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Compadre Padre Juan

Cuando a una le florecen los recuerdos, siente nostalgia. Volver al pasado es reencontrarse con momentos de una niñez feliz, con el ejercicio demorado de lo que fue y no logró hacer en la adolescencia y con una adultez de encajes labrados que vienen atados con fuerzas acopladas y otros desatados con la discreción del tiempo. Algunas veces, a causa de algo preciso y hermoso renace con mucha añoranza lo que fue y lo que pudo ser. Así me ha pasado al leer el libro "Compadre Padre Juan". Con él he revivido un pasado arropado por la fragancia de una familia noble por su impecable honestidad, por su cariño a quienes les rodeaban y los que eran sus vecinos, por sus creencias religiosas y su recto comportamiento. Les hablo de la familia Montalvo-Arzeno.

A Juan le conocía cuando era pequeña y lo perdí de vista cuando siendo adolescente se marchó al Seminario Santo Tomás de Aquino, en Santo Domingo para comenzar su carrera de sacerdote diocesano. Aunque no volví a verlo, sabía de él. Supe que entró luego en la Compañía de Jesús, en La Habana. Lo que me unía a él, a pesar de no verle, era la amistad con su hermano menor Luis Emilio, y la visita, muchas veces, a la tienda de su madre Gloria Arzeno, a quien todos, con mucho cariño y respeto, llamábamos Doña Chichí.

"Compadre Padre Juan" cuenta la vida completa de Juan Montalvo, SJ., escrito con mucha emoción y cariño por su sobrina Rosalina Perdomo, con anécdotas, fotografías que hacen revivir un tiempo tranquilo y sonriente, y testimonios que me hicieron que volviera a mi memoria la figura de ese sacerdote tan querido, de esa Moca tranquila y deliciosa, con el padre Flores en la iglesia Corazón de Jesús. Al volver a ver las fotos, a Doña Chichí con todo el cariño que aún siento por ella, a Don León del Rosario y a su esposa Doña Ciana Collado, una pareja que, aunque ricos, tenían sencillez y eran humildes, queridos por el pueblo, como eran los ricos de aquellos tiempos; a Rosa Julia, la hermana del padre Juan, mujer bellísima, con un matrimonio y una familia ejemplar, a la cual recuerdo con mucha ternura, han brotado lugares y personas que formaron parte de mi vida.

Conocer ahora lo que fue durante toda su vida el padre Juan (SJ) es como si me abrigara ahora la misma vida ya pasada. Me veo yendo a misa los domingos, estudiando en el colegio de las monjas salesianas, comulgando los primeros viernes de cada mes, caminando en procesiones, rezando cada noche, pidiendo a Dios la paz, un consuelo, una vida equilibrada, ofreciéndole mi alma, y mucho más. Así he renacido a una infancia y juventud con recuerdos y pasiones, con nostalgia y alegría, recobrando espacios en las calles y vecindarios, rememorando a la gente de mi pueblo que ya no está, más que nada a una familia (Montalvo-Arzeno) que llegó de la mano de mis abuelos, y a Luis Emilio, amigo de infancia que hace poco fue a entregarme este libro que como ven, forma parte de mí misma.

Compadre Padre Juan, sigues en mi corazón, y contigo floreció en mí la memoria de alegría e ilusiones y doy gracias a Dios por haberte dado lo que fuiste.

Denver, Colorado

Compadre Padre Juan, sigues en mi corazón, y contigo floreció en mí la memoria de alegría e ilusiones y doy gracias a Dios por haberte dado lo que fuiste.