Película repetida

A todos nos ha sucedido en alguna ocasión que al ver una película nos parece haberla visto antes. Sabemos que no es así, que acaba de ser estrenada, pero se asemeja tanto a otras que podemos predecir lo que va a pasar y cómo terminará.

La discusión y aprobación del presupuesto nacional es un proceso que se repite todos los años con muchas similitudes. De vez en cuando hay cambios significativos, como fue el 4% para educación, pero en sentido general involucra las mismas presentaciones, debates, reclamos, quejas, críticas y compromisos.

El proceso se torna más rutinario mientras mayor es el porcentaje de los desembolsos que está atado de antemano, el cual en nuestro caso ha venido aumentando. La suma de los intereses y amortizaciones de la deuda pública, la nómina de empleados, las asignaciones a organismos, el subsidio a la electricidad, las obras en proceso y otras cargas fijas están arrinconando al resto de los desembolsos, que es la porción donde se puede discutir qué hacer y qué no hacer.

Es interesante observar que los beneficiarios de las asignaciones presupuestarias tienden a considerarlas como un derecho adquirido. Desde su punto de vista el monto que antes tenían es intocable, siendo inconcebible que se pueda pensar en reducirlo. Cualquier modificación debe ser hacia arriba.

También llama la atención que las solicitudes de fondos rara vez son acompañadas de metas cuantitativas de desempeño, susceptibles de ser monitoreadas. Se plantean las necesidades, siempre grandes, pero no objetivos concretos de eficiencia operativa.

El trabajo de los técnicos que elaboran el presupuesto es un ejercicio ingrato. Pueden actuar sólo sobre la cada vez menor porción flexible y asignar prioridades, dejando insatisfechos a muchos organismos a pesar de que el partido de gobierno domina el poder legislativo. No es extraño que en esas condiciones aboguen por más emisiones de deuda pública.

Gustavo Volmar