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Amenaza de Trump al orden global

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Amenaza de Trump al orden global
El candidato republicano a la presidencia, Donald Trump. (EFE/MICHAEL REYNOLDS.)

El sistema basado en normas liberales establecido después de 1945 se encuentra bajo un ataque sin precedentes.

No hay nada sorprendente en la admiración de Donald Trump por Vladimir Putin. El aspirante a presidente de EEUU y el líder de Rusia comparten una inclinación autoritaria. Ambos desdeñan los compromisos multilaterales y favorecen la política del poder. Por encima de todo, ellos son transaccionales. Los acuerdos han de moldearse según las estrechas definiciones dictadas por el interés nacional, sin restricciones impuestas por las reglas internacionales o por los valores compartidos.

El Sr. Putin quiere borrar la humillación de la caída de la Unión Soviética. El Sr. Trump promete “restaurar la grandeza de EEUU”. La razón de la mala relación personal del líder ruso con Barack Obama es la hiriente negativa del presidente de EEUU de participar en la fantasía de la paridad de superpotencias. Tal vez el Sr. Trump tiene una mejor comprensión de la sicología rusa. Él nunca deja de alabar al Sr. Putin como un líder fuerte y decisivo.

El aspirante del partido republicano a la Casa Blanca no está solo en sus intentos de mejorar las relaciones con el Kremlin. Los populistas en toda Europa — el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, el Partido de la Independencia de Nigel Farage en el Reino Unido, y los partidos fascistas Jobbik en Hungría y Amanecer Dorado en Grecia — le han ‘demostrado su respeto’ a Moscú. El Sr. Putin también cuenta con simpatizantes de la izquierda. Jeremy Corbyn, el líder del Partido Laborista del Reino Unido, se siente más cómodo denunciando el “imperialismo” estadounidense que desafiando el revanchismo ruso.

Hasta hace poco, la clase dirigente de la política exterior se estaba silenciosamente preparando para una presidencia de Hillary Clinton. La candidatura del Sr. Trump era una pesadilla de la que seguramente se despertaría al día siguiente de las elecciones estadounidenses. Ese estado de ánimo ha cambiado. A medida que los resultados de las encuestas se han vueltos más cerrados, los republicanos y los demócratas han comenzado a imaginarse al Sr. Trump como comandante en jefe. Un sombrío chiste entre los generales estadounidenses — que quitarían las placas de circuitos antes de entregarle al Sr. Trump los llamados códigos de lanzamiento nuclear — ya no parece tan gracioso.

Los temores son que los partidarios “tímidos” del Sr. Trump puedan no estar apareciendo en las encuestas; que la antipatía hacia la Sra. Clinton ocasione que los centristas se quedan en casa en vez de salir a votar; y que la decisión de los votantes blancos de clase obrera de ‘castigar’ a las élites pudiera superar a la coalición ganadora del Sr. Obama compuesta de blancos educados, hispanos y afroamericanos. Ante la convincente evidencia de las mentiras, la misoginia y el racismo del Sr. Trump, innumerables personas responden que “él realmente no quiere decir esas cosas”.

La realidad para la mayor parte del resto del mundo es que EEUU es el único país que importa en casi todas partes. Ya no es la superpotencia de la década de 1990 y ha perdido el deseo de rehacer el mundo, pero la capacidad de un presidente extremadamente susceptible e impulsivo de sembrar el caos es escalofriante. Algunos en Washington están tratando de convencerse de que los pesos y contrapesos dentro del sistema contralarían al Sr. Trump. A juzgar por mis conversaciones esta semana, no están teniendo éxito en convencerse.

El miedo obvio es que un presidente Trump con un temperamento inestable pudiera reaccionar agresivamente durante una crisis. Robert Gates, el ex secretario de defensa de EEUU republicano, dice simplemente que el Sr. Trump “no está capacitado para ser comandante en jefe”. La reacción del Sr. Trump ante el ultraje de la reciente bomba en Nueva York es típica: EEUU tiene que “darles una tremenda paliza a ellos . . . y hacer algo serio allá”. Quiénes son “ellos” no se ha determinado y “allá” es el Medio Oriente.

El mayor peligro radica en la constante promesa del Sr. Trump de retirarse: acabar con los acuerdos comerciales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); implementar barreras comerciales contra China; repudiar el acuerdo sobre el cambio climático de París y el acuerdo nuclear con Irán; y renunciar a la responsabilidad por la seguridad de Asia oriental y de Europa. La política del Sr. Trump es de un aislamiento beligerante. Algunos la llaman hiperrealismo. Peligrosa es una mejor palabra para describirla.

El actual orden mundial — el sistema liberal, basado en normas establecidas en 1945 y ampliado después del final de la guerra fría — se encuentra bajo una presión sin precedentes. La globalización está en retirada. Durante una conferencia de la Fundación Ditchley en Nueva York le escuché a un distinguido estadista estadounidense comentar que nunca había visto un período en que el mundo se viera simultáneamente sacudido por tantas conmociones y crisis.

La lista es familiar. El Sr. Putin está tratando de modificar las fronteras en Europa; el Medio Oriente está en llamas; la unidad europea se está fracturando; el terrorismo yihadista se está difundiendo; el pluralismo está siendo desafiado por el autoritarismo; China está disputando el statu quo en el mar de China Meridional y sus vecinos se están rearmando como consecuencia; y los populistas están desafiando el liderazgo en las democracias avanzadas.

Para el Sr. Trump, la respuesta es la retirada de EEUU. Él quiere construir muros. Él cuestiona el ‘escudo’ de protección estadounidense en el Pacífico; tal vez Japón y Corea del Sur deban procurarse sus propias armas nucleares. Él socava la credibilidad de la defensa de Europa por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); EEUU pudiera no reaccionar si las tropas rusas invadieran los países del Báltico.

Si ha de creerse en las encuestas, el Sr. Trump le ha arrebatado el impulso a la Sra. Clinton en la carrera presidencial. Esto no quiere decir que vaya a ganar el 8 de noviembre. La estructura del colegio electoral le brinda solamente una estrecha posibilidad de llegar a la Casa Blanca. Y habrá tres debates televisados en el futuro cercano. Pero lo impensable se ha convertido en lo posible. Deberíamos estar más que preocupados. Ni EEUU ni el mundo puede permitirse un bandazo hacia el aislamiento del Sr. Trump.

Por Philip Stephens (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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