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Madrecita mía

“Madrecita mía, cariñito blanco de mi vida entera, madrecita mía, alborada dulce de mi soledad. Cariñito mío, quiero yo tejerte con mis penas blancas, la canción más pura, la canción más santa de mi inspiración. Madrecita mía, Corazón de Dios, mi melancolía se ha tornado blanca solo por tu amor. Hay en tu mirada, luces de oración, cuando tú te fijas en tu niño triste, Corazón de Dios. Déjame que llores y no llores tú, que al llorar recuerdo tu canción de cuna, Corazón de Dios. Madrecita mía, yo te cantaré, repitiendo siempre, tres palabras santas: Corazón de Dios... Tres palabras santas, Corazón de Dios...

Llega la Navidad junto con los regalos, los besos, los abrazos, los arbolitos encendidos, las cenas con sus tragos de ron, whisky, cervezas, vinos, ponches y un sinfín de cosas buenas. Es un tiempo precioso para muchos, aunque para otros, no. Pero eso sucede siempre, a cualquier día, en fechas de fiestas y señales, ya que unos ríen y a otros les toca llorar. Me encanta la Navidad. Unas veces he llorado y en otras ocasiones he disfrutado de los días de sol, de lluvia, de calor, de frío, del reencuentro con amigos. Estoy enamorada de esa vida.

Y como la vida es así: Una vuelta y otra vuelta, he tenido en la mente, en el alma, en el corazón, el recuerdo de mi madre. He sentido mucho amor en todas las madres, las que están en esta vida y las que ya se han ido para otro lado. Es por eso que he pensado que es para todas las madres, estén donde estén. ¿Por qué tener un solo día, último domingo de mayo, para estar junto a ellas y celebrar con alegría su amor por nosotros? Y con solo regalos demostrarle nuestro amor. Celebrar el Día de las Madres junto a cada día y cada noche de Pascua es el mejor regalo para esa mujer que vive dentro de nuestro corazón y cada uno de nosotros vivimos en su alma. Amar a una madre no solo es comprarle regalos, flores, abrazos y besos, y si ya se nos ha ido hacerle misas y oraciones. Cada día de amor y comprensión, de sonrisas y visitas es lo mejor que podemos entregarle.

Esa canción que inicia este artículo, tiene sus saudades, sus buenos recuerdos, y así hay que tejerla con nuestras penas blancas para que esa madrecita linda nos regale su mirada con luces de oración. Cariño materno es lo mejor y más puro que podemos tener en nuestros días, ella lo es todo. Nos escucha, nos responde con cariño, sus besos son tesoros, sus abrazos devuelven la tranquilidad. Madrecita linda, corazón de Dios, tres palabras santas, Corazón de Dios...

Punto y seguido: Hoy les deseo, queridos lectores, estimadas lectoras, todo lo bueno que pueda existir en sus vidas en esta Navidad y junto a su madrecita santa, esté donde esté. Me contaba un sacerdote que Dios, al crear a la mujer, le dio también la maternidad porque sintió que fue su mejor creación. La hizo fuerte, trabajadora, equilibrada, silenciosa, observadora, cariñosa, besucona, abrazadora y le dijo que si hay que dar un chancletazo o un pellizco que lo dé a quien tenga que darlo, que sea suave y cuando no haya otra alternativa.