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Breve historia de la enseñanza del español

La enseñanza del español como disciplina escolar se constituyó en República Dominicana como fruto de los esfuerzos desplegados en sucesivos períodos, entre 1879, año en que Hostos fundó la Escuela Normal, y 1933, cuando Pedro Henríquez Ureña, superintendente General de Enseñanza, renovó los planes de estudios de letras. Esa enseñanza se implantó en la escuela dominicana con todos los elementos propios de esa área educativa en cualquier parte del mundo, los cuales la caracterizan en forma perdurable.

El plan de estudios de la Escuela Normal descansaba en cuatro áreas básicas: letras, matemáticas, ciencias naturales y sociales. La formación de los maestros normalistas se impartía en dos tipos de escuelas: la teórica y la práctica. Para Hostos, conocer era razonar y aplicar conocimientos.

El aprendizaje de las letras tenía una atención especial en el plan de estudios. No había una sola asignatura que abarcara todos esos conocimientos, como por ejemplo, Español o Literatura, nombres todavía inexistentes, sino un conjunto de disciplinas: lectura, escritura, retórica, gramática, etc. Entre estas, la lectura razonada era la principal.

Se privilegiaba el razonamiento y el conocimiento práctico y experimental. Se destacan la lectura, la escritura y la gramática como los ejes de la enseñanza de la lengua. Las disciplinas de letras estaban a tono con el perfil establecido para los normalistas en aquel tiempo, dentro de la orientación positivista.

Algunas limitaciones dificultaron la aplicación efectiva del proyecto hostosiano en la educación dominicana, en particular la enseñanza de la lectura razonada. Hubo obstáculos de diversa índole: intelectuales, materiales y políticos.

La enseñanza de la lengua posterior a la pedagogía de la lectura razonada de Hostos experimentó cambios significativos, aunque los aspectos esenciales permanecieron en los futuros planes de estudios. La gramática castellana, la lectura, la escritura, la conversación, etc., eran aprendizajes que se consolidaron en el primer cuarto del siglo XX.

La clase de composición emergía como una de las innovaciones más útiles y duraderas, la cual correspondía a la exigencia de la enseñanza práctica, particularmente en la comunicación escrita. Durante la intervención norteamericana, en la enseñanza de la lengua había tres disciplinas: lectura y escritura, lenguaje y castellano.

Esa distinción era funcional en los planes de estudios, pues representaba una graduación en el aprendizaje de la lengua. Lectura y Escritura simultánea y lenguaje eran materias impartidas en la enseñanza primaria, mientras que castellano correspondía a la enseñanza secundaria. La composición era parte esencial de la enseñanza del lenguaje en los primeros grados.

La distinción era también importante desde el punto de vista lingüístico. Se basaba en la separación conocida desde Hostos, entre lengua y gramática. Lectura y escritura y lenguaje eran áreas referidas a la lengua, a la comunicación, mientras que castellano, tal como se entendía en la época, estaba orientado sobre todo, a la enseñanza gramatical, es decir al conocimiento abstracto, conceptual de la estructura de la lengua.

Durante los años de 1919 a 1921, la Superintendencia General de Enseñanza renovó los planes de estudios de la educación primaria y la educación secundaria. La educación se extendió a nivel nacional en República Dominicana, abarcando toda la geografía del país. La Revista de Educación contiene suficiente información al respecto: nóminas, número de escuelas, lugares a los que se extendió la educación, etc.

Sin embargo, la educación en esa época estaba limitada por problemas no sólo de índole material, sino de concepción: era una educación muy autoritaria y en conflicto con las aspiraciones generales del pueblo dominicano.

En la nueva situación del renacer de la soberanía nacional, posterior a la intervención norteamericana, hubo necesidad de evaluar la enseñanza de la lengua. Autores como Ramón Emilio Jiménez criticaron la escuela antigua, la cual se caracterizaba por el empleo de métodos coercitivos, particularmente en el aprendizaje de la Aritmética y la Lectura Escritura en los primeros grados de la educación primaria.

El fuete, el calabozo, el guayo y la palmeta, eran instrumentos utilizados frecuentemente para forzar el aprendizaje de los alumnos, quienes a puros castigos y mediante la memorización, finalmente terminaban por aprenderse las lecciones. “El niño aprende mal porque amor pide rigor, y la letra entra con sangre”, era el fundamento de esa escuela.

En 1927, la fundación de la Academia de la Lengua fue un acontecimiento auspicioso para la enseñanza del español como lengua materna. Representaba la más alta atención por parte de la sociedad y el Estado acerca de las necesidades y los problemas que en torno a ésta entonces se planteaban.

Las orientaciones de épocas anteriores continuaron en la enseñanza de la lengua, aunque con cambios de designaciones y de algunos contenidos. En la enseñanza primaria la asignatura Lenguaje cambió de nombre, empezó a llamarse Lengua Castellana (Lenguaje Práctica); en la secundaria predominó la enseñanza de la gramática bajo la asignatura castellano, hubo un reforzamiento de los estudios gramaticales.

Hay que resaltar el mantenimiento de la clase de retórica, pero no como asignatura, sino como contenido de la asignatura castellano. En esa época el indicador más relevante de los cambios en la enseñanza de las letras lo constituyó la asignatura Historia de la Literatura, que poco a poco tomaba el espacio llenado desde épocas anteriores por la asignatura Retórica y Poética.

Desde el siglo XIX, la enseñanza de la literatura estuvo integrada a la enseñanza de la lengua, en forma de fábulas, leyendas, etc. en la expresión oral; también en la lectura de trozos literarios en verso y en prosa. Llegó la clase de composición y con ella se amplió su presencia en los ejercicios de lectura y redacción.

Luego, poco a poco, en el bachillerato fue apareciendo la asignatura Historia de la literatura. La presencia de la literatura como disciplina en la enseñanza del español se encontraba en esa situación cuando los hermanos Henríquez Ureña ocuparon las funciones de mayor principalía en la educación dominicana a principio de la década del 30, quienes dieron a esa disciplina el impulso decisivo en la escuela dominicana.

En Max predominó la perspectiva histórica. Fue una novedad la asignatura Literatura patria.

El concepto de Literatura comparada fue también una novedad. La manera de priorizar la literatura del país, estudiando la hispanoamericana y la española sólo en relación con aquella, implicaba un concepto altamente histórico (o historicista como sostenemos en otra obra) de parte del autor de

Panorama histórico de la literatura cubana, Panorama histórico de la literatura dominicana y Breve historia del modernismo,

obras que testimonian de la visión dominante acerca de la literatura en el quehacer literario de Max Henríquez Ureña.

Si Max Henríquez Ureña debe ser considerado como un gran reformador del sistema educativo dominicano en la década del treinta, su hermano Pedro debe ser tenido como el modernizador de los estudios de letras en República Dominicana.

El plan de estudios de la carrera de letras en la Universidad es un testimonio del impulso dado por Pedro Henríquez Ureña a la renovación de la enseñanza de la lengua y la literatura en el país, profundizando los cambios introducidos por Max. En dicho plan se advierten tres orientaciones: universalidad, historicidad y cientificidad.

La renovación de los estudios de letras se observa en la visión histórica y científica y en el fortalecimiento de la capacidad y práctica y teórica de los estudiantes.

En el conjunto de las disposiciones adoptadas por Pedro Henríquez Ureña con respecto a la enseñanza de la lengua, Castellano en las Escuelas Normales, Lengua Española en la enseñanza secundaria, se revelaba con claridad un pensamiento renovador de las letras en la educación dominicana, a tono con los grandes conocimientos y con las experiencias que este gran humanista había acumulado en otros países en base a sus escritos y a sus prácticas docentes.

El programa de enseñanza de la lengua de Pedro Henríquez Ureña superó los anteriores planes de estudios. A la vez puso en evidencia una progresión continua en la renovación de las concepciones, los contenidos y las estrategias de la clase de lengua, incorporando también aspectos ya establecidos en esa enseñanza.

La conceptuación de la nueva clase de literatura, los contenidos y las estrategias de lengua española oficializados en ese periodo constituyeron los cambios más radicales en el siglo XX en los estudios de letras en República Dominicana. Por primera vez, se distinguieron y especificaron la clase de lengua y de literatura, pues la tradicional asignatura Poética y Retórica asumía las dos subáreas.

En ese programa se superaron también la concepción y la nomenclatura de la gramática, actualizando su enseñanza acorde con las orientaciones más actuales. Sobre todo, se superó el concepto de que la gramática castellana era el núcleo, sinónimo de la clase de español.

En los estudios primarios la clase de lectura y escritura así como de español propiamente dicho, conocido también como lenguaje, se habían implantado y codificado de tal manera que en el país, como en toda América hispánica, se usaban los mismos métodos, planes de estudios semejantes, y con frecuencia los mismos libros de textos y de consulta.

La enseñanza de la literatura había superado la antigua clase de retórica y poética, orientándose hacía las dos vertientes principales que trajo la modernidad en los inicios del siglo XX: el estudio directo mediante la lectura de obras literarias completas y el estudio histórico a través de la consideración de la literatura como realidad cultural diversa: literatura dominicana, hispanoamericana, española y universal.