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Enrique Lafourcade y el rey Carrillo

Por años he asumido la irrefutable certeza de que los mejores filones para construir la novela dominicana han sido hurtados por narradores no nativos, lo que me permite asegurar la existencia de una novela extranjera de tema dominicano, género extraño que no me parece que se repita en otras latitudes. Entre esas novelas las hay muy buenas, y también de naturaleza menor, pero en todo caso se trata de temas que han sido olvidados o descuidados por nuestros narradores.

Escribo de temas fundamentales de nuestra historia que hayan sido novelados, no de ficciones que puedan narrar una situación social o histórica específica y cuyo abordaje se concrete de forma superficial o como telón de fondo. Hay varios nombres importantes entre los representantes -llamémosle de este modo- de esta corriente, pero menciono ahora solo tres muy relevantes: el Manuel Vázquez Montalbán de Galíndez (1990), sobre el secuestro del famoso profesor vasco; la Mayra Montero de Del rojo de su sombra (1992), sobre la presencia haitiana en nuestro territorio y sus creencias mágico-religiosas; y el Mario Vargas Llosa de La Fiesta del Chivo (2000), sobre la dictadura y muerte de Trujillo. Español, cubano-puertorriqueña y peruano, respectivamente. Debo incluir una novela menor, Los tres salen por el Ozama (1989), del catalán Vicenc Riera Llorca, cuyo mayor aporte es el relato que nos ofrece de la vida de los exiliados españoles del franquismo en nuestro país. Y, tal vez, aunque algunos puedan recriminármelo, integro a este grupo a la haitiana Edwidge Danticat y su Cosecha de huesos (1998), una historia de amor imbricada en la matanza haitiana del 37.

Creo además que pertenece a esta corriente la dominico-estadounidense Julia Álvarez que, después de haber publicado dos poemarios lanza al ruedo su carrera narrativa con una novela que esboza el drama de una familia cuya cabeza paterna debió huir del país dominicano a causa de la dictadura y cuyas hijas crecen en el ambiente norteamericano maniatadas a los recuerdos de su isla (De cómo las chicas García perdieron su acento -1994). Pero, Álvarez -asentada desde sus letras poéticas iniciales en la patria de origen- publicará luego En el tiempo de las mariposas (1994), que es la historia de las hermanas Mirabal. Al escribir en inglés y ser parte de la literatura norteamericana contemporánea, como sucede con Junot Díaz, Álvarez es, sin dudas, integrante de la corriente novelística extranjera de tema dominicano.

Existe, sin embargo, una novela que encabeza el desarrollo de esta modalidad sui géneris que vengo señalando desde hace varios años. Nunca, que recuerde, se ha mencionado, y dudo que sea conocida por una apreciable cantidad de lectores. Tengo noticias que solo la conocían unos cuantos. Se trata de La fiesta del rey Acab, del chileno Enrique Lafourcade, centrada en el secuestro y ejecución del vasco Jesús de Galíndez y la vida del dictador que en la novela se apellida Carrillo. Por haber sido publicada en 1959, tres años después de la desaparición de Galíndez en una estación del tren urbano en Manhattan, creemos que esta puede ser la primera novela que sobre una historia dominicana escribe y publica un extranjero.

Muchos se preguntarán: ¿Por qué un chileno escribe esta historia? La cuestión es válida para cualquier otro de los novelistas que han trazado sus obras en los intersticios del drama histórico de la República Dominicana. Pero, en este caso de Lafourcade vale decir lo siguiente. Jesús de Galíndez publica el libro que desataría la ira del tirano y decretaría su secuestro y muerte en la Editorial del Pacífico, de Chile, una empresa vinculada a la Democracia Cristiana, pues para esa época los principales partidos políticos chilenos tenían casas editoras. El Partido Socialista, por ejemplo, tenía la editora Prensa Latinoamericana. Chile, como Cuba, México y Venezuela, fue asiento de exiliados dominicanos. Allí publicó Andrés Requena Los enemigos de la tierra (1942) y Juan Bosch Judas Iscariote, el calumniado, Cuento de Navidad, La muchacha de La Guaira y Cuba, la isla fascinante. Anotemos que igualmente Pericles Franco Ornes publica, con el respaldo de la Federación de Estudiantes de Chile, su libro La tragedia dominicana. Análisis de la tiranía de Trujillo, con prólogo de Pablo Neruda. Galíndez pues entrega en Nueva York (donde era catedrático en la universidad Columbia) su libro La Era de Trujillo. Un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana, al gerente de la Editorial del Pacífico, Alfonso Naranjo Urrutia, con la finalidad de que su obra se publicara en Chile. El secuestro de Galíndez se ejecuta el 12 de marzo de 1956 y el libro -que ya venía siendo publicado por partes- sale a la luz tres meses más tarde, el 15 de junio, cuando ya Galíndez había sido lanzado -según afirman algunos- a los tiburones, aunque Lafourcade sitúe su asesinato en la caldera de un barco. Lafourcade realiza esta novela por encargo del editor y La fiesta del rey Acab se presenta el 24 de julio de 1959, justo cuando se celebraba la asamblea de la OEA en Santiago de Chile y donde el canciller dominicano Porfirio Herrera Báez encabezaba la misión del gobierno trujillista. Se afirma que ejemplares de la obra citada fueron circulados entre los delegados asistentes a este cónclave del organismo regional.

Enrique Lafourcade no era aún el gran escritor en que luego se convertiría. Pertenecía a la denominada generación del cincuenta en Chile (un invento suyo a raíz de unas célebres Jornadas del Cuento que realizaría en ese decenio), de la que formaron parte José Donoso, Jorge Edwards, Enrique Lihn y Guillermo Blanco. Debido a la presencia activa de Donoso en el conocido boom latinoamericano de los sesenta, Lafourcade fue integrado al grueso del estallido narrativo de la época junto a Augusto Roa Bastos, Manuel Puig, Salvador Garmendia, Mario Benedetti, Vicente Leñero, Rosario Castellanos, Augusto Monterroso y su compañero de generación Jorge Edwards, entre otros.

Lafourcade tenía 32 años cuando publica en 1959 La fiesta del rey Acab, y ya había dado a conocer El Libro de Kareen (1950), Pena de muerte (1952) y Para subir al cielo (1958) que son sus tres primeros libros. Su bibliografía hoy alcanza más de veinte títulos, entre los que resalta Palomita Blanca (1971) que superó el millón de ejemplares en venta, en torno al gobierno de Salvador Allende, y El gran taimado (1984), sobre la dictadura pinochetista, que le obligó a salir al exilio por corto tiempo.

La fiesta del rey Acab es, pues, la primera novela sobre la historia de Galíndez y, tal vez sea, la primera de origen extranjero en torno a la Era de Trujillo. No recordamos antecedentes. En la novela se puede observar con facilidad la presencia de un gran narrador. La suya no es una reconstrucción del hecho en sí, sino una recreación inteligente y dinámica sobre la personalidad de Carrillo, el dictador, el Dispensador (por Benefactor), y de sus parientes más próximos María Martínez (Jessie), Angelita Trujillo (Delfina), Ramfis (Amenophis), Radhamés (Carlitos), Porfirio Rubirosa (Basilio Mariposa), así como de los dictadores que recalaron en nuestras tierras al ser derrocados: Perón (José Domingo Absalón) y Marcos Pérez Jiménez (Pérez Pinilla).

El texto novelístico revela a un narrador de altos kilates. Lafourcade congrega toda la historia en veinticuatro horas. La vida licenciosa y criminal del dictador, enrumbada por caminos de sangre y vileza. El ensamblaje narrativo se construye sobre una estructura que dosifica los detalles y amplifica, con precisión, las añazagas delirantes del dictador y su cohorte de rufianes. Todos los entresijos de la vida dominicana durante la dictadura aparecen en esta novela, cubierta por los destellos de una ficción que decanta la realidad sin sutilezas. Lafourcade investigó en detalles los velos de la dictadura y los desvelos de sus firmes opositores. Y la tragedia de Galíndez se nos presenta en sus más conmovedores matices. Aunque nos luzca a veces un poco rígida en su planteamiento narrativo, la eficacia de sus diálogos, la fortaleza de los conceptos que surcan la narración y la arquitectura de la trama en general, convierten a esta novela en una cautivante narración desde sus inicios hasta el final.

Publicada hace cincuenta y cuatro años, y prácticamente desconocida para los lectores dominicanos, La fiesta del rey Acab es una singular pieza histórica de las luchas contra la dictadura, en las cuales la literatura cumplió también un rol importante. Precedida por un preciso y orientador prólogo de Pablo A. Maríñez y lanzada en primera edición dominicana por la Editorial Funglode, esta fiesta de Enrique Lafourcade se une a la otra fiesta -que se celebrara cuarenta y un años después de ésta- de Mario Vargas Llosa, y se integra, como muestra primigenia, a la cosecha novelística extranjera de tema dominicano que tantos aportes valiosos ha hecho a nuestra bibliografía.

La fiesta del rey Acab es una singular pieza histórica de las luchas contra la dictadura