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Tras cinco años del sismo y US$10 mil millones en ayudas, la vida en Haití sigue siendo dura

La inversión extranjera directa en Haití alcanzó 250 millones de dólares el año pasado

 PUERTO PRÍNCIPE, Haití. Antes de que la tierra se estremeciera y alterara sus vidas por completo, Rosena Dordor vivía como millones de haitianos pobres, en una casa diminuta sin agua potable ni instalaciones sanitarias, luchando por sobrevivir con su familia y con el miedo de que el próximo aumento en la renta los dejara en la calle.

Hoy día, casi cinco años después del devastador terremoto de magnitud 7,0, Dordor tiene un nuevo hogar para vivir con su esposo y cinco hijos: una chabola de una habitación con techo de plástico y paredes hechas de chatarra y pedazos de madera. Se encuentra en una colina cubierta de cactus y matorrales, lejos de la fuente más cercana de agua, y para cocinar tienen que hacer fogatas.

La vida sigue siendo una lucha en Haití, el país más pobre de América, pero el campamento donde vive ahora Dordor le da cierta libertad, pues no tiene que pagarle a nadie la renta, igual que las decenas de miles de familias que se arriesgaron a reclamar una parte de las áridas colinas después que el gobierno expropiara un terreno desértico de 7.500 hectáreas (18.500 acres) al norte de Puerto Príncipe tras el terremoto del 12 de enero de 2010.

"Amamos este lugar porque lo hemos convertido en nuestro hogar con nuestras manos y con nuestro corazón", dijo Dordor, de 40 años, una mañana reciente mientras desvainaba semillas de ricino para hacer un producto para el cabello que vende entre sus vecinos. La zona había sido inicialmente designada para alojar a aquellos varados en campamentos considerados en riesgo de inundación y derrumbes, pero está creciendo tan rápido que autoridades del Departamento de Estado estadounidense dicen que el asentamiento podría considerarse pronto la segunda ciudad más grande de Haití.

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