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Un juego de alto riesgo en el Mar del Sur de China

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Un juego de alto riesgo en el Mar del Sur de China
Rodrigo Duterte (FOTO AP)

El presidente de Filipinas corre el peligro de alienar a Beijing y a Washington.

Rodrigo Duterte, el extravagante presidente de Filipinas, se ha pasado esta semana en Beijing donde dio un dramático giro para alejarse de EEUU, su aliado más cercano, y lanzarse a los brazos de China, la superpotencia emergente.

Durante su viaje de cuatro días, su primero a un país fuera el bloque de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) desde que ocupó el poder en junio, dijo que era el momento de decir “adiós” a EEUU y afirmó que “sólo China podría ayudar” a Filipinas. Si se llega a su conclusión lógica, sus palabras representarían el más importante realineamiento de poder geopolítico en la región desde la guerra fría.

El Sr. Duterte bien podría estar manipulando tanto a EEUU como a China, en lugar de revertir la postura estratégica fundamental de Filipinas. No obstante, se debe reconocer que ésta es una tarea sumamente peligrosa, no sólo para su país sino también para toda la región.

El Sr. Duterte está insultando a Washington para congraciarse con Beijing, pero su retórica conlleva el riesgo de alienar a las dos mayores potencias del mundo. Manila parece estar apostando a que EEUU no abandonará a uno de sus más cercanos aliados regionales sólo por los coloridos insultos que el Sr. Duterte le ha dirigido a Barack Obama.

Pero al referirse al presidente de EEUU como el “hijo de una puta”, el Sr. Duterte revela una preocupante falta de delicadeza que puede perjudicarle si aumenta la tensión entre EEUU y China en la región. Además, Washington puede no estar dispuesta en el futuro a ignorar las amenazas más sustanciales del Sr. Duterte, como su promesa de cancelar las maniobras militares conjuntas que forman una parte esencial de la presencia militar estadounidense en la región.

Del lado chino de la ecuación, el Sr. Duterte va por un camino aún más complicado. Si Manila está esperando más comercio e inversión chinos como recompensa por inclinarse hacia la posición estratégica de Beijing en el disputado Mar del Sur de China, sus acciones podrían beneficiarla a corto plazo.

Pero en el Mar del Sur de China, Beijing considera las 41 islas y varios arrecifes e islotes en disputa su propio territorio y planea recuperarlo todo. Así que las palabras tranquilizadoras probablemente no satisfagan a China por mucho tiempo. Manila se arriesga a caer presa de una dinámica diplomática en la que China imponga la renuncia a los reclamos territoriales como pago inicial por las promesas de inversión y comercio. Ese resultado podría erosionar rápidamente la popularidad doméstica del Sr. Duterte y la imagen de hombre fuerte que ha pulido mediante una implacable ofensiva contra las drogas.

Además, cualquier tipo de concesiones territoriales que haga el Sr. Duterte contrarias a la decisión de un tribunal internacional este año socavaría el estado de derecho en la región y potencialmente envalentonaría a Beijing. El tribunal dictaminó que China carecía de un “fundamento jurídico” que sustentara las múltiples reclamaciones en el Mar del Sur de China.

También Washington debería reconocer que es parcialmente responsable del flirteo de Manila con China. El reequilibrio del Sr. Obama hacia Asia ha sido poco entusiasta, y EEUU ha dado por sentada la lealtad de países como Filipinas. Necesita mostrar una mayor dedicación hacia sus amigos de la región. Para el Sr. Duterte, no es demasiado tarde para revertir el curso en su atrevida excursión al aventurerismo diplomático. Debería dejarle claro a EEUU que él no tiene ninguna intención de abandonar la alianza entre ambos países. Provocar un enfrentamiento entre EEUU y China en una cuestión tan incendiaria como el Mar del Sur de China es imprudente. El líder de Filipinas debería tomar eso en cuenta antes de que sea demasiado tarde.

Por FT View (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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