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Leer la Política

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Leer la Política

¿Cuántas lecturas soporta la Política, desde su ángulo teórico, que es el que corresponde al politólogo, o desde su espacio experimental, tarea del que la ejercita en la práctica?

Resulta imprescindible el abordaje propositivo de Aristóteles, Maquiavelo, Azorín, Robert Greene, o de Castiglione, Sun Tzu, Gracián, Clausewitz, aunque albergo dudas sobre la cantidad de ejercitantes políticos -de alta y mediana categoría- que se haya interesado alguna vez en leer la Política desde estas visiones.

Al margen de la obligatoriedad de abrevar en estas fuentes clásicas, he de resaltar la irrefutable necesidad de acudir a otras fuentes, múltiples sin dudas, desde las cuales se edifican otras lecturas de la Política. Digamos, el conocimiento histórico per se -enfocado desde el terreno analítico de liderazgos, situaciones, mandos y estrategias-, las biografías y el examen conductual de sobresalientes líderes políticos, y por solo enfocar estas tres, las memorias de personalidades que han ejercido el Poder y, en consecuencia, están en condiciones de transmitir, con mayor eficacia, las lecciones diseñadas, aprendidas o practicadas desde el accionar gubernativo.

Aprendo de aquellos y me educo con estos. Acudo a las lecturas fundamentales que, por largo tiempo, han servido de norma y propuesta del gravitar político, y hago lo mismo con las lecciones que brotan del conocimiento experimental que, por igual, consolida los planteamientos teóricos clásicos, o se aleja -disiente, modifica, aclara- de ellos para reordenar la práctica política. Aquellas, las que proponen y clasifican concepciones, inciden como registro y propuesta. Las segundas, establecen criterios desde el marco de la experimentación que es la que, al final, habrán de tomar en cuenta los subalternos de la política misma, los examinadores psicosociales y los historiadores, que plasmarán la marca de los acontecimientos más que los regodeos teóricos.

No reniego ni degrado el ejercicio teórico de la política. Es fuente primaria del saber en este solar de la actividad humana. Solo intento conceder un horizonte didáctico a la crónica de la práctica política desde los liderazgos fuertes o desde los liderazgos de Estado que logran aquellos dirigentes que al contrastar los planteamientos de la realidad -social, económica o de otros muchos tipos- con el ideario o promesa que ha movido el interés del elector, transformando o desdeñando incluso propuestas ideológicas o máximas adoptadas muchas veces como dogma, en cualquier espacio geográfico e histórico, permiten ahondar y verificar la realidad del poder desde sus entrañas.

Ejemplos. Leonte Brea, en un ensayo brillante, inteligente, bien documentado, de largo aliento, que no tiene similares en el estudio de esta materia en nuestro medio, define la política como "el estudio sistemático de los procesos de poder que se dan o se producen en el Estado o en cualquier organización social". Felipe González, que ejerció el poder durante catorce años en España, afirma -desde su visión práctica- que la Política "con mayúscula, es el arte de gobernar el espacio público que compartimos". Un espacio público "en el que existen intereses contrapuestos, personales y sociales". Se advierten claramente las coincidencias entre ambos pensamientos. Pero, también han de observarse sus diferencias, dadas en el primer caso por el academicismo teórico que busca explicar el comportamiento humano en este ámbito, y en el segundo, por la experiencia directa que ejemplariza la conducta del poder y sus meandros.

Maquiavelo habrá de indicarnos las mejores virtudes o mañas para el ejercicio del liderazgo político o de Estado. Felipe González, después de muchas vueltas sobre el mismo eje, nos conduce a un "retrato robot del buen líder" -por demás, imposible- que conjuga "la tenacidad de Helmut Kohl, la visión del mundo y la capacidad de empatía personal de Clinton, la capacidad comunicacional del papa Wojtyla, la serenidad de Mitterrand, la habilidad en la formación de equipos de Reagan y la capacidad de análisis y la buena gestión grupal de Olof Palme". Un acoplamiento de cualidades -que solo un milagro del Altísimo podría lograr- que nace de la visión práctica de este político español que ha realizado un viaje a la inversa, trasladando su experiencia a la teoría política para orientar la conducta del liderazgo mundial de nuestros tiempos.

El pensador o el literato nos harán el cuento de la soledad del poder desde distintas apreciaciones reales o fictivas. Felipe González recuerda que, mientras tomaba un café en La Moncloa con Gabriel García Márquez y Alvaro Mutis, este último le preguntó en qué consistía la soledad del poder de la que tanto se ha escrito. El presidente de España simplemente miró hacia el teléfono que estaba sobre su escritorio y respondió: "Alvaro, ése es el último teléfono que suena. En eso consiste la soledad del poder". Es la experiencia directa la que explica con los argumentos más sólidos la realidad política desde uno cualquiera de sus múltiples ángulos.

¿Será el pensamiento clásico imprescindible para entreverar el ejercicio político por siempre? Maquiavelo, el más citado, ¿tiene vigencia eterna? Como referencia, sí. Como saber primario, que se tira y se recoge cotidianamente hasta por los que nunca lo han leído, sin dudas. Pero, el mundo que Fukuyama vio morir erradamente, lo que ha hecho es transformarse vertiginosamente, dando lugar a otra civilización, a otro armazón histórico. En consecuencia, hay que remojarse en nuevas aguas, hay que comprar en nuevas tiendas, hay que abrigarse en nuevos pensamientos y destinos. Pienso mucho en los que desde órbitas interesadas o desde abrevaderos irrazonables -tantas veces sustentados en posiciones dogmáticas- insisten en relanzar agrupamientos políticos sobre las bases que sustentaron sus orígenes. O lo que es lo mismo, readoptar códigos ideológicos que perimieron hace rato. Los cambios políticos o económicos en el mundo tardaban siglos en ejecutarse. Varias generaciones nacían y morían dentro de un mismo esquema, sin ruptura importante. De unos años a esta parte, la realidad es totalmente diferente. Han ocurrido tantos cambios en apenas dos décadas, gracias a la globalización y a la tecnología (descrita y anunciada por McLuhan sin que comprendiéramos cuán rápida y múltiple sería) que no es posible manejar la realidad del poder con un código que "no sirve ya para las nuevas realidades, que se suceden a una gran velocidad", como bien lo explica Felipe González. El código anterior no nos sirve en la realidad actual, por lo que se hace necesario crear nuevos horizontes, nuevas interpretaciones de esa realidad, nuevos estilos de asumir y dirigir el poder, nuevas claves para entender, señalizar y adecuar el ejercicio político. No podemos seguir dramatizando ese cuento viejo porque no nos va a funcionar en el esquema nuevo que ha impuesto la sociedad de la información y todo lo que pueda suplantarla prontamente, o la cualificación que se impone ya en todas las mesas de debate: el I+D+i (la iniciativa, el desarrollo de esa iniciativa, y la innovación que acarrea). "Es para joderse", me decía en días pasados un culto amigo. Felipe González advierte que no hay tiempo que perder. Que en España, para los resultados que se buscan, ya llevan quince años perdidos. "Ya estamos corriendo por detrás del futuro". La advertencia es crucial para nosotros, perdidos como parecemos cada día en las cotidianidades de una Política que hay que escribirla ya en mayúsculas para no quedarnos fuera del territorio descrito.

Felipe González resta mérito al politólogo, porque entiende que hoy son más necesarios los políticos y los empresarios que los teóricos. O sea, los que él entiende como la primacía entre los que tienen una idea y la ponen en marcha y los que se limitan a estudiar las ideas solamente. Lo dice en función de la crisis global que tan duro ha dado a España y a la mayoría de los países europeos. Entiendo, sin embargo, que ambas acciones, las del que estudia la idea y las de quienes llevan a la práctica esa idea, se interrelacionan. Lo compruebo leyendo el magistral ensayo de Leonte Brea -que, por demás, se fundamenta en practicidades y en observaciones concretas- pero igualmente leyendo a Felipe González que me habla con ejemplos vivos salidos de un liderazgo fuerte de catorce años, que se extiende hoy a otros espacios del trajinar político universal.

¿Cuántas lecturas soporta la Política con mayúscula? Todas y una más. Las que aporta cada liderazgo, cada experiencia, cada movimiento de las ideas, cada encrucijada, cada ejercicio particular. Desde luego, el pragmatismo domina. Y si se incuba en una idea sólida, en un pensamiento a tono con la realidad, mucho más. El ex presidente español cita a Antonio Machado con una verdad concluyente: "En política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela".

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¿Cuántas lecturas soporta la Política con mayúscula?

Todas y una más. Las que aporta cada liderazgo, cada experiencia, cada movimiento de las ideas, cada encrucijada, cada ejercicio particular.

Desde luego, el pragmatismo domina. Y si se incuba en una idea sólida, en un pensamiento a tono con la realidad, mucho más.

(Recomendamos la lectura de: "El político, radiografía íntima". Leonte Brea. Editora Búho, 2013/ 479 pp. - "En busca de respuestas. El liderazgo en tiempo de crisis". Felipe González. Editorial Debate, 2013/ 249 pp.)