Olvido intermitente

De haber sido la niña mimada de nuestra economía, vigilada día a día su salud y comportamiento, la industria azucarera dominicana ha pasado a un segundo o tercer plano, alejada de la atención de analistas y medios de prensa, siendo noticia sólo si por alguna razón hay escasez en el mercado local. Las perspectivas del precio internacional del azúcar no son ya la base de los estimados de nuestra balanza comercial, desplazadas ahora por las del oro, el turismo, las zonas francas y otros productos.

Hay que decir que esa situación de olvido intermitente es considerada por muchos analistas como un gran logro de la economía dominicana. Recuerdan con aprensión la inestabilidad que la dependencia del azúcar provocaba, y celebran la ruptura de ese vínculo subyugante, gracias a la diversificación de nuestras exportaciones. Muchas de las tierras antes cubiertas de caña están ahora dedicadas a otros cultivos, quedando algunas de sus factorías como monumentos silentes de tiempos pasados.

Pero el azúcar seguirá siendo parte importante de nuestra estructura productiva, sea que lo reconozcamos o no. Habiendo transitado por años difíciles, su precio en el mercado internacional se ha estado recuperando. A su nivel más alto en más de dos años, sigue atrayendo las inversiones de los fondos especializados, motivados por los estimados alcistas. En particular, evaluaciones recientes señalan que las existencias de azúcar a nivel mundial son menores de lo que había sido previamente calculado, estando gran parte de los inventarios retenidos en China y otros importadores no interesados en deshacerse de ellos. A eso se añade que los pronósticos actuales de oferta la colocan por debajo de la demanda, a pesar de su recuperación en varias zonas de Brasil.

Pero como esos fondos de inversión son volátiles, y dado que compran azúcar no para usarla sino para venderla, un súbito descenso de precio es siempre una posibilidad.

Gustavo Volmar