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Apartado 764

Nunca podré entender cómo el Jefe ha depositado su confianza en tantos incompetentes. La regla de oro de cualquier negocio reside en la confianza. Si no hay eficiencia, no puede haber acuerdo. Y esto es lo mismo si vendes rosquillas, mangueras para regar el jardín, autos, absoluciones papales o informaciones confidenciales.

Mi negocio es el de suministrarle al Jefe información a tiempo y de calidad, especialmente de sus enemigos políticos en el exterior. Lo que Él disponga después, no es de mi incumbencia, ni me atañe. Esta filosofía es la que me ha permitido, hasta ahora (y toco madera, por si acaso) dormir cada noche como un bebé. Claro que no soy tonto y sé que él no pide informes para luego engavetarlos. Claro que no se me escapa que soy la primera maquinaria dentro de una enorme línea de producción destinada a fabricar desaparecidos, muertos, torturados, desacreditados, desmoralizados, aislados y quebrados. ¿Acaso las maquinarias tienen que sentir remordimientos por la producción final a la que contribuyen?

El problema mayor es el del acceso directo al Jefe. No es asunto sencillo. A través de la historia, más decisiones se deben a las manos anónimas que trasiegan papeles para los encumbrados que a ellos mismos.¿ Cuántos mariscales de Napoleón debieron su bastón a Louis Antoine Favelet de Bourrienne, su secretario particular en tantas campañas, confidencias y conspiraciones, entre ellas, la del golpe del 18 Brumario? Es muy sencillo, por ejemplo, deslizar "equivocadamente" un papel urgente hasta la pila donde yacen los asuntos secundarios o por el contrario, poner encima de todo lo que debe ser revisado y aprobado, cierta petición, nombramiento o demanda irrelevante, por la que, claro está, se ha aceitado antes y en las sombras, las manos del diligente funcionario.

El problema no es filosófico, aunque me guste filosofar por lo bajo. Se trata de que estoy varado desde febrero en Caracas, en este año de gracia de 1954 y hoy termina marzo sin que haya recibido ni dinero ni la aprobación solicitada para fundar una organización política anticomunista secreta, que deberá ser financiada por la Entente de la Mano Dura de todo el continente, la misma que teniendo por cabeza y mentor al querido Jefe, incluya a Marcos Pérez Jiménez, en Venezuela; a Gustavo Rojas Pinilla, en Colombia; a Fulgencio Batista, en Cuba, a Anastasio Somoza García, en Nicaragua y hasta al escurridizo general Juan Domingo Perón, en la Argentina. Idea mía, genial, por supuesto, amén de sumamente lucrativa, como espero.

Yo sé vender una idea. Yo sé mercadear mi negocio y promoverlo de manera tal, que genere esa misma confianza mutua entre productores, vendedores y clientes que yace en la columna vertebral del sistema y es lo que lo mantiene sano y erecto. No necesito intermediarios; sé escribir bien y hacer que lluevan a mi alrededor los contratos y las ofertas. Soy convincente porque proyecto un aire irresistible de eficiencia y diligencia; de creatividad y seguridad. Soy, lo que se dice un mercader nato y por eso tanto me ha extrañado este largo silencio del Jefe, especialmente cuando estoy aquí cumpliendo sus órdenes.

Vean si no, el pliego con la propuesta inicial que le envié al Jefe, con fecha 15 de febrero, desde el hotel Astor, Plaza La Estrella, en San Bernardino, Caracas. Palpen la galanura de las ideas y la equilibrada exposición de los costos y los beneficios de la empresa proyectada. Admiren mi sagacidad y uso milimétrico del tiempo, para no aburrir a quien sé abrumado por tareas y problemas que deberán ser atendidos. Lean conmigo y me querrán un poco más:

"Se propone establecer una organización para coordinar, investigar y analizar las actividades, paraderos, planes y vínculos de los comunistas militantes, simpatizantes y filo-comunistas del hemisferio, en general, pero especialmente, en cuanto a los que comploten contra los gobiernos suscritos a nuestro plan..."

Este caramelo, que ningún mandatario responsable y en su sano juicio rechazaría, fue pensado, diseñado, armado y decorado con los elementos que hoy por hoy y no en vano, son una constante preocupación del Jefe, de sus aliados internacionales y de los propios Estados Unidos, empeñados todos en cerrar el paso al Ejército Rojo, a las Hordas Bolcheviques y en fin, al Oso Ruso. Y lo que más me extraña; lo que me tiene tan bloqueado como la falta de dinero, es que visito tres veces al día esta dichosa oficina de correos y este Apartado 764 de mis desgracias, hallándolo siempre vacío. Y hoy, como ya dije, termina el mes de marzo.

Es que la historia no se hace con melindres, sino y por lo común, con la violencia. Ya lo dijo el general Valeriano Weyler al regresar, destituido como Capitán General de Cuba, cuando al tocar tierra en Cádiz fue abordado por un enjambre de periodistas ansiosos de transmitir su opinión sobre la campaña en la isla y su cancelación, firmada por el ladino Sagasta, entonces primer ministro. "Los políticos creen que las guerras se ganan repartiendo caramelos -afirmó- y yo les digo que se gana desenvainando la espada" Y debía saberlo bien porque detrás dejaba un territorio desolado y un cuarto de millón de pacíficos reconcentrados muertos de hambre y enfermedades, pero también un ejército rebelde de negros y mulatos harapientos, contenido y maltrecho.

Y esto, señores y lo afirmo sin ambages, es lo que hay que hacer, sin remordimiento alguno, cuando todo está en juego.

Es que la lógica de este plan que les muestro es tal que no me cabe en la cabeza que el Jefe no haya mordido el anzuelo, conociéndolo, como lo conozco. Lean esta otra parte y me darán la razón:

"La organización recibiría informes constantes de la policía secreta de los países anticomunistas; de agentes especiales que contrataremos, como por ejemplo, mi buen amigo Tony Ulasewicz( también buen amigo del Jefe) del Buró de Operaciones Especiales del Departamento de Policía de New York y de contactos especiales, en cada país latinoamericano, de la inteligencia política de España; de ciertas agencias de inteligencia británica y norteamericana; de organizaciones obreras como la Orit y Atlas; de algunos trotskistas y también infiltrados en los partidos comunistas, incluso, de elementos de la Gestapo que todavía mantienen vínculos entre sí y finalmente, y no por ello menos importante, de elementos comerciales que tienen sus propios servicios de inteligencia policíaca-política, como la United Fruit y la Sesi brasilera, que cuenta con un cuerpo de 110 investigadores anticomunistas en el propio país y en Argentina, Uruguay y Chile…"

Por supuesto que, siendo como soy, un periodista graduado en esta propia ciudad; un especialista en temas latinoamericanos, entrenado como corresponsal de The New York Times y de la Associated Press y fundador de "El Caribe", de Santo Domingo, sé lo que vale el estudio acucioso de la prensa diaria. Por eso, precisamente, también recomendé al Jefe, en mi plan ignorado hasta ahora, que la organización que propongo crear y dirigir "…estudiará los periódicos clandestinos de los comunistas, trotskistas y adecos, compilando informaciones y pruebas que demuestren los vínculos entre ellos para poderlos desacreditar".

Se trata de crear una especia de cartel que generará productos informativos para sus clientes y se nutrirá de los pagos de lo que he llamado, en un alarde de delicada poesía capitalista, como "gobiernos suscriptores". A ellos ofertamos "...mantenerlos informados constantemente del paradero, las actividades y planes de los comunistas y revolucionarios( que para mí y también para dichos gobiernos, son uno y lo mismo);mandarles informes semanales, con carácter confidencial, sobre la situación de los comunistas y exiliados; realizar las investigaciones especiales que se nos demanden y realizar ciertos actos o hazañas cuando sean necesarios también, por medio de terceras personas y de paso, conseguir la publicación de ciertas noticias que convengan a los gobiernos suscriptores"

Pueden decirme, a la vista de mi apartado de correos persistentemente vacío, que se trata de una buena idea, en efecto, pero quizás, insuficientemente "vendida" como si saben hacer, con tanto éxito, los tiburones de la avenida Madison, de New York, esos que llevan la propaganda comercial de la Coca Cola, la Panam, la Ford y la Exxon. Y a eso le respondería que puede ser, porque a fin de cuentas, yo no soy un publicista de carrera, sino un ciudadano preocupado y ocupado en servir a Occidente y a la democracia, en medio de esta inclemente Guerra Fría y que motivado por la preservación de la civilización, me he activado, cívicamente para ayudar, sin reposo, en esta tremenda lucha contra el mal.

No obstante, debe ser dicho en mi beneficio, que no dejé de intentar ser convincente, como podrán apreciar en este epígrafe del plan que he llamado "Ventajas de una organización particular". Y como sospecharán, me vi obligado a incluirlo porque el producto que oferto, o sea, el espionaje, la persecución, las calumnias y hasta la neutralización a través de terceros, ya es fabricado y desde hace mucho, por varias agencias de inteligencia estatales y cuerpos tenebrosos también, por lo que podría pensarse que lo que propongo es un sueño de amateurs trasnochados y de intrusos temerarios, que haría mucho más daño que bien. Lean cómo conjuré esa posible objeción:

"Con una organización particular se pueden hacer cosas que un gobierno no considere conveniente hacer, sin comprometer al propio gobierno. Se reúne información de fuentes no siempre disponibles a un gobierno. Se analiza y combina la información de muchas partes para presentar un solo cuadro, en cuanto a, digamos, una persona o situación. El costo de todo esto-y era el as que mantenía escondido en la manga-sería compartido por varios gobiernos y sería mucho menor para cada uno, que si un gobierno tratara de hacerlo por sí solo"

Ya lo dije: en los negocios, la confianza lo es todo y la falta de respuesta a mi propuesta me hace adentrarme en un mar de desconfianza y dudas, echando por tierra los pilares de un edificio pacientemente construido y edificado con mis propias manos. Quizás haya llegado el momento del plan B...

Cierro la puertecita de mi apartado de correo. Sigue vacío y mustio. Compruebo, por centésima vez, que no me equivocado y que a este diminuto cajoncito metálico marcado con los números 764; a esta gaveta hermanada con cientos de ellas que la rodean, es a donde debía haber llegado, desde hace muchos días, el mensaje esperado.

En este instante y ustedes comprenderán mi decisión, creo llegada la hora de retomar otro de mis planes geniales, el de resucitar en New York, el mítico periódico vespertino que se llamaba The Brooklyn Eagle y que tuvo la fantástica suerte, como espero que la tenga en breve, de contar con un editor genial, como lo fue Walt Whitmann, el que publicó en sus páginas, entre 1846 y 1848, más de 800 trabajos, entre ellos, poemas como el titulado "El campo de juego"

Puede que les extrañé, pero yo, Stanley Ross, esperando desesperadamente en Caracas una carta del Jefe; en este mes 31 de marzo de mis miserias; intranquilo y tenso, lo que hago es recordar una estrofa de ese poema de Whitmann, precisamente la que nos dice:

"Oh, ángeles, cuiden a estos niños

Alejen de ellos el pecado y las culpas,

los agudos dolores y los pensamientos impíos

Protéjanlos con sus escudos, de noche y de día..."

eliadesignacio@yahoo.com