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Cuando se quiere de veras

“…como te quiero yo a ti, es imposible mi cielo, tan separados vivir…”

Hace tiempo que estoy bolereando, y eso me hace feliz. Canto de voz en cuello, nada bueno, pero sí que me envuelve la vida con alegría de recuerdos desde mi juventud. Cantar y bailar, aunque sea sola, sin nadie que me acompañe, sin gracia, sin buenos movimientos, pero moviendo las caderas, con la voz en el cielo, es una terapia navideña, veraniega, primaveral y otoñal. Sé que muchos de mis lectores queridos y lectoras solidarias, se reirán de mí. Pero no importa. Reír es algo que también endulza el tiempo. He decidido escribir esto en línea contraria a tantas malas noticias que se leen, se escuchan por la radio y se ven por la televisión. Así es que, al leerme en este disparate, ríase de mí, de lo que escribo y de lo que hago. Ja, ja, ja.

Con mis años, que son muchísimos, me he ido dando cuenta de que la alegría uno puede acomodarla aunque haya tristeza. Que para vivir un poco en paz con uno mismo, aunque alguien lo traicione, mirar al cielo, ver las nubes moverse y florecer, el sol despertarse mientras la luna se va de ronda, sonreírle a los árboles del patio, es más que una medicina, que dos botellas de ron, de acostarse en la cama a llorar y poner la cara como un serruche gastado. Naturalmente, los problemas físicos y psíquicos causan dolor, hacen brotar lágrimas por montones, el corazón late con ritmo acelerado y a veces le dan ganas de morir.

No deje de llorar, de lamentarse, de quejarse, de decir cuatro o cinco malas palabras, de tomarse un traguito de ron o un vaso de cerveza. Hágalo. Enciérrese en su habitación. Pero luego, pasados unos minutos, unas horas, un par de días, salga y piense solo en usted en cómo y cuándo acomodarse. Sé que hay problemas que causan tanto dolor que no vale ni un mes, ni siquiera un año para tratar de sanar la vida. Todos hemos pasado por eso, y hasta hoy recordamos con ansiedad lo que nos pasó tiempo atrás, incluso cuando niños. Así es la vida. Pero si puede hacerlo, cante, aunque sea acompañado de lágrimas y dolores. Sé que hay cristales rotos dentro de cada uno y no hay manera de reconstruirlos y si uno trata de hacerlo, quedan las marcas para siempre. Entonces trate de envolverlas en sábanas pintadas y échelas a un lado.

Quiero, mis queridos lectores y estimadas lectoras que esta Navidad sea solo de alegría. Y que no haya recuerdos angustiosos como los hay siempre y cosas que nos golpean al levantar la copa para celebrar. “Dile a Fragancia que yo la quiero, dile que pienso en ella, aunque no piense en mí...” Ya ven, continúo cantando y deseando que mi mala forma de cantar llegue a ustedes con todo mi cariño y que Dios los proteja.

Punto y aparte: Deseo que el regalo de Navidad que nos dé el gobierno de Danilo Medina, sea romper la impunidad de la corrupción, amarrar los asaltos, la violencia contra la mujer y los asesinatos. Y sobretodo que haya paz y sed de justicia.

“Dile a Fragancia que yo la quiero, dile que pienso en ella, aunque no piense en mí...”