Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Lecturas

BUSCANDO A GALINDEZ

Expandir imagen
BUSCANDO A GALINDEZ

Muchos dominicanos que mencionan con frecuencia a Jesús de Galíndez saben que su desaparición en Nueva York, el 12 de marzo de 1956, dio inicio a una estela de acontecimientos que culminó en el asesinato de Trujillo.

Lo que pocos saben es que con excepción de los exiliados políticos dominicanos que denunciaban a Trujillo como culpable, las autoridades policiales norteamericanas no creían inicialmente que el dictador tuviera alguna conexión con la desaparición de Galíndez.

Mientras la policía de la ciudad de Nueva York realizaba sus pesquisas rutinarias, las sospechas del FBI estuvieron dirigidas inicialmente, por sorprendente que ello sea, hacia otra agencia del gobierno federal estadounidense, la CIA.

En el momento de su desaparición, Galíndez era un personaje de muchos rostros. Además de impartir clases en la Universidad de Columbia, Galíndez era también el representante del gobierno vasco en el exilio, actividades éstas que compartía secretamente como informante del Buró Federal de Investigaciones, FBI.

Lo que el FBI no sabía era que Galíndez también había sido reclutado por la CIA y que percibía pagos de esta agencia a cambio de reportarle acerca de las actividades de los vascos en los Estados Unidos, particularmente de aquellos de inclinación comunista.

Al desaparecer Galíndez, el director del FBI creyó que la CIA había tenido algo que ver con este hecho y se dispuso a demostrarlo, sin hacer mucho caso al ruido que hacían los exiliados dominicanos en Nueva York que desde el principio sospechaban de Trujillo.

Quienes sí compraron la idea de que el dictador dominicano había tenido algo que ver con la desaparición del profesor vasco fueron dos académicos de la Universidad de Columbia, uno de ellos profesor de carrera, el Dr. Frank Tannenbaum, y el otro, visitante de aquella institución, Germán Arciniegas.

Estos dos sabían que Galíndez había terminado de escribir su tesis doctoral acerca de la dictadura trujillista, y entendían que podía haber una conexión directa con este hecho, pues Galíndez había manifestado en varias ocasiones su temor a que Trujillo ejerciera alguna represalia contra él debido a un artículo que él había publicado en la primera edición de la revista Cuadernos Americanos, en Buenos Aires, en abril de 1955, titulado "Trujillo el Benefactor: Un reportaje sobre Santo Domingo".

En el mismo año de su desaparición, la tesis de Galíndez fue publicada en español con el título "La era de Trujillo: Un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana". Santiago de Chile: Editorial del Pacífico, 1956. 452 p. Más que este libro, lo que parece haber desatado la ira de Trujillo fue el artículo precedente en el que Galíndez avanzaba datos de su tesis, en particular la falsa noticia de que Ramfis era hijo adulterino de María Martínez con un cubano.

Ante la campaña de los exiliados en Nueva York, así como ante el hecho de la publicación de la tesis doctoral de Galíndez en Chile, Trujillo lanzó también su propia campaña publicitaria contra Galíndez y su obra y para ello se valió de varios escritores y periodistas que publicaron varios artículos y folletos, entre los cuales se destacan los siguientes:

Sixto Espinosa Orozco y José Angel Saviñón, "Galíndez, el comunista: su labor de corrupción política". Ciudad Trujillo: s.n., 1956. 23 p, traducido al inglés y publicado como "The truth about Galíndez". Ciudad Trujillo: Dominican Press Society, 1956. 13 p.; Pedro de Mesones, "Mamotreto de Galíndez sobre Hispanoamérica". Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1956. 28 p.; Manuel de Moya Alonzo, "Galíndez sin máscara". Ciudad Trujillo: s.n., 1956. 13 p.; Germán Emilio Ornes Coiscou, "Galíndez uncovered". Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1956. 7 p. (Reproducido de El Caribe, abril 25 de 1955); José Antonio Osorio Lizaraso, "El libro de Galíndez: una obra cínica y procaz". Santiago de Chile: Impr. Colombia, 1956. 28 p., publicado en francés como "Le livre de Galíndez: un ouvrage cynique". Santiago de Chile: s.n., 1956. 36 p.; Gastón. A. Baquero, "Tiresome and Useless Book". Ciudad Trujillo: s.n., 1956. 8 p. (Translation from "Diario de la Marina", Habana, August 18, 1956); Baquero, Gastón. "Un libro inútil e insidioso". Ciudad Trujillo: s.n., 1956. 8 p.; publicado en francés bajo el título "Un livre inutile et fastidieux". Ciudad Trujillo: s.n., 1956. 8 p.; Rafael Leonidas Trujillo Molina, "The Other Side of the Galíndez Case". New York: Dominican Republic Cultural Society of New York, 1956. 16 p.; Pedro de Basaldúa, "Jesús de Galíndez". Buenos Aires: Editorial MAC-CO, 1956. 106 p.; y Antonio Bonet, "La Verdad sobre la Era de Trujillo Refutación de la Era de Galíndez". Managua: s.n., 1957. 197 p.

El mismo Trujillo publicó cartas con su firma y espacios pagados al New York Times criticando a Galíndez como comunista, y lo mismo hicieron Joaquín Balaguer y el embajador dominicano en Washington, Manuel de Moya Alonso, quienes hasta llegaron a argumentar que Galíndez había simulado su propio rapto para promover publicitariamente su libro como parte de una conspiración comunista internacional con participación soviética.

Para despejar sospechas de su participación en el caso Galíndez, en julio de 1957, Trujillo contrató al prominente abogado de Nueva York, Morris L. Ernst, para realizar una investigación independiente que examinara las denuncias y expusiera cualesquiera evidencias hubiera a favor o en contra suya.

Este abogado contrató a su vez a un antiguo fiscal de Nueva Orléans y ex-juez de la Corte Suprema del Estado de Nueva York, William H. Munson, así como a un equipo de investigadores, y de inmediato se pusieron a examinar las acusaciones que le hacían al dictador dominicano.

Luego de una ardua y detallada investigación, estos abogados concluyeron metódicamente que no encontraron evidencias que implicaran directamente a Trujillo con la desaparición de Galíndez, pero sí encontraron rastros de un vuelo sospechoso desde las afueras de la ciudad de Nueva York hacia un pequeño aeropuerto de la Florida realizado por un piloto norteamericano llamado Gerald Lester Murphy, la misma noche en que desapareció Galíndez.

La reconstrucción detallada de este vuelo, denunciado inicialmente por la revista Life, sirvió para descartar la primera acusación de los exiliados dominicanos que argumentaban que a Galíndez lo habían raptado y lo habían llevado a un barco en el puerto de Nueva York, en cuyas calderas habían incinerado su cadáver.

Al actuar precipitadamente, Trujillo cometió dos grandes errores. Uno fue contratar a Morris L. Ernst, y el otro fue publicar el informe de este abogado mimeografiado en inglés y español en las siguientes versiones: Morris L. Ernst, William H. Munson, y Alan U. Schwartz, "Report and Opinion in the Matter of Galíndez: Investigation Made at the Request of the Dominican Republic". New York: Sydney S. Baron Company, 1958. 98 p, y 176 p.; e" Informe y concepto en el asunto de Galíndez: Investigación hecha a requerimiento de la República Dominicana". New York: Sydney S. Baron Company, 1958. 142 p.

De inmediato aparecieron en la prensa norteamericana los primeros análisis del "Informe Ernst" como consta en "The Importance of Being Ernst", Reporter (Jun 26, 1958): 182, y en "The Ernst Report", The Nation 186 (Jun 14, 1958): 526. Leyendo este informe era difícil evitar concluir que Trujillo había sido el responsable del rapto de Galíndez, y que Murphy resultaba sospechoso de trasladar al profesor vasco a la República Dominicana.

El informe de Morris L. Ernst, publicado en junio de 1958, dio un vuelco completo a la atención del FBI, que entonces se interesó por extender su investigación a la República Dominicana, y aquí comenzaron los problemas más graves para Trujillo quien, al verse seguido de cerca, trató de borrar las evidencias eliminando físicamente a los testigos y participantes en el rapto de Galíndez.

Esa historia y su bibliografía merecen un comentario aparte.

Es como si sus autores hubieran perdido el miedo a publicar sus recuerdos, revelar sus secretos y presentar públicamente sus pareceres, o como si, por fin, los interesados en aquella "era gloriosa"  hubieran podido reunir las informaciones necesarias