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Costos del progreso

Si creemos que todo lo que hace subir el PIB es conveniente, deberemos concluir que el progreso tiene muchos costos, algunos muy evidentes y otros más ocultos. Entre los primeros están el caos del transporte, la acumulación de basura, la aglomeración urbana y la escasez de agua. Entre los otros están el estrés, la violencia y la disolución de las familias.

La magnitud de esos costos está vinculada a la rapidez de la transformación económica, pues hay menos tiempo y recursos para reducir los perjuicios. Hay también menor disposición de frenar el crecimiento, o ponerlo en riesgo con medidas que afecten a la producción.

Eventualmente las consecuencias son tan graves que no pueden ser ignoradas, pero el precio a pagar para subsanar los daños puede ser muy alto.

En ocasión de los juegos olímpicos celebrados en la capital china en el 2008, fue necesario paralizar una gran parte de la actividad fabril de la ciudad para reducir la contaminación del aire.

La semana pasada, para la reunión del Foro Asia Pacífico, el gobierno chino tomó también medidas drásticas. Más de cinco mil fábricas fueron paralizadas, pero como eso no era suficiente para que los dignatarios extranjeros pudieran respirar normalmente, tuvo que aplicar otras disposiciones.

La circulación de vehículos de motor en Beijing fue restringida a días alternados, según el número de la placa. A gran parte de los empleados municipales y del gobierno central en la ciudad se les dio una semana de vacaciones. Las plantas eléctricas más cercanas y contaminantes fueron apagadas. Se detuvieron muchos servicios públicos. Muchas calles fueron cerradas al tránsito y la docencia en las escuelas estatales fue suspendida.

También fueron limpiadas las fachadas de edificios y se plantaron numerosos árboles. Pero cuando concluyó la reunión todo volvió a la normalidad. El PIB retomó su crecimiento y los costos del progreso siguieron haciendo estragos.

gvolmar@diariolibre.com