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Buena vida

Un jardín silvestre en la cima de San Cristóbal

Una década atrás fueron tres los amigos que adquirieron algunos terrenos en un paraje de San Cristóbal con la ilusión de crear sus propios espacios campestres; hoy día, el diseñador y paisajista Máximo Mota todavía preserva el suyo.

A pesar de que el ciclón George azotó severamente estas propiedades, a Máximo Mota no le importó comenzar desde cero. Donde según él: “Solo había monte y culebra”, se diseñó y decoró una vivienda que recrea fielmente el Caribe. Allí priman el uso de troncos rústicos de eucaliptos (haciendo las veces de columnas ornamentales) y la implementación de vigas que soportan el techo de zinc, donde es un privilegio escuchar la lluvia caer.

 

Originalmente, la casa constaba de un primer piso, que presentaba varios niveles conectados por escalones de no más de tres peldaños entre un área y otra; actualmente, cuenta con dos plantas. Abajo, está la sala, una pequeña cocina -que pronto será convertida en un bar-, dos habitaciones con su baño, la terraza y un futuro jacuzzi; arriba, hay un baño y una habitación, donde duerme Máximo Mota cuando visita este espacio de veraneo.

Un preámbulo del edén 

Coronada de azul, amarillo, naranja, rojo, violeta y rosado, y vestida de azulines, platanillos, lirios, orquídeas, anturios y caprichos se encuentra la entrada que conduce al interior de la casa campestre. A través de este agradable acceso, que recrea un ambiente caribeño-isleño en medio de la montaña, se observa la implementación de materiales accesibles y vernáculos.

 

Las lajas de las escaleras y de los pisos, que conducen al umbral de la residencia; las piedras que flanquean y delimitan los ajardinados espacios a ambos lados de la senda empedrada; una arboleda que recubre los pasos del visitante durante esta travesía; unos mosaicos, que decoran algunos peldaños de la escalinata; y hasta una bañera, perteneciente a los antepasados familiares del anfitrión, enclavada en el jardín...Todo se dispone armónicamente para ornamentar a la perfección este espacio exterior.

 

Por otra parte, se observa un comedor de terraza donde Máximo Mota se sienta a desayunar y a compartir con sus visitas. Justamente allí, sea solo o acompañado, disfruta de una vista espectacular del Sudoeste. Mientras sus ojos divagan perdidos entre cadenas montañosas, suele dar gracias a Dios por permitirle disfrutar de un lugar tan privilegiado.

De cara a la Cordillera Central

“Libre, ese fue el concepto que acopió Máximo Mota a la hora de desarrollar su jardín. Libre, tal y como se considera ser él. El verdor montaraz que exhibe el exterior de esta residencia no fue planificado por su dueño, pero armoniza con el entorno y con el terreno en desnivel. “Aunque no sabía qué especies iba a sembrar, sí sabía dónde lo haría”, explica el experimentado paisajista.

 

La siembra de flores silvestres y de árboles frutales se fue produciendo en la medida en que el propietario adquirió diversas especies endémicas o las fue recibiendo de manos de sus seres queridos. Para él era importante crear un jardín que se viera natural y espontáneo.

A Mota le encanta la vista que percibe desde su terraza, le permite avistar un amplio sembradío de todo tipo de plantas en su propiedad y, sobre todo, le pone de frente a la Cordillera Central, donde pasa largas horas disfrutando del maravilloso espectáculo que se produce durante el crepúsculo.

 

El descenso por la empinada jalda, que permite un apetitoso encuentro con decenas de árboles frutales, se facilita por medio a una escalinata en lajas que permite acceder al área con mayor comodidad, y disfrutar de diversas flores silvestres y cultivadas. Anturios, agapantos, bromelias, orquídeas, platanillos, flores de cera, lluvias de estrellas, gingers, caprichos, manicitos, lirios y rosas son algunas de las especies que revisten estas tierras.

 

Las flores silvestres y las cultivadas crean armoniosas áreas alternadas con otras con las que el diseñador y paisajista busca recrear, y descansar a su vez, la vista de quien las observa.

Entre la vasta producción frutal de la que disfrutan Máximo Mota, sus familiares y amigos está: el aguacate, la chinola, la toronja, el níspero, el zapote, la cereza, la granada, la mandarina, el mango, el limón, el caimito, el cajuilito y el solimán, entre muchos otros.

 

Finalmente, al ascender por los empedrados escalones que le devolverán de nuevo al interior de la vivienda     -donde priman los tonos sobrios mezclados con color y la gama de los marrones con el verde botella, que combinan perfectamente con la rusticidad de la madera-, Máximo Mota se hace acompañar del canto de los pájaros que suelen revolotear sobre la zona. Carpinteros, ciguas, loros, barrancolíes y hasta picaflores, son algunas de las especies que disfrutan junto a Mota de la indescriptible belleza de su jardín silvestre.

@olgaagustin