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Cambios en la Semana Mayor

Año tras año, los recuentos de las costumbres de nuestros antepasados dan cuenta de las grandes diferencias que existen entre la forma en que la Semana Santa era celebrada anteriormente y el modo en que lo hacemos hoy en día.

El objetivo central de la Semana Santa era otorgar sentido al sufrimiento humano. Se trataba de explicar, aunque fuera difícil entenderlo, que lejos de ser causa o de auspiciar las desgracias y las tribulaciones que nos aquejan, la participación divina consistía en compartir esa pesada carga con nosotros.

La Pasión, como símbolo de esa participación, era conmemorada a lo largo de toda la semana hasta el triunfo final de Jesús sobre la muerte y la desesperanza.

Es indudable que de ser una ocasión aprovechada para reafirmar la fe cristiana, el evento es ahora una más de las festividades mundanas que nos trae el calendario anual de días de asueto.

El silencio, las oraciones, los monumentos y las procesiones han sido reemplazados por las playas, el alcohol, los festejos y las excursiones.

Pero no debemos pensar que nunca hubo actividades económicas vinculadas específicamente con la Semana Santa.

Desde antaño, las ventas de pescado, velones, estampas y vestuarios apropiados, las recolecciones en las iglesias, las confecciones de cruces y otros símbolos, y las obras de reparación y acondicionamiento de los templos, tenían su auge para esta época. Y en Tierra Santa las visitas, y los dineros, de los peregrinos eran y siguen siendo vigorosamente disputados por las diferentes ramas cristianas que controlan los principales sitios de veneración.

La Semana Santa en países como Filipinas es un gran atractivo turístico. Salpicada de ritos, ceremonias, caminatas, decoraciones, y algunas penitencias y ataduras en cruces, la ocasión es allá motivo de alegría para hoteles, restaurantes y agencias de viaje, aunque este año uno de esos tifones asesinos ha mitigado el entusiasmo.

gvolmar@diariolibre.com