Deuda manejable

Hay expresiones cuyo uso para describir un objeto o actividad se hace habitual a fuerza de repetición. Puede ser que unas cuantas de esas expresiones describan con precisión el rasgo que se desea poner de relieve, pero muchas otras, quizás la mayoría, son propensas a inducir interpretaciones erradas o que sobrepasan su significado real, lo que hace que deban ser acogidas con cuidado por quienes las escuchan.

Una de esas expresiones es la que con frecuencia se utiliza para describir la deuda del país, cuando decimos que su nivel es “manejable”. Ese calificativo que oímos repetir a cada rato, sobre todo cuando se plantean nuevas emisiones de valores públicos, es simplemente una declaración de que se considera que el Estado podrá pagar los intereses y amortizaciones de su deuda, siempre que se cumplan tales o cuales pronósticos acerca de cosas que inciden en su capacidad de pago, como son el crecimiento de la economía, las condiciones en que podrán colocarse nuevas emisiones, el valor del peso dominicano en términos de otras monedas, las recaudaciones de impuestos, la inflación y otras variables similares.

Pero sucede que por el tono y contexto en que esa expresión es usada se deja con frecuencia la impresión de que si la deuda es manejable no hay razón para preocuparse por su nivel, o para oponerse a que se incremente si aún con el aumento podemos mantenerla al día.

En realidad, que sea manejable no significa que sea conveniente o deseable. Puede que sea posible pagar la deuda y aún así ser recomendable reducirla o no aumentarla.

La equivalencia equivocada entre lo que es correcto y lo que es manejable ha influido para que nuestra deuda pública haya llegado al punto en que está, habiéndose convertido ya en una importante restricción sobre el uso de los ingresos fiscales. En el presupuesto del 2015 se contempla un incremento de la deuda, de la que se dice seguirá siendo… manejable.

Gustavo Volmar