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La paradoja dominicana del tarjetahabiente desentendido

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La paradoja dominicana del tarjetahabiente desentendido
El dominicano no elige una tarjeta de crédito por factores racionales financieros.

El dirigir investigaciones en temas controversiales es una de las pocas recompensas que podemos decir que disfrutamos en la labor en la academia los profesional de la educación superior a nivel de maestría. Es en este contexto, y dirigiendo dos estudiantes de maestría en Banca, que nos embarcamos a realizar un estudio sobre la actitud de los consumidores de tarjetas de crédito en la República Dominicana.

Por demás, este es un tema que podríamos considerar controversial, dado el pasado choque entre dos instituciones estatales, Proconsumidor y la Superintendencia de Bancos. Esto es, por la negativa de los intermediarios financieros a que la primera les rija como ente regulador en su relación con los consumidores mediante la revisión de los contratos de adhesión que estas utilizan para todos sus servicios. Más aún, en este estudio se combinan dos de nuestras "Atracciones Fatales", la asimetría de poder en los mercados de servicios financieros y las finanzas conductuales; temas ambos que están en el centro de la retórica financiera moderna.

Según datos oficiales de la Superintendencia de Bancos y el Banco Central de la República Dominicana, al 30 de abril del 2014, en el país contábamos con 2,337,905 cuentas de tarjetas de crédito emitidas en toda la geografía nacional; por lo que casi uno de cada cinco dominicanos vivos (incluyendo niños) es el "principal" en una cuenta de tarjetas de crédito. Además, el ingreso por tarjeta de crédito en sectores económicos como enseñanza, hoteles, bares y restaurantes llega a representar hasta un 60% de su total general de ingresos. Esto hace que luego del efectivo, la tarjeta de crédito sea el medio de pago más utilizado por el común de los dominicanos, con un monto transado anualmente de RD$180,000 millones y financiamientos que rondan los RD$22,000 millones. También, al 31 de enero del 2014 la tasa de interés promedio de todos los bancos comerciales y emisores de las diferentes tarjetas era del 60% de interés anual; esto luego de las presiones realizadas por la superintendencia de Bancos, después de recibir las quejas por tasas de interés que llegaban hasta el 140% anual en dólares. Por todo lo anterior, se me ocurrió determinar cuáles eran las tendencias y conductas de uso del tarjetahabiente en la República Dominicana.

En una encuesta que realizáramos a 315 poseedores de tarjetas de crédito en el Distrito Nacional con un nivel de confianza del 95% y un intervalo de confianza de 5.5%; que es más que representativa de una población de aproximadamente 665,000 adultos que tienen residencia en el Distrito Nacional. Los resultados obtenidos son para cualquier profesional de las finanzas simplemente espeluznantes.

En primera instancia, el 46% de los encuestados se financia de manera primordial con su tarjeta de crédito, lo que quiere decir que utiliza la forma más cara de financiamiento luego de los préstamos personales de los usureros, quienes usualmente cobran el módico 5% semanal. Lo interesante es que de esos que se financian utilizando su tarjeta, el 84% es graduado de una universidad, con grados de maestría (30%) y profesional sin maestría (54%); dato éste que deja mal paradas a las universidades dominicanas en lo referente a la educación financiera de sus alumnos.

Los únicos vestigios de cordura o racionalidad en los hábitos de uso y tenencia de tarjetas de crédito se encuentran en las razones para usarlas. Entre las razones por las cuales el dominicano utiliza las tarjetas, con múltiples respuestas posibles, se encuentran: prefiere no manejar efectivo (41%), con el fin de crear un historial crediticio (40%) y por los días de financiamiento gratuito (25%). Razones que no nos extrañan debido a la alta criminalidad y la necesidad de los dominicanos de contar con la manera de "echar un fiao en caso de necesidad".

La concentración del mercado de tarjetas de crédito es bien alta, con tres bancos comerciales que poseen el 65% del mercado: Banreservas (27%), Banco Popular (25%) y Banco BHD (13%). Lo interesante es la composición de ingresos de los tarjetahabientes de los diferentes bancos: en el caso de los que tenían tarjetas del Banco Popular, el 56% tiene ingresos entre 70,000 y 110,000 pesos mensuales. De los del Banco de Reservas 39% poseen ingresos entre 40,000 y 70,000 pesos mensuales. Mientras el Banco BHD es el que posee el mayor porcentaje de clientes de altos ingresos, con un 22% que gana más de 110,000 pesos mensuales. Al parecer cada uno de los bancos ha segmentado y atacado muy bien el rango de clientes seleccionados.

Siempre he pensado que todas aquellas molestosas llamadas que recibimos de los diferentes bancos solo sirven para hacernos incomodar al tener que responder tantas veces al mes: "No, no necesito otra tarjeta de crédito, señorita". Al parecer esto no es así para la mayoría de dominicanos, ya que el 65% de los participantes adquirieron su tarjeta de crédito gracias a una llamada telefónica ofreciéndola; mientras que solo el 20% se dirigió a la oficina del intermediario financiero para solicitar su tarjeta.

Paradójicamente, el dominicano no elige una tarjeta de crédito por factores racionales financieros, como: a) porque esta tiene la mejor tasa de interés, o b) porque le cobra las menores comisiones y cargos. Más bien el 65% de los encuestados tiene una tarjeta de crédito por confianza y solidez del banco emisor, ya que pagar con la tarjeta del banco X le da un estatus; 20% elige como su banco aquel que utiliza la empresa en donde labora y el 19% por la imagen que tiene el banco frente a los demás. Esto nos indica que el sentido de "racionalidad limitada" de la teoría de las finanzas comportamentales está bien enraizado en la cultura nacional, con una marcada obsesión por lo que coloquialmente se conoce como "allante y movimiento".

En cuanto a los costos por concepto de interés, cargos y comisiones, el dominicano deja al descubierto que no tiene miramiento a la hora de "darse un gustazo". Casi ¾ partes de los tarjetahabientes nunca miraron ni solicitaron la información correspondiente al tarifario de servicios y tasas de interés. El 68% de los usuarios expresa que la poca información recibida por parte del banco emisor no era clara, precisa y de fácil comprensión. Igualmente, el 57% dice que los costos no influyen sobre su decisión de mantener una tarjeta.

Mientras que el 70% nunca ha consultado los costos en otra entidad financiera aunque considera que los intereses que paga en la actualidad son elevados; el 42% ha pagado siempre, casi siempre o habitualmente menos que el balance al corte, incurriendo así en comisiones e intereses innecesarios, pero muy jugosos para los bancos. Somos entonces una sociedad de dispendio financiero que busca la apariencia por encima de la maximización de los pocos recursos recibidos por concepto del ingreso disponible.

Sobre el grado de información del producto, 26% dijo no entender para nada el estado de cuentas en el que se reportan sus gastos. Sobre si conocía que al pagar el monto total recibía una bonificación en su estado, el 55% respondió que no. El 89% dijo no saber, ni haber visto nunca notificación alguna sobre los cambios de tarifas y comisiones. Finalmente, más del 40% enumeró cargos que no existen en los tarifarios de las diferentes instituciones financieras. Y me pregunto si será como decía un antiguo psiquiatra "¿es que vivimos en un país de gente?"…

Por último, en las finanzas y la economía clásica se asume de entrada la racionalidad del individuo para la modelación econométrica de las diferentes teorías que dibujan el paisaje financiero que vivimos en los tiempos actuales; racionalidad que se define por la tendencia del individuo hacia la maximización de una función de utilidad, generalmente representada por el dinero. Al parecer, el dominicano al menos se encuentra a la vanguardia en lo referente a un nuevo campo de las finanzas conocido como finanzas conductuales; en donde los conceptos de "racionalidad limitada" y sesgos cognitivos cuestionan la aplicación de los modelos de finales del siglo XX. En buen español, la idea financiera del "darle p'alante hasta que el cuerpo aguante" y la racionalidad limitada y anti-progresista, del "antes muerto que sencillo".

En cuanto a los costos por concepto de interés, cargos y comisiones, el dominicano deja al descubierto que no tiene miramiento a la hora de "darse un gustazo".

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