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El Cachote, un paraíso escondido en la sierra de Bahoruco

EL CACHOTE, Barahona.- En este bosque nublado, donde la naturaleza ofrece más de una manifestación de belleza, una comunidad decidió proteger como un tesoro los recursos naturales que rodean su entorno.

Asistidos por la Sociedad Ecológica de Paraíso (SOEPA), asociaciones comunitarias de El Cachote y San Rafael, así como del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los campesinos pusieron en marcha hace cinco años el proyecto ecoturístico El Cachote, como una demostración de que se puede vivir del bosque sin destruirlo.

Cuando se llega a las escarpadas lomas de la referida zona, donde se encuentra la reserva ecológica Padre Miguel Fuerte, es que se constata el valor de los lugareños que, integrados en una cooperativa, reciben beneficios directos de la actividad turística.

Sin más promoción que el rumor que va de boca en boca, y el sitio electrónico www.paraisord.com, los mentores del proyecto, entre éstos Martiano Moreta, quien funge como su vocero, tienen la esperanza de que su empresa ecoturística se convierta en un modelo para la región Suroeste y para el país.

Primero, porque los moradores de esta zona manejan información sobre las características del bosque y la necesidad de preservarlo, y segundo porque la explotación del mismo ha permitido que mejore la calidad de vida de decenas de personas.

Antes de iniciarse el proyecto, el bosque estaba amenazado por la deforestación, ya que algunos habitantes se dedicaban a la tumba y quema de árboles para establecer pequeños predios agrícolas, debido a que no tenían otra forma de subsistencia.

Sin embargo, existen fincas en donde, sin depredar, se cultiva aguacate, batata, guandules, limón dulce, naranjas, tayota, yautía y café, que de por sí es una planta que protege el suelo de las erosiones.

RIQUEZA DE EL CACHOTE

La ruta que lleva a El Cachote comienza en la comunidad de La Ciénega, en Barahona, e implica un trayecto de 20 kilómetros que parecerían el doble para quienes hacen el recorrido por primera vez.

El viaje, que se puede hacer en mulo o en camioneta, es un verdadero disfrute no solamente por las frías temperaturas, sino por el despliegue de helechos, bromelias, orquídeas, ébano verde y otras plantas endémicas.

Al maravilloso paisaje se unen los cantares de las aves que se posan de rama en rama, y que no parecen callar aunque llegue la noche.

Dada su característica de bosque nublado, a medida que se avanza parecería que se toca el cielo, y las gélidas gotas de lluvia demuestran la riqueza de los ecosistemas de la región Suroeste.

En El Cachote nacen los ríos Cortico y Nazito, los cuales suplen de agua a un canal que riega alrededor de 75,000 tareas en los municipios de Enriquillo y Oviedo. Esa cuenca también es el nacimiento de los ríos Palomiro y San Rafael.

Pero en el Centro Ecológico de El Cachote, que no es más que un gran salón destinado para acampar, la bienvenida es un pequeño camino rodeado de flores silvestres bañadas de rocío, no importa la hora que sea.

En esa rústica pero acogedora instalación, los visitantes pueden bañarse con agua lluvia almacenada en aljibes, comer, contemplar la hermosura de una zona virgen, y conocer, a través de los relatos de los campesinos, cómo se vive en las cercanías de un lugar paradisíaco.

Ese centro, al que todavía le faltan algunos detalles de terminación, tendrá además murales informativos sobre los datos científicos del bosque, en materia de flora y fauna.

Dormir en ese lugar, ubicado a 1,200 metros sobre el nivel del mar, es una de las experiencias más gratas por la eterna sinfonía de los insectos, y tanto se puede hacer en casas de campaña, como en una cabaña con camas dobles, que tienen capacidad para diez personas.

También está la alternativa de pernoctar en las casas de los campesinos, lo cual es una buena opción para los que quieran conocer el estilo de vida de estos protectores de la naturaleza.

RUTA DE LA JIBIJOA

Rafael Asmar es uno de los guías del proyecto ecoturístico. El conoce de cabo a rabo la reserva ecológica Padre Miguel Fuerte, donde se estableció el sendero de la Jibijoa.

Ese camino, en el que están identificadas las plantas endémicas que forman parte del bosque, tiene ese nombre en honor a una especie de hormiga que tiene su refugio en los árboles.

Asmar, de 54 años, y quien ha permanecido toda su vida en El Cachote, tiene memorizados los nombres científicos de todas las plantas del lugar, así sean los musgos más raros.

Durante un recorrido de dos horas, que incluye una visita a la cuenca del río Nizaíto, este campesino es capaz de sensibilizar al ciudadano más indiferente sobre la importancia de proteger al medio ambiente.

Al terminar el trayecto, en las inmediaciones de su vivienda, Asmar despide a los visitantes con los brazos abiertos, y con una sonrisa que invita a volver de nuevo.