Difícil reemplazo

El chino se la comió. Su actuación fue soberbia, espectacular. Eclipsó a todos los demás y fue el centro de atención. No dejó duda de que es un verdadero líder, el que el mundo necesita ahora.

Algo así dijeron quienes asistieron a la última reunión del Foro Económico Mundial, celebrada este mes en Suiza, la cual contó con la participación por primera vez del presidente de China, quien aprovechó la ocasión para erigirse como el gran defensor del libre comercio y la cooperación internacional. Ausentes las principales figuras políticas de los EE.UU., la reunión discurrió en un ambiente de incertidumbre respecto del curso que seguirá el nuevo gobierno de ese país, cuyas señales iniciales han sido suficiente causa de gran preocupación.

El rechazo por parte de la nueva administración estadounidense de los pilares sobre los que se ha asentado la economía mundial durante varias décadas, ha creado una sensación de vacío inminente, como si en poco tiempo habrá que diseñar un esquema diferente que ponga orden en las relaciones internacionales sobre bases estables y predecibles. La premura con la que será preciso ponerlas en marcha dificulta la tarea de encontrar fórmulas de consenso, aceptables por todas las partes. Sin un liderazgo inspirador, las posibilidades de éxito disminuyen sustancialmente. Entra entonces China en escena, reemplazante del actor que dejará de ser el líder por su propia voluntad.

Pero reemplazar a los EE.UU. no va a ser fácil, pues China carece de muchas de las condiciones requeridas. Por ser su nivel de vida muy inferior, no es un mercado equivalente de bienes manufacturados. Su sistema judicial es mucho menos confiable. Su moneda está apenas ingresando al contexto internacional. No dispone de igual tecnología ni de los centros de investigación. Tiene disputas territoriales con sus vecinos. Su pasivo ambiental es astronómico. Y sus decisiones pueden ser arbitrarias e impredecibles.

Gustavo Volmar