Reacciones inciertas

En el funcionamiento de las economías interviene una alta dosis de conjetura. Es obvio que sin contar con una bola de cristal para adivinar los acontecimientos, existe necesariamente un elevado nivel de incertidumbre respecto de lo que pasará en el futuro, pero hay una mayor certeza en cuanto a cómo reaccionarán las personas y empresas ante los eventos que las afectan. Por un tiempo, luego de algún acontecimiento, pueden verse reacciones ilógicas, pero se confía en que eventualmente se tomarán aquellas decisiones que mejor contribuyan a fortalecer la continuidad y rentabilidad de las actividades involucradas.

El traslado al extranjero de parte de su producción en busca de menores costos, es una forma racional de actuación que persigue incrementar la competitividad de una compañía. Dado que los trabajadores no pueden moverse de un país a otro con la libertad con que alguien puede aquí mudarse de la capital a Bávaro, las empresas compensan esa restricción moviendo sus factorías, sea a nuestras zonas francas, a México o al lugar que les ofrezca mayores ventajas. Si por causa de presiones políticas modifican su comportamiento, eso significa que han reconocido en sus cálculos de rentabilidad un nuevo elemento de costo, el cual altera el análisis de costo-beneficio que sirvió de base a su anterior decisión. Y como los costos adicionales en un sector económico se reflejan normalmente en forma de alzas de precios de los bienes producidos, es previsible que el poder adquisitivo de los estadounidenses sea afectado por las presiones que el próximo presidente de los EE.UU. se propone aplicar sobre las empresas para que no trasladen sus fábricas.

Pero ahí interviene la incertidumbre. Es difícil predecir cuándo, si es que sucede, reaccionarán los consumidores ante alzas de precios en los bienes que hoy les suplen nuestro país, México, China o Vietnam. Mientras tanto, serán esos países los más perjudicados.

Gustavo Volmar