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La Inquisición en Santo Domingo (I)

Leyendo el libro “Heterodoxia e Inquisición en Santo Domingo (1492-1822)” de Juan Esteban Deibi, quien ganó el Premio Siboney en 1982, en el que cuenta de una alteridad judía, morisca y heterodoxa y el papel desempeñado por la Inquisición frente a minorías étnicas y religiosas, que en mayor o menor medida incidieron en la historia política, social y económica de la colonia, es algo para saber a fondo lo que sucedía en La Española en las primeras décadas del siglo XVI entre judíos y hebreos españoles que permanecieron fieles a su fe mosaica, lo cual no fue irrelevante. Unos y otros pasaron a la isla Española y al resto de las Indias pese a habérseles prohibido la entrada. Junto a ellos convivieron también, aunque en forma oscura, esclavos moriscos y cristianos de origen musulmán procedentes del reino nazarí de Granada.

Santo Domingo se convirtió en el blanco preferido de los países enemigos de España. Los piratas y contrabandistas protestantes perjudicaron la fe católica con la propaganda de luteranos y calvinistas. Con lo cual hay que destacar también la ideología racista que tuvieron los españoles en contra de los “impuros” de ascendencia judía y árabe. Conviene tener en cuenta que la Inquisición jugó un papel muy importante, y se ha sostenido, según las investigaciones del autor de este libro que las hizo en los Archivos Generales de Sevilla y Madrid, que ya para ese tiempo existía la Inquisición en el Nuevo Mundo.

Todo exceso o crimen cometido por los indígenas cristianizados, frailes y fieles, eran absueltos luego de su confesión auricular. Según se cuenta en este libro, el franciscano Bernardo Boyl, designado vicario apostólico, con poderes inquisitorios bajo la autoridad del Papa, impuso censuras eclesiásticas al Almirante Cristóbal Colón. Diego Colón, su hijo, 2do. Almirante, pidió autorización para la búsqueda de herejes y lo hizo con una acomodada interpretación como gobernador de La Española. Y la primera solución formal, que no era generosa, la hizo del Padre de Las Casas, ordenando que dos de los judíos fueran muertos en hoguera. ¡Oh mi Dios...! leer este libro hace temblar el corazón, y aunque no estoy en contra ni de los católicos, ni de los cristianos, ni cualquier otra religión, me gustaría que de verdad existiera el infierno para que esos inquisidores asesinos sintieran el fuego abrasador como lo hicieron contra esos judíos que sí creían en Dios, no en Jesús, y continúan creyendo en ese Dios bueno y generoso que vive en nuestra alma.

Me cuenta mi hijo, Van-Troi Perozo que investiga sobre el origen de los mocanos, que nuestros apellidos llegaron de los judíos que vinieron de las islas Canarias, de Andalucía, Extremadura y Castilla. No olvidemos, que aunque se les impidió entrar a los lugares “descubiertos” ellos tenían que huir de España. Todo esto resulta muy interesante ya que es bueno saber muchos tenemos apellidos de origen judío. Sé que a algunos les molestará pero ahí vamos y ahí estamos.

Denver, Colorado