Empresario distinguido

El súbito e inesperado fallecimiento ayer del empresario Fernando Rainieri, recibido con gran pesar por sus familiares y amigos, priva al país de alguien que supo combinar funciones públicas con sus actividades de negocios.

En un medio como el nuestro, donde las labores públicas con frecuencia son vistas con recelo por empresarios y profesionales, ahuyentados por las duras realidades de la política, las frustraciones de las iniciativas truncadas y la escasa formación de los recursos humanos disponibles en el ámbito gubernamental, las vivencias adquiridas en esas labores por quienes las han desempeñado les puede permitir ponderar la vida económica nacional desde puntos de vista alternativos, no enfocados exclusivamente en la consecución de ganancias.

Rainieri fue director de Infratur, el programa de desarrollo de la infraestructura turística auspiciado por el Banco Central, y también ocupó la posición de secretario de turismo, funciones que cimentaron su interés por el sector, del cual fue parte destacada. Muchos de los avances que el país ha alcanzado en materia turística, siendo hoy en día líder en el área del Caribe, tienen su origen en la visionaria comprensión del potencial turístico de la costa este por parte de los Rainieri, así como en su incansable empeño por convertirlo en realidad, llamado ahora a emularse también en otras zonas de nuestro territorio.

Pero la mezcla de actuaciones públicas y privadas, aunque confiere percepciones diversas y mayor amplitud de objetivos, no otorga necesariamente por sí sola la dimensión humana requerida para incidir, con tiempo, esfuerzo y recursos, sobre causas sociales importantes para los segmentos menos favorecidos de nuestra población. Los niños, en particular, encontraron en Rainieri un apoyo y un aliado, sensible a sus necesidades, interesado en su futuro y preocupado por las deplorables condiciones en las que muchos de ellos viven.

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Gustavo Volmar