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Los tesoros del Alcázar de Colón

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Los tesoros del Alcázar de Colón
Un caballero que se exhibe hoy día en una de las salas del Alcázar de Colón.

El arquitecto Barroso y su equipo efectuaron una búsqueda cuidadosa, consiguiendo objetos procedentes de diferentes castillos y palacios esparcidos por la geografía española.

El Alcázar de Colón, además de ser un magnífico palacio edificado a la manera renacentista italiana, encierra para fortuna nuestra, obras de arte de primer categoría, traídas de España a raíz de su restauración, efectuada por el arquitecto español Javier Barroso.

Debido a las circunstancias en que se encontraba la madre patria, prácticamente quebrada después de la sangrienta guerra civil, el gobierno español consintió en vender estas piezas, que indudablemente pueden ser calificadas como sobresalientes. Los objetos exhibidos en el palacio virreinal, no son originales del mismo, pero si son de la época en que fue habitado por el hijo de Don Cristóbal Colon.

Para obtener las piezas, Barroso y su equipo efectuaron una búsqueda cuidadosa, consiguiendo objetos procedentes de diferentes castillos y palacios esparcidos por la geografía española. Es así como de un palacio toledano, obtuvieron el magnífico artesonado que adorna el cielo raso del salón de recepciones, en la segunda planta del Alcázar.

En el amplio salón que sirve de acceso al palacio, podemos contemplar un caballo enjaezado con armadura de guerra. El caballo esta hecho de "papier mâché", material muy utilizado a fines del siglo XlX para hacer toda clase de objetos. Consiste en una mezcla de papel humedecido y cola. Con esta pasta se moldea cualquier objeto. Al secarse se convierte en un material muy duro que se puede pintar y darle una terminación glaseada.

El caballo fue durante miles de años una formidable maquinaria de guerra. Los caballeros medievales ataviados con sus armaduras, montados en las nobles bestias, enjaezadas a su vez con petos y corazas de metal, eran prácticamente invencibles.

Ataviados de esta forma irrumpieron en tierras americanas causando un pánico incontenible entre los indígenas, quienes jamás habían visto esas bestias y mucho menos aquellas apariciones cubiertas de metal que a sus ojos debieron ser demonios encarnados.

Los caballos para la guerra eran sumamente resistentes, además de soportar la carga de la silla de montar, el metal de sus corazas y pecheras y el caballero cubierto con su armadura, con pesada lanza en ristre; debía trotar o correr, según lo dirigiera su jinete, en la batalla y resistir estoicamente hasta vencer o morir en la pelea.

Además de las partes metálicas, estos caballos eran cubiertos con ricas y espesas telas acolchadas, para defender los flancos. Las sillas de montar fabricadas en un principio en madera a la manera romana, fueron luego modificadas por los árabes, quienes adoptaron la silla de montar china, fabricada de cuero, más ligera y maniobrable en batalla. Estaba recubierta de brocado y terciopelo y tachonada con adornos de plata. En lo alto de la coraza que recubría la cabeza del caballo, sobresalía el penacho de plumas con los colores de la noble casa del caballero.

El caballo fue de esta manera, la más útil arma de guerra de ejército alguno, hasta el advenimiento de los tanques, en la primera guerra mundial.

En el amplio salón que sirve de vestíbulo al palacio, se encuentra también una armadura. Esta vestimenta de metal constituyo la defensa principal del guerrero medieval.

Consiste en una serie de placas de metal, articuladas, magníficamente forjadas y trabajadas. Al comienzo se hicieron de hierro, luego se confeccionaron en acero. Las piezas se ajustaban al cuerpo por medio de correas de cuero.

El proceso de colocarse la armadura era complicadísimo, el caballero debía ser ayudado por sus servidores. Se distinguieron los talleres alemanes en la fabricación de estos artilugios para la guerra. Las destinadas a reyes y altos personajes eran primorosamente repujadas con complicados dibujos geométricos o florales. Sobre la armadura se colocaban jubones y capas, además de adornos y el pañuelo de su dama, amarrado a una de las correas. El yelmo con que se cubrían la cabeza tenía un magnífico penacho de plumas, además de las insignias heráldicas.

Durante el medioevo, toda clase de leyendas se tejieron alrededor del caballero ataviado con su metálica armadura, fue además objeto de todo un género literario siendo el más famoso el último de ellos, el caballero de la triste figura "Don Quijote de la Mancha".

Los caballeros combatían dragones, malvados, infieles, magos, en fin, toda clase de enemigos, siempre en defensa de la cristiandad.

Era un enorme y maravilloso mundo poblado de fantasía y encanto que viajó con las naves del Almirante Don Cristóbal y desembarcó en tierras americanas. Los nativos se rindieron hechizados por aquella extraña aparición metálica, las armaduras se pasearon junto con la cruz y la espada por todos los confines de las nuevas tierras.

El símbolo de la época medieval perdió actualidad e importancia con el uso de las armas de fuego. Solo sobrevivió el casco, usado hasta nuestros días por todos los ejércitos de la tierra.