan la oportunidad a una".