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Cupos de inmigrantes

En uno u otro momento, varias naciones han optado por fijar límites cuantitativos a la entrada de inmigrantes a su territorio, con el declarado propósito de que su número sea compatible con la capacidad del país para absorberlos, pero en la práctica dicha capacidad no se calcula, lo que implica que los límites son establecidos más bien como resultado de consideraciones políticas, y por la presión de la opinión pública.

Los cupos para inmigrantes tienen ciertas similitudes con las cuotas de importación de productos. Ambos son medidas proteccionistas que benefician a algunos sectores y perjudican a otros.

En el caso de las cuotas, los beneficiados son los productores locales de esos bienes, y los perjudicados son los consumidores y los importadores. En el caso de los cupos, ganan los trabajadores con quienes los inmigrantes compiten, y pierden las empresas que utilizarían sus servicios con menor costo.

Quienes abogan por el libre comercio afirman que las cuotas de importación de productos reducen la eficiencia económica, elevan el costo de la vida y modifican la rentabilidad de las inversiones.

Muchos de los que así piensan, sin embargo, no aplican un razonamiento igual para los cupos de inmigrantes, a los que justifican en base a sus efectos sobre la demanda de servicios públicos, incompatibilidades culturales, remesas al exterior y otras consideraciones.

Hay en Europa, como también en la República Dominicana, un gran debate en torno a la inmigración. Allá se habla de establecer cupos por países, y llama la atención que algunos de los más fuertes defensores del libre comercio estén entre los más renuentes a aceptar inmigrantes.

Ayer, el Papa Francisco dijo que quienes cierran sus puertas a los inmigrantes deben pedir perdón a Dios. Ante esa declaración, un partido derechista del norte de Italia respondió preguntando, con cierta irreverencia, que cuántos inmigrantes el Vaticano había acogido.

gvolmar@diariolibre.com