Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Lecturas

Orestes Nieto: "Si fracasaban las negociaciones, Torrijos iba a volar el Canal de Panamá"

Expandir imagen
Orestes Nieto: Si fracasaban las negociaciones, Torrijos iba a volar el Canal de Panamá
Manuel Orestes Nieto
SANTO DOMINGO .-El general Torrijos tenía a su lado dos poetas, y Manuel Orestes Nieto era uno de ellos. El otro -José de Jesús "Chuchú" Martínez- pasó a la historia como un príncipe de la vida bohemia, buen amigo de los revolucionarios que se batían a tiros con las dictaduras de la zona y guardaespaldas del general.

Orestes Nieto llegó a Torrijos una tarde de la mano de Chuchú. Chuchú había escrito One way, un poemario lleno de preguntas sin respuestas, y Orestes Nieto le respondió con un poema: A contravía.

Se hicieron amigos y camaradas, y asistieron al general en los años en que se llevaban a cabo las negociaciones por la recuperación del Canal de Panamá. 

El Tratado Torrijos-Carter fue firmado el 7 de septiembre de 1977, un día en que el sol brilló como nunca en el cielo panameño. Y hoy, cuarenta y dos años después, en una esquina de la Ciudad Primada de América, sentado en una terraza de hotel, bajo un samán que presta su sombra para hacer que el mundo bajo sus ramas sea más amable, el poeta descorre el manto de los viejos recuerdos, para hablar de su general.

"Ha sido un honor trabajar, asistir, ayudar, junto con Chuchú, al general Torrijos, quien lideró una de las grandes epopeyas americanas. No hay la menor duda de la inteligencia superior que maniobró allí para resolver el problema de la descolonización por vía de la negociación política y diplomática, que además fuera exitosa, que nos devolvieron siete mil kilómetros de tierra ocupada, desmantelaran todas las bases y nos devolvieran el Canal, sin tirar un tiro, sin un baño de sangre", dice el poeta.

Manuel Orestes Nieto es zurdo y con esa mano ha escrito hermosos versos del mar, que en su patria tiene dos caras. La última vez que vio a Torrijos con vida fue siete días antes de su muerte. 

Manuel Orestes Nieto (1952) es cinco veces Premio Nacional de Literatura "Ricardo Miró" en su país por los libros Reconstrucción de los hechos, Panamá en la memoria de los mares y El Mar de los Sargarzos, Nadie llegará mañana y El deslumbrante mar que nos hizo; Premio Casa de las Américas, de Cuba, por el poemario Dar la cara y Premio José Lezama Lima de poesía 2010, por su obra reunida de cuarenta años de poesía, titulada El cristal entre la luz. 

Obsesionado por la memoria de su país y por los días de una infancia vivida entre las alambradas de la ocupación del Canal, ha vuelto a aquellas mañanas de ámbar y a aquellos atardeceres de añil que describió en su libro Nadie llegará mañana, y ha recordado los días en que Panamá se le plantó a un imperio y le arrebató de las manos su Canal.

P. ¿Cómo era el Panamá de su infancia, cómo eran sus tardes y sus amaneceres, cómo la vida frente al mar, cómo eran sus muchachas, cómo el barrio de sus primeros años, cómo eran las maneras de la vieja Panamá?

R. Yo nací en un barrio pobre. Mi padre era un emigrante cubano que llegó antes de los tiempos de la guerra. No tenía que ver con el 1959 de Cuba, no salió de Cuba por razones políticas; venir a Panamá fue mucho antes. Él llegó por los años 40 y pico, se casa con mi madre, panameña, una mujer trigueña de ascendencia negra, en un barrio pobre que se llama Santa Ana, en el centro de la ciudad capital, casi un barrio urbano marginal en el núcleo del arrabal de ciudad de Panamá.

Éramos un país bajo la dominación norteamericana producto de la instalación colonial en la llamada Zona del Canal de Panamá.

En esta área segregada del resto del país, los niños panameños sólo se escapaban a coger frutas, mangos, aves, pajaritos porque le estaba vedado a la población panameña ingresar a los territorios en las riberas canaleras. En la ciudad de Panamá, había una cerca limítrofe, una cerca de alambre ciclón. No se podía pasar, había postas militares.

Y los gobiernos de la época, desde el nacimiento de la república hasta antes del general Torrijos, en el 68, en realidad eran gobiernos dóciles a la opresión colonial y al poder imperial de los Estados Unidos. En este caso, quitaban y ponían presidentes, desviaban, rectificaban o cambiaban leyes y políticas. 

P. ¿Usted recuerda el día exacto en que escribió su primer poema?

R. Una de las cosas fue una lectura de un libro de un gran escritor panameño que se llama José de Jesús Martínez -Chuchú-. Yo cuando leo el libro de él, que se llama One Way, en una sola vía, apenas termino de leer el libro, yo hago un poema que se llama A contravía, contestándole a él las cosas en las cuales yo no estaba de acuerdo.

Eso fue bueno porque él era un profesor universitario, y por ese poema y por la manera en que él lo conoció y en que fue publicado en la prensa nacional, nos hicimos amigos el resto de nuestras vidas, al punto que él se había convertido en una especie de secretario privado de Omar Torrijos Herrera y yo llego a trabajar y estuvimos juntos cotidianamente esos últimos cuatro años de la vida del general.

P. ¿Qué recuerdos guarda de sus días junto al general Torrijos?

R. Éramos los dos poetas que trabajábamos para Torrijos, en su equipo personal. Eso me llevó a vivir unos niveles políticos extraordinarios e irrepetibles, absolutamente irrepetibles. Yo creo que ha sido un honor trabajar, asistir, ayudar junto con Chuchú al general Torrijos, en una de las grandes epopeyas americanas. 

No hay la menor duda de la inteligencia superior que actuó allí para resolver el problema de la descolonización por vía de la negociación política, que además fuera exitosa y que nos devolvieran más de siete mil kilómetros de tierra ocupada, desmantelaran todas las bases y nos devolvieran el Canal, sin tirar un tiro, sin un baño de sangre. 

Esa fue una historia densa y patriótica, como pocas; fue una negociación pacífica y civilizada, en la que Jimmy Carter juega el papel de interlocutor y protagonista, siendo Presidente de los Estados Unidos, un hombre que entendió la causa moral panameña. Se dio la coincidencia histórica de un Omar Torrijos en Panamá, y de un Jimmy Carter en los Estados Unidos, simultáneo. 

Y aún dentro de ese entendimiento Torrijos jugaba duro. Si la negociación fracasaba, el Canal de Panamá iba a ser destruido también. Entonces no iba a haber Canal para nadie porque nosotros no teníamos de eso ningún beneficio. ¡Porqué tú ocupas mi tierra, porque tú tienes mi Canal! Tratemos de conversar, solucionar, de dirimir el conflicto. Si no es posible dirimirlo, entonces te quedas tú también sin canal.

Eso se expresó públicamente, no fue una negociación suave. Omar Torrijos advirtió que si fracasan estas negociaciones una generación se inmolaría y no habría canal para nadie. Y a su vez Carter tenía detrás las águilas del Pentágono; también sabía que allí no se entendía la devolución de ningún canal para Panamá.

P. ¿Cuáles fueron los momentos más difíciles del proceso?

R. Yo no era actor primario ni mucho menos durante las negociaciones, pero sí estaba al tanto, cerca, en la cancha. Estaba muy cerca del jefe negociador de los tratados, que es el doctor Rómulo Escobar Bethancourt. Él es el estratega con Omar y a la vez opera en la mesa de negociación la línea de Torrijos. Ellos eran como dos en uno, pero alguien tenía que sentarse a negociar físicamente, y la parte panameña tenía un equipo especializado de primer orden; entre ellos grandes titanes: el doctor Arístides Royo, que fue Presidente de la República después, y Rómulo Bethancourt. Y del otro lado estaba Ellston Bunker y Sol Linowith. Y en la cumbre de ese proceso negociador hubo una comunicación directa entre Jimmy Carter y Omar Torrijos.

El general era el jefe, a su vez, de las Fuerzas Armadas nuestras. Era un militar, eso no hay que olvidarlo, y por lo tanto, había pasado por la escuela de Las Américas instalada en la Zona del Canal. Conocía perfectamente al adversario en términos militares, conocía los términos estratégicos de una ruta interoceánica en el centro de América Latina, sabía la envergadura de un dispositivo militar de diecisiete bases militares con veinticinco mil soldados de ocupación.

De manera que desmantelar ese sistema militar fue todo un desafío: no se estaba descolonizando un país africano con riquezas en el subsuelo, donde Francia o Italia se retiran. Tenía que quitarse algo enorme, el dispositivo militar de ahí. Pero como ese dispositivo militar forma parte de la estructura global de dominación, la entrega del Canal a Panamá incluye también el fin de la ocupación militar y el colonialismo.

Y ahí se inyecta en la negociación el concepto de desmantelamiento militar, no sólo de la devolución territorial ni de reivindicar la usurpación de la soberanía titular de la tierra, sino de lo que estaba instalado encima de la tierra, que eran las bases militares. Por eso, el tratado tiene un Estatuto de Fuerzas Armadas, tiene un calendario de cómo ir cerrando las bases, en qué fechas, en qué día y el inventario minucioso de bienes revertidos de esas bases militares.

Ese fue, precisamente, uno de los escollos más grandes. Se le decía explícitamente a los Estados Unidos estamos negociando el desmantelamiento militar de un dominio continental de ustedes en términos de fuerza: fuerza aérea, infantería, marina, todas las armas, a las orillas del canal.

Hay un especialista nuestro que yo admiro extraordinariamente -Adolfo Ahumada-. Él fue negociador del estatuto del desmantelamiento de las Fuerzas Armadas que forman parte de ese cuerpo que se llama los Tratados Torrijos-Carter, que se firman en el 77, entran en ejecución en el 79 y se deslizan hacia el 31 de diciembre de 1999, donde acaba todo y Panamá integra el territorio nacional y ellos se retiran. 

Nos entregan las llaves, se va el último soldado y nos quedamos con el canal, toda la tierra, todas las bases y toda la infraestructura que había ahí adentro. Y Panamá ha tenido que ir integrándola a la vida del país y, por ser una zona tan estratégica, al desarrollo económico de la nación panameña. 

El Canal de Panamá y sus áreas revertidas son un conglomerado marítimo ahora, no es una colonia, es una maquina económica, un motor de desarrollo.

P. ¿La intención de volar el canal era sólo un recurso de negociación?

R. Era real, era absolutamente real. Es más, estaba planeada una operación de volarlo, hacer entrar un contingente panameño al canal, a las esclusas y hacerlo estallar. Se ensayó esa operación y estaba lista para actuar con éxito.

Siempre se señaló que el canal era indefendible y que era muy fácil volar el Canal de Panamá. El mensaje estaba siempre allí: Negociemos porque ese Canal es indefendible aunque ustedes pongan un millón de soldados en una orilla y un millón en la otra, nosotros entramos y volamos una esclusa. 

En esos años hubo un ejercicio de mar a mar de defensa propia, sólo panameña, que se conoció como: "Ay, qué miedo!". Así se llamaba. Eso está en la historia nuestra como uno de los hechos más audaces de autodeterminación, decisiones soberanas propias, en medio de la negociación. 

Había asesores del Pentágono que le decían a Carter: No, Omar Torrijos te está metiendo cuento. Nosotros con unos cien hombres, de noche entramos al borde de una esclusa, paralizamos la esclusa y se cerró el Canal. Y si rompes todas las esclusas, ya no hay canal. 

Torrijos y Escobar Bethancourt en la conferencia de prensa que se realiza el día de aprobación de los Tratados en el Senado de los Estados Unidos expresaron claramente que existía un grupo élite entrenado para eso y que estaba allí muy cerca del agua del canal, y en caso de que fuera rechazado el tratado, volarlo. Esa fue la "Operación Potable." La operación que no se realizó pero existió.

A mi entender, el valor de Torrijos es inmenso, enorme. Nosotros nacimos como una república mediatizada. Dieciocho días después de declarar la república, se firmó un tratado a perpetuidad, que segrega esa zona y ellos hacen el canal y lo llevan adelante en un estado de exclusión de los panameños. Todo el siglo xx; y el último día del siglo xx termina todo y se integra por primera vez todo ese territorio a un Panamá sin presencia militar extranjera, con soberanía en todo el territorio que no la había tenido nunca. 

Por lo tanto, Omar Torrijos es el padre de la Independencia, de la Independencia real, no de aquella sino ésta, la que integró el territorio patrio.

P. ¿Cómo transcurrió el último día de la dominación norteamericana en el Canal de Panamá?

R. La entrega del Canal de Panamá fue el 31 de diciembre del 99. Era un Tratado a veintidós años. Hubo que convencer a la población panameña, de que firmado el tratado, había que esperar más de veinte años; son varias generaciones. El tiempo pasó y llegó el día; pero en mayo de ese año hubo unas elecciones que pierde el partido del torrijismo, y pierde en la figura de su hijo Martín Torrijos.

De manera, que asume el poder una mujer, que representaba otro liderazgo histórico que hubo en el país, el llamado panameñismo, de un viejo caudillo que se llamaba Arnulfo Arias; ella era la viuda de Arias. Ella, ya en el gobierno, recibe el Canal de Panamá ese día, el 31 de diciembre de 1999, al mediodía.

El edificio de administración de toda la estructura colonial del país tiene una larga escalinata, como una colina. En lo alto de la colina del edificio de administración se hace el acto protocolar de entrega del canal. Había un reloj regresivo hasta el día Cero, el segundo Cero, y allí estuvimos. Allí estaba la nación, que entendía la importancia de ese minuto, de esa entrega, de que las cosas no iban a ser nunca más las mismas, de que los Estados Unidos se iban definitivamente de Panamá a partir de ese día.

El torrijismo hoy luce fatigado ¿Hay fuerzas interesadas en negarlo, incluso entre los herederos del general?

Entre sus herederos consecuentes no, en el apelotonamiento posterior y confuso y de oportunistas, sí. Es políticamente complejo pero es, precisamente, por la fuerza de ese ideario que esos eventos ocurren. Arroparse en ese ideario pero no ser torrijistas. Chuchú les llamaba "torrijitos" o "torrijeros". No es una fatiga del torrijismo, sino por la propia propuesta histórica del torrijismo: resolver el problema colonial para discutir el país posible, el país posible de la equidad, el país de la justicia social, el país posible de la educación, el país posible de la erradicación del analfabetismo. 

P. ¿Cómo era el general Torrijos en su intimidad?

R. Omar era un hombre muy sensible, capaz de llorar por el dolor, sin vanidad, sin delirios de grandeza, lo cual lo hizo grande; era, también, un hombre de una sagacidad inmensa.

Gabriel García Márquez, amigo de Omar, nos visitaba con suma frecuencia. Él lo definió como una mezcla de una mula con tigre. Gabriel dice: Omar es una mezcla de mula y tigre. Creo que se acerca bastante a lo recio, a la tenacidad, a la persistencia y, al mismo tiempo, a la sagacidad, a la habilidad política. Era un hombre de consensos viniendo de lo militar. Era un hombre muy humano, extraordinariamente humano.

P. ¿Antes de la lucha por el Canal, en qué escenarios se curtió políticamente Omar Torrijos?

R. Es que él a su vez venía de una provincia pobre, de un pueblo pobre de la provincia más pobre del país: la provincia de Veraguas. Él nació en Santiago de Veraguas, que era la capital provincial. Era hijo de maestros rurales, era de una familia numerosa de hermanos y hermanas. 

Precisamente, acogerse a la formación militar en El Salvador, era por las pocas opciones económicas que tenía por provenir de una familia humilde. Él no es de cuna de oro, él no tiene estirpe ni apellido de la oligarquía. No fue a West Point, fue a El Salvador.

Él era hijo de dos maestros a mitad del país, en la pobreza. Y uno de sus hermanos, Moisés Torrijos, era un intelectual progresista, buen periodista, defensor de causas sociales importantes. Creo que influyó mucho en su hermano, fue él que le consiguió irse a estudiar. Así que Torrijos nace de ese punto. 

Lo que también es cierto es que hace una carrera militar formal brillante porque desde muy joven fue escalando altas posiciones militares. Ya en el 68 él es uno de los protagonistas del Golpe que se da y que luego deriva en el proceso nacional revolucionario que él encabezó a fines de los 60 y a inicio de los 70.

Hay un contragolpe en el 69; él sale del país y tratan de que se quede fuera, y él regresa. Estaba en México. Le dicen que le han dado un Golpe y él alquila una avioneta, un aerotaxi y se mete en el país de nuevo y eso es lo que levanta al gigante que el mundo conoce. Un hombre tumbado, un hombre que la CIA le había preparado una celada, le había cerrado las puertas del país, tomó la decisión de su vida y eso cambió también la historia de Panamá. 

Entonces, por vía aérea él se metió en una pista de aterrizaje en Chiriquí y a partir de ese hecho surgió ya la definición: queremos el Canal. Y empieza un proceso de institucionalización de esa lucha, con una Constitución nueva, la del 72, y con unos poderes importantes como jefe de gobierno para negociar el tratado. Es como una epopeya que arranca y no para hasta lograr alcanzar el objetivo: el Canal.

P. ¿El general Torrijos leía poesía?

R. Poesías románticas, de poetas del continente. Era un lector muy ocasional de poesía, pero sí leía novelas, biografías y documentos fundamentales de la política. Siempre leía algo y reflexionaba mucho. Citaba frases que le llamaban la atención. Pero lograr la epopeya sobre el Canal es su gran y definitivo poema que quedará en la historia. 

Claro, conocía los poemas de Chuchú, sus libros. Le regalé mi libro Dar la cara, Premio Casa 1975, Sé que lo leyó porque recuerdo que lo comentamos una noche. El y Chuchú escribían a cuatro manos textos no poéticos. O quizá todo fue un gran poema entre ellos, algo épico, una cosa admirable, conmovedora.

P. Dijo Alvaro Mutis que lo importante de una influencia es lo que suscita. ¿Qué autores o libros le han suscitado algo a usted?

R. Yo creo ser tributario y deudor de dos polos literarios, y no individualmente en un solo escritor o varios autores, sino de la literatura mexicana y de la literatura cubana. La vida me va ligando mucho a la literatura mexicana por las visitas que hacen a Panamá escritores que se vuelven amigos nuestros, como Efraín Huerta. 

A través de Efraín yo conocí a Homero Aridjis, a Carlos Pellicer, me mostraba la obra de Octavio Paz. Aunque hablábamos fundamentalmente de la poesía, hablábamos también de Carlos Fuentes, de toda la generación que le acompaña a él, de Rosario Castellanos.

En el caso de Cuba, yo veía a los escritores de la generación de Roberto Fernández Retamar; conocí muy tempranamente la obra compleja de Lezama y todas las generaciones de poetas cubanos, Eliseo Diego, Cintio Vitier, Fina García Marruz, César López, Waldo Leyva, y los jóvenes, hoy muchos grandes y consagrados.

Eso me hizo ver hacia el Caribe y hacia México. El impacto sudamericano de Vallejo, Neruda, que también fueron dominantes durante los años 60 y 70 en América Latina, yo no la padecí, yo sentí otra tonalidad en la poesía. Las noticias del coloquialismo, eso me viene por los cubanos, y me fui alineando hacia ahí.

Pero yo también tenía mucha conciencia de la propia literatura de mi país, Rogelio Sinán inaugura la vanguardia en el año 29. La vanguardia panameña tiene como su gran capitán a Rogelio Sinán.

P. Es excesivamente social la tradición poética panameña. ¿A qué obedece esa situación?

R. Es que ella está determinada por todo lo que ya hablamos. El hecho colonial generó una especie de afirmación o búsqueda, a través de la literatura, del ser nacional. Buscar ese ser nacional dondequiera que estaba diluido por la presencia colonial. Y un país pobre al lado de ese mundo aparte, ajeno, rico, metido dentro de nosotros, de nuestra tierra era una contradicción terrible. 

Es una de las grandes constantes de nuestra poesía, en generaciones sucesivas, una tras otra, incluso, desde el romanticismo panameño. Uno de los grandes poemas a Panamá se llama Patria, que cabalga a inicio del siglo 20, y el poema Al cerro Ancón, que es un cerro que quedó del lado de la ocupación. Fue escrito por una romántica, Amelia Denis de Icaza. Reclamar el derecho panameño a ese cerro, y el sentido de patria que le da el poema de Miró, son el arranque, una autopista donde las generaciones se van montando, cada una en su momento.

Estoy hablando de un recorrido del siglo 20, de casi todo el siglo 20. Es algo progresivo. Y obviamente, también coexiste con modernismos tardíos, romanticismos en desfase, pero los escritores importantes de Panamá están enlistados dentro de la gran corriente de la búsqueda de una poesía nacionalista, social, de compromiso, de identidad, de memoria.

P. Hay más definiciones de poesía que estrellas en el cielo. ¿Cuál es la suya?

R. La poesía entraña simultáneamente el misterio y la transparencia de la vida. Es una exhalación de tiempo, historia, mundo para compartir, como un pedazo de pan con los demás. El espejo viviente. Hija de la palabra y madre de la canción....

P. ¿A qué mundo aspira su poesía?

R. Yo no renuncio a la utilidad de la poesía como transformadora. Yo creo que ella es útil para producir menos dolor, para que haya un grado de felicidad. Yo sé que hay cambios tecnológicos importantes, pero siempre habrá poesía mientras existan los seres humanos. Eso es intrínseco a la vida. Lo que debemos es luchar para que sea más compartida, para que sea más degustada, para que no sea la cenicienta en las prioridades cotidianas. 

*Esta entrevista con el cinco veces Premio Nacional de Literatura de Panamá fue realizada el año pasado. Se publica en ocasión de la Feria Internacional del Libro dedicada a Panamá, donde circulan las obras de Orestes Nieto y quien originalmente estaba  supuesto a venir al evento, pero a última hora suspendió el viaje.