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Por causas ajenas

Las inversiones extranjeras se toman con frecuencia como indicios confiables de la salud económica de una nación. Su crecimiento es presentado como prueba de que el país es atractivo para hacer negocios, un testimonio de confianza por su estabilidad económica, paz social y expectativas de crecimiento.

Aunque todo eso sea cierto, la realidad es que el monto de inversiones extranjeras que un país recibe anualmente no depende solamente de lo que ese país haga o deje de hacer, sino que está muy influido, a veces de modo determinante, por situaciones económicas sobre las que el país en cuestión no tiene control. Cuando por esos factores externos las inversiones disminuyen, sólo queda explicar que no ha sido por causa de políticas gubernamentales equivocadas.

Ayer el Banco Central de Colombia dio a conocer los datos sobre la entrada de inversiones extranjeras a ese país durante los primeros tres meses de este año, y fueron desalentadores. Comparadas con el primer trimestre del 2014, las inversiones totales netas descendieron en un 25%, a US$4,474 millones, concentrándose las principales disminuciones en los sectores petrolero y financiero. La porción directa, en acciones y facilidades productivas, se redujo en un 10%, a US$3,297 millones.

Colombia, evidentemente, no fue responsable de la caída del precio del petróleo, razón por la cual se redujeron las inversiones en la exploración y explotación de yacimientos. Tampoco fue responsable por el alza del dólar y la perspectiva de un incremento en las tasas de interés en los Estados Unidos, que afectaron la corriente de inversiones financieras. Pero esos eventos externos impactaron al monto de las inversiones.

El peligro de depender de las inversiones extranjeras como soporte del crecimiento económico se agrava si el país tiene un déficit en sus cuentas externas. Colombia tiene uno que aumentó desde el 3.2% del PIB en el 2013 al 5.2% del PIB en el 2014.

gvolmar@diariolibre.com