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Las mujeres que vinieron a América

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Las mujeres que vinieron a América

Madrid- Una almirante, virreinas, gobernadoras, empresarias o religiosas... las mujeres representaron casi una tercera parte de los pasajeros que embarcaron a América entre 1560 y 1579, la punta del iceberg de una presencia, siempre en la sombra, que hoy protagoniza una exposición en el Museo Naval de Madrid.

En colaboración con el Ministerio español de Educación y Cultura, el Museo Naval de la Armada "rompe estereotipos" al organizar y acoger la muestra "No fueron solos. Mujeres en la conquista y colonización de América", que recorre, hasta el 30 de septiembre, el papel de la mujer en la conquista y creación del tejido social y económico del Nuevo Mundo.

Según las últimas investigaciones, en el siglo XVI, de los 45.327 viajeros que partieron a América, 10.118 fueron mujeres; de ellas, el 50 % fueron andaluzas; el 33 %, castellanas y el 16 %,

extremeñas.

En su tercer viaje, Colón ya viajó acompañado de 30 féminas, y más de 300 llegaron a Santo Domingo en el primer cuarto del siglo XVI.

Pero estas cifras oficiales, registradas en los archivos de la época, pueden estar a años luz de la realidad, pues, al igual que hoy en día, abundó la inmigración clandestina ante las grandes oportunidades que ofrecía el Nuevo Mundo.

Así lo explican las comisarias de la exposición, Mariela Beltrán y Carolina Aguado, que subrayan el coraje y la determinación de todas aquellas que atendieron la llamada de lo desconocido, algunas anónimas aventureras y otras con nombres ilustres, como la misma reina Isabel, cuyo apoyo al proyecto de Colón venció las resistencias de la Corte a tan audaz empresa.

"La Corona tenía muy claro que quería poblar las Indias, y siguió el mismo modelo que en la Reconquista. Colonizar los territorios ganados militarmente mediante un modelo católico, basado en la familia, cuyo pilar era la mujer", explican las historiadoras.

La España del XVI era dura para ellas. Un medievo absoluto. Vivían supeditadas a los hombres, y muchas no habían salido de sus pueblos, ni siquiera habían salido solas de sus casas, ni habían visto el mar, puntualizan Beltrán y Aguado.

Quizá por ello, vivir en un "mundo de frontera", donde asumieron todo tipo de tareas según lo exigían las circunstancias, las proporcionó una "parcela de libertad individual" impensable en aquella época.

Pero la llegada no era fácil. "Las condiciones a bordo eran horrendas" por las tormentas, los naufragios, los ataques piratas y

el hacinamiento durante meses (un metro cuadrado por pasajero).

El hedor, la falta de alimentos y de agua, que se pudrían a lo largo del viaje, el frío, el calor, las enfermedades y la incómoda compañía de hordas de ratas y chinches, se sufría navegando por un
inmenso océano con unos rudimentarios instrumentos técnicos.

Y en América, mientras los hombres continuaban las campañas militares, ellas se ocuparon de las casas y los hijos (los legítimos y los naturales); de la enseñanza; de los negocios (María Escobar introdujo el trigo y Mencía Ortiz creó una compañía de transporte) o de la cultura (la escritura florecía en los conventos de religiosas).

También hubo "mujeres de armas tomar", como define Mariela Beltrán a aquellas que empuñaron las armas: Beatriz Bermúdez de Velasco obligó, espada en mano, a volver a la batalla de Tenochtitlán a aquellos españoles que se rendían.

Obras cartográficas, una farmacia de viaje, una rueca o un jubón (prenda que reducía al máximo la movilidad y con la que Mencía Calderón y 50 mujeres cruzaron andando el Mato Grosso), son algunas de las cien piezas de la muestra, estructurada en cuatro apartados.

El Museo Naval, que ha reunido obras de su patrimonio, de otros museos estatales y de colecciones privadas, quiere arrojar luz sobre la "leyenda negra" de una "conquista masculina y sangrienta".

El descubrimiento del Nuevo Mundo tuvo una parte tremendamente violenta y otra negociada, explica Carolina Aguado, ya que los indios utilizaban a sus mujeres como arma diplomática.

De ahí surgieron los "amancebamientos", socialmente aceptados y que derivaron en una sociedad mestiza, en la que fue clave el papel de las mujeres indígenas, como La Malinche o Isabel de Moctezuma.

Más que valientes

"Adonde quiera que te lleve la suerte, ya entre las furiosas ondas del océano, ya en horribles peligros de tierra, sábete que te he de acompañar yo", advertía en una carta fechada en 1511 Isabel de Bobadilla a su marido, el militar Pedrairas Dávila, antes de partir a América.

"Escoge una de las dos cosas: o me cortas el cuello con la espada, o consientes en lo que te pido", conminaba Isabel de Bobadilla a su esposo en la citada misiva, uno de los documentos que el Museo Naval de Madrid ha estudiado con motivo de la muestra "No fueron solos", que hasta el 30 de septiembre arroja luz sobre las mujeres que participaron en la colonización de América.

"Esta era la madera de la que estaban hechas", explica el teniente coronel Javier Bellas, director de la exposición, sobre estas féminas del siglo XVI, que tuvieron un papel determinante, por ejemplo, en la fundación de Asunción y Buenos Aires.

Así figura en una carta que escribió en 1556 Isabel de Guevara a la reina Juana, y que hoy se conserva en el Archivo Histórico Nacional, como uno de los documentos más importantes de la época.

"Vinieron los hombres en tanta flaqueza, que todos los trabajos cargaban de las pobres mujeres, así en lavarles las ropas, como en curarles, hacerles de comer lo poco que tenían, limpiarlos, hacer de centinela, rondar los fuegos, armar las ballestas, cuando algunas veces los indios les venían a dar guerra....", relataba.

Pero, si hay una historia con especial significado es la de Isabel Barreto, la primera y única mujer almirante de la Armada.

Casada con Álvaro de Mendaña, Adelantado, Gobernador y Capitán General de las Islas Salomón por orden del Rey de España, viajó en la expedición que en 1596 encabezó su esposo para colonizar este archipiélago del Pacífico Sur, donde esperaban hallar los tesoros del rey Salomón.

Tras una difícil travesía, la ausencia de riquezas desencadenó una revuelta entre los soldados, que la propia Isabel Barreto detuvo amenazando con un machete al líder de los amotinados.

No pudo evitar la muerte de su esposo, que, en su testamento, la nombró Adelantada y Gobernadora, cargos a los que unió los de Capitán General y Almirante. Con una diezmada expedición y con una férrea disciplina, logró llegar a Filipinas, donde volvió a casarse. EFE