Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
columnistas

Presa en una jaula de oro

Expandir imagen
Presa en una jaula de oro

Josefina llegó a mi oficina un poco tensa, pero no tardé en tratar de hacerle sentir cómoda y en confianza. “Líos tenemos todos, querida amiga, no te preocupes. Tu vas a ver cómo le buscamos la vuelta.”

Mi amiga, a pesar de su coyuntura financiera, era una ingeniera brillante. Paradójicamente, era experta en cálculo de estructuras civiles de gran envergadura, como puentes, túneles y acueductos.

Paradójicamente, pues, a pesar de su genialidad matemática y técnica, estaba perdida en un verdadero hoyo económico.

En resumidas cuentas, aunque contaba con un buen apartamento y un vehículo relativamente modesto, debía alrededor de RD$10 millones, incluyendo RD$2.5 millones en tarjetas de crédito (al 60%) y usureros (al 360%).

“Cuéntame”, Jose (como cariñosamente le llamo), “¿Por qué tantas deudas?” Un poco avergonzada, miró hacia abajo. “Realmente yo estaba bien. Tenía un buen empleo que hasta me permitió adquirir el apartamento que ahora tengo.”

“Lamentablemente”, prosiguió mi amiga, “hubo una reestructuración importante en la empresa y perdí el empleo.”

Asentí. La entendía perfectamente.

“Subestimé cuán rápido tardaría en conseguir un nuevo empleo... En el ínterin, para hacerle frente a los compromisos de la casa (sobre todo la colegiatura de los niños), busqué liquidez primero en las tarjetas de crédito.”

“Sí, yo sé, Alejandro, lo que vas a decir... Que es muy caro financiarse así. Pero pensé que sería algo de dos o tres meses.”

“Sigue, amiga. ¡Continúa!”, la animé. “Tu situación única no es.”

“Pasaron los meses, los trabajos que conseguía eran por contrato y para nada tan bien pagados como mi sueldo anterior.”

“Yo seguía buscando”, me explicó la ingeniera, “pero al acabar con la poca liquidez que tenía, tuve que recurrir al primer usurero. Para no hacerte el cuento más largo, ya tengo RD$1.5 millón en tarjetas de crédito y casi otro RD$1 millón repartidos entre 5 prestamistas diferentes.”

No pude ocultarle mi sorpresa, y francamente mi preocupación, cuando alcancé a preguntarle: “¿Pero como cuánto es que estás pagando mensualmente en cuotas por esos financiamientos?”

Josefina no sabía exactamente.

“Bien. Tranquila. Yo te ayudaré.” Saqué una hoja de papel en blanco. Fuimos, paso por paso, préstamo por préstamo, tarjeta por tarjeta y usurero por usurero.

Incluyendo las cuotas hipotecarias (tenía dos préstamos de ese tipo) por RD$90 mil, y sumando los préstamos tóxicos y plásticos, todos los meses Josefina tenía que hacer pagos por unos RD$350 mil.

Ese monto no incluía gastos fijos, y eran pagos sólo de interés, sin amortizar capital. “Tu situación”, le dije a mi amiga, “es muy delicada. ¡Pero tiene solución!”

¿Qué es lo más importante?

Josefina enfrentó esta situación sola, con sus tres hijos, por más de un año. De tener un buen ingreso, un “clavito” de liquidez y sólo un préstamo hipotecario cuyo valor era inferior a la tasación del apartamento, pasó a encarar su aprieto actual.

El deterioro en su salud era evidente. “¡Ay! Alejandro. Es que hay veces que ni dormir puedo, por no saber si se aparecerán en mi casa los cobradores, y por las llamadas constantes de los bancos por los atrasos que tengo con las tarjetas de crédito.”

“¿Qué tan frecuentemente es que no puedes dormir?”, inquirí.

“No te voy a mentir. Tengo ya como seis meses en esta situación y para dormir he tenido que recurrir a pastillas, algo que nunca había hecho.”

El impacto de tanto estrés por supuesto la afectaba más allá del descanso. Andaba siempre de mal humor, y surgió mucha tensión entre ella y sus hijos.

La solución frente a ella

“Jose”, le pregunté luego de tomarnos un café y distraernos un poco del tema financiero. “Dime algo... ¿En tu torre de apartamentos hay algunas unidades disponibles para alquilar?”

Sorprendida, la calculista me respondió: “Sí. Causalmente, dos pisos debajo del mi unidad, hay una que tiene ya varios meses sin alquilarse.”

“¿A cuánto la renta?”

“A mí me pareció bastante barata, tanto que me sorprendió” me adelantó Josefina. “Anda como por RD$40 mil, negociable. Es que el dueño vive en Nueva York y quiere dejar resuelto. ¿Por qué me preguntas?”

“Amiga... Te daré mi recomendación. Se que puede ser difícil de aceptar para ti, pues implica quizás desprenderte de algo muy valioso, pero quiero que reconsideres un poco tus prioridades.”

“Dime, pues. Me basta salir de tantos líos . No aguanto. ¡Estoy desesperada!”

Josefina no está sola

La recomendación era obvia: “Amiga, ponle un ‘Se Vende’ a tu apartamento lo más pronto posible. En tu situación actual, mantener ese apartamento equivale a pagar un alquiler de RD$350 mil.”

“¡Imposible!”, protestó la ingeniera.

“Si, Josefina. Piénsalo. Si vendieras el apartamento, habrías podido saldar los hipotecarios, sustituir esas cuotas de préstamos por un alquiler a mitad del precio... ¡Y en la misma torre!”

“Lo que es más”, proseguí, números a mano, “Te habrías capitalizado con una liquidez adicional que te habría evitado recurrir a las tarjetas y los usureros.”

Jose quedó callada por unos minutos, y luego me admitió: “¿Pero cómo fue que no me decidí a hacer eso antes?”

“No te castigues. Somos optimistas por naturaleza. Es comprensible que hayas actuado así. Yo habría hecho igual.”

“Para serte honesto, ya el pasado no importa. Enfócate en actuar ahora. Vender la propiedad, saldar esas deudas y simplificar tu vida. ¿De qué vale vivir en una jaula de oro (de RD$10 millones) si no puedes dormir en las noches, pierdes tu salud y hasta a tus hijos? ¿De qué sirve?”.