Luego de los doce años

Ni Cristina, ni los sindicatos peronistas, ni el Papa, ni las abuelas de la Plaza de Mayo, puestos todos del lado del candidato oficialista, pudieron inclinar la balanza a su favor. El otro platillo, donde estaba colocada la economía, pesó más, y dio el triunfo a Mauricio Macri luego de doce años de la dinastía de los Kirchner.

Como escenario para una reversión de las políticas seguidas por sus antecesores, el nuevo presidente enfrenta la dura faena de liberalizar la economía argentina, engarzada en una red de controles y esquemas proteccionistas. Recibe al país estancado, con una elevada inflación, desempleo persistente, datos estadísticos no confiables, y sin acceso a los mercados financieros internacionales.

Sin perder tiempo alguno, Macri pidió ayer la renuncia del presidente del banco central y su equipo de colaboradores, e informó que contará con un gabinete económico de seis ministros, y que se reunirá hoy con la presidenta Fernández. Reiteró que unificará los tipos de cambio del peso argentino con el dólar, que propondrá reformas al impuesto a las ganancias, y que indagará el “estado real de las cuentas públicas”.

A pesar de esos planteamientos, el plan de ruta de la nueva administración está lejos de haber sido definido. Tendrá que tomar en cuenta que las políticas aplicadas durante la última década han moldeado a los sectores económicos, y han creado estructuras de beneficio social resistentes a cualquier intento de modificación.

Después de todo, los argentinos recuerdan las caóticas condiciones prevalecientes en el 2003, al inicio del período de los Kirchner, cuando las confrontaciones y la violencia secuelas de la crisis financiera del 2001 amenazaban con desintegrar el país, y no desean volver atrás.

Más que los reclamos de los “fondos buitres”, que interesan mucho a los analistas financieros, el principal reto de Macri será liberalizar sin que se altere la paz social.

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Gustavo Volmar