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Mi primera cuenta de banco

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Mi primera cuenta de banco

“Nos sentimos muy seguros de que aprender sobre finanzas es igual a aprender un idioma, las matemáticas o una ciencia. Mientras más temprano inicies, más efectivo será tu aprendizaje”. John W. Rogers Jr. Consejo Asesor Presidencial sobre Educación Financiera para los Jóvenes Adultos (Junio 2015).

Para Eduardo, Ignacio... ¡Y Eugenia!

Mi primera cuenta la abrí con RD$5.00 de la mano de mi abuela Venecia en aquella inmensa (para mí) sucursal de la Asociación Cibao de Ahorros y Préstamos, allá en la calle El Sol de un Santiago que recuerdo en sepia del verano de 1980. No había llegado aún a los ocho años.

Tiempo después, en 1984, a mis once, abrí una segunda cuenta, aquella en la oficina principal del Chase Manhattan Bank de la Tiradentes, con el producto de mi primer trabajo de verano que alcanzaba la gigantesca suma de RD$500.

Ambas experiencias las recuerdo, además de la evidente nostalgia, con alegría, simbolismo y gratitud. Por alguna razón, marcan etapas de mi niñez de una forma especial y memorable.

Mi abuela, aún viva, pero con su mente perdida en los recuerdos de otro Santiago, desde temprano quiso motivar en mí, durante aquellos veranos que pasábamos con ella, la importancia del ahorro y el buen manejo de las finanzas.

No se limitó a la cuenta bancaria.

En aquel hogar de la General Valverde casi esquina El Sol, se hacían “las cuentas” diariamente y, ella, junto a Juana, su fiel empleada, casi hija de crianza, pasaba revista a todo el gasto del hogar.

En una ocasión íbamos todos camino de Santo Domingo a Santiago, y ya casi llegando a la Ciudad Corazón, Venecia cayó en cuenta que en la parada de Jarabacoa no le habían devuelto un chele. ¡Para qué fue aquello! Tocó devolvernos y reclamar la justa devolución.

Con aquella frugalidad y esmero mi abuela logró ella sola educar (¡hasta en el extranjero!) a mi padre y sus hermanos, además de una gran cantidad de hermanitos, hermanitas, hijos e hijas de crianza. Algo verdaderamente formidable.

EDUCACIÓN FINANCIERA INFANTIL

Pienso que no hay mayor vara mágica para un niño del Siglo XXI que una tarjeta de crédito. Con el moderno, atractivo y sencillo plástico de mamá y papá, el niño ve cómo se pagan las compras, el restaurante y hasta el juguete más preciado.

A diferencia de los adultos, que vimos cómo se sacaban las cuentas del hogar, se controlaba cada centavo y hasta el cómo se ahorraba en un banco, nuestros hijos solo conocen el dinero plástico que, a sus ojos, todo lo resuelve por arte de magia.

Conscientes de este nuevo modelo, es recomendable que en el hogar se hable de forma explícita y con el lenguaje apropiado a los niños sobre aspectos financieros. Si lo hacemos sobre temas más tabúes como el sexo y las drogas, ¿Por qué no hacerlo sobre las finanzas también?

Los hábitos, costumbres y conocimientos financieros que hoy sembremos en nuestros hijos serán para ellos patrones de conducta en su futuro económico.

Frente a la cultura del consumismo y la inmediatez que cada vez más domina la sociedad contemporánea, mayor debe ser el esfuerzo de pautar adecuadamente el justo valor de las cosas, y el sacrificio que ellas requieren, en la mente del niño.

Abrir la primera cuenta bancaria de una hija, servirá para que ella entienda el rol de un banco, la tasa de interés, la importancia del ahorro continuo y el debido cuidado que debemos tener para evitar, entre otras cosas, los odiosos cargos bancarios.

La solo conversación que surgiría entre una madre y un hijo al analizar una tabla comparativa como la que ofrecemos arriba, sobre dónde y cómo dar sus primeros pasos financieros, será determinante para su desarrollo y un momento verdaderamente memorable. Como el que tuve con mi abuela Venecia, hace 35 años.

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El test del malvadisco

“El ahorro es carácter, templanza y virtud, para sacrificar parte de los deseos del momento presente a las necesidades de un futuro veleidoso”. Esa frase de un viejo almanaque resume un gran reto: enseñar y valorar adecuadamente la posposición o el diferimiento del deseo inmediato.

Más que la simple apertura de una cuenta bancaria, o la discusión del interés, debemos también enfocar los aspectos conductuales que directa e indirectamente influirán sobre el futuro económico de los menores.

La del malvavisco fue una prueba que se llevó a cabo con niños en la universidad de Stanford en 1970, para determinar cuánto tiempo eran capaces de estar frente a un dulce sin ceder a la tentación de comérselo.

Si el niño o niña era capaz de posponer el deseo inmediato, al final de la prueba podría degustar no uno, sino dos malvadiscos.

Como era de esperar, algunos niños cedieron a la tentación mientras que otros, utilizando fascinantes técnicas de distracción y motivación (ver los videos en YouTube es un excelente ejercicio) salieron victoriosos.

Stanford le dio seguimiento a lo largo de tres décadas al desenvolvimiento académico, profesional y financiero de los pequeños. Aquellos que supieron controlar el deseo tuvieron mejores finanzas. Por eso, nunca es demasiado temprano para templar y educar el carácter.

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