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Zona fronteriza
Zona fronteriza

Los haitianos que cruzaron los límites

Las provincias fronterizas acogen a miles de extranjeros que buscan trabajo, educación y servicios

ZONA FRONTERIZA. En la Sierra de Bahoruco hay una división natural de la frontera, en donde existe un sendero que colinda con la comunidad Los Arroyos, de Pedernales. Por este camino se puede entrar y salir de Haití a República Dominicana, y viceversa.

En el lado haitiano hay una decena de casas donde viven familias hacinadas. Una joven madre cuenta que desde aquí ha cruzado sin documentos hacia República Dominicana, y en una ocasión se trasladó 450 kilómetros, a La Romana, donde pasó un mes en casa de una pariente. Un vecino que la acompaña cuenta que estuvo por un tiempo en la zona céntrica de Pedernales, y regresó.

Por el sendero los haitianos cruzan diariamente a territorio vecino, a pies o en mulo. Algunos son agricultores que trabajan en fincas de dominicanos, o niños y mujeres en busca de agua o provisiones alimenticias. Retornan luego a varios poblados de su país, entre ellos Thiotte, a unos 10 kilómetros.



A más de 300 kilómetros de Pedernales, en la desembocadura del río Masacre o Dajabón, en la bahía de Manzanillo, un haitiano transporta en barcas a sus compatriotas que regresan a su tierra luego de hacer compras o trabajos domésticos en hogares de dominicanos. A las 6:40 de la tarde de un jueves, el guía de la embarcación pregunta al equipo de Diario Libre si quiere cruzar. "¿Cuánto cuesta?", le preguntan los periodistas. Él no responde una tarifa fija. Por RD$25 o RD$100 ofrece sus servicios.

Aunque en el momento en que Diario Libre estuvo en este informal paso fronterizo no había vigilancia militar, en el destacamento de la Policía Nacional de la comunidad confirmaron que el punto es custodiado, y es conocido como un modo tradicional que los trabajadores crucen desde y hacia Haití.

Los que no regresan

Miles de inmigrantes que han cruzado a lo largo de la frontera, de forma legal e ilegal, no han regresado. En República Dominicana encuentran trabajo en los sectores construcción, agrícola y servicios. Así, los resultados de la Primera Encuesta Nacional de Inmigrantes en la República Dominicana (ENI-2012) indican que a ese año había 458,233 personas nacidas en Haití, representando el 87.3 % de la población extranjera.

El movimiento es parte de una migración que es tan vieja como la industria azucarera, y que se estima aumentó tras el devastador terremoto que afectó a Haití en 2010. Se marchan de un territorio considerado el más pobre de América y del hemisferio occidental, que con una población superior a los 10 millones, al 2013 tenía un PIB corriente de US$8,459 millones, que representa el 13.8 % del PIB dominicano.

En la Sierra de Bahoruco hay pueblos agrícolas como Ávila, Aguas Negras y Los Arroyos, donde la población haitiana supera a la dominicana en más de 90 %, y las escuelas tienen una matrícula de esa nacionalidad que sobrepasa el 85 %. Los asentamientos fueron aumentando conforme los agricultores encargados de cuidar las fincas traían a sus familias.

Campesinos haitianos que procuran abastecerse de agua. 

Al comparar los datos de los dos últimos censos de 2002 y 2010, se establece que la población dominicana en las cinco provincias fronterizas se redujo en 17,375 en ocho años, al pasar de 302,752 habitantes a 285,377, mientras que la extranjera -en su mayoría haitiana- aumentó 29,163, subiendo de 6,227 personas a 35,390. 

Para la ENI-2012 la población de origen extranjero en estos territorios ya sumaba 65,449. Montecristi es la provincia que concentra la mayor cantidad, movidos por el empleo que generan las fincas bananeras y de arroz. Cuando en el 2002 se contaron 2,284 inmigrantes, en 2010 había 13,279, y para la ENI-2012 ya eran 22,179 (18.9 % de los habitantes).

POBLACIÓN DE LAS PROVINCIAS FRONTERIZAS SEGÚN LA ENI-2012

Provincia

Población total

Población de origen extranjero

 

Absoluto

Relativo

Absoluto

Relativo

 Montecristi

117,238

100.0

22,179

18.9

 Dajabón

66,208

100.0

7,880

11.9

Elías Piña

62,596

100.0

14,566

23.3

Indepedencia

57,722

100.0

12,775

22.1

Pedernales

26,926

100.0

8,049

29.9

TOTAL

330,690

65,449

 

La mayoría vive en precarias casas de madera y zinc, siendo más de la mitad alquiladas por dominicanos. En estas viviendas pueden habitar varias familias con hasta 14 niños o más. 
Un censo finalizado en el 2013 por el Cuerpo Especializado en Seguridad Fronteriza Terrestre (Cesfront), arrojó que 2,420 familias haitianas, que suman 12,642 personas, están asentadas en 98 % de manera ilegal, en el borde limítrofe de 15 kilómetros que corresponden a República Dominicana. El 89 % cocina con leña o carbón, provocando daños profundos al medio ambiente.

De estas migraciones se producen uniones entre dominicanos y haitianos, naciendo un descendiente conocido como arrayano, que la Real Academia de la Lengua Española lo define como una persona que vive en la zona fronteriza o es oriunda de ella. Pero la gente de la frontera considera a un arrayano como un hijo de padre dominicano y madre haitiana, y viceversa.  

En las zonas rurales agrícolas de la frontera sur, los jornaleros haitianos cultivan suelos agrestes arrendados a dominicanos bajo el modo de aparcería. Esperan cosechar habichuelas o maíz, y darle un porcentaje a su patrono. Sin técnicas especializadas de cultivo, presionan las parcelas, degradando los suelos. Es común verlos cocinar a orillas de la carretera o en las fincas, y llevarse a sus hijos pequeños a las labores del campo.

Caída la tarde, hay agricultores que cruzan el río Pedernales para retornar a su patria. En eso andaban dos hombres la tarde de un martes, ambos con aspecto cansado, con las manos callosas y las uñas negras por la tierra. Caminaban por la carretera que conduce a Mencía, en Pedernales. Terminaban una jornada por la que cobran RD$150.

Agricultures regresan a Haití tras culminar su jornada de trabajo en fincas de dominicanos en Pedernales.

Maestros dominicanos de estudiantes haitianos

Los inmigrantes haitianos en las provincias fronterizas acceden a los servicios de los hospitales y clínicas rurales, especialmente de obstetricia. Solo en el centro provincial Ramón Matías Mella de Dajabón, hasta el 35 % de los RD$475 mil de su presupuesto mensual se va en atención a esta población.

Interior del hospital Ramón Matías Mella de Dajabón.

El sistema escolar acoge una cantidad importante de estudiantes haitianos que viven en territorio dominicano o que cruzan desde Haití. Forman parte de los más de 44 mil alumnos de ese país que registra el Ministerio de Educación en el nivel preuniversitario.

En la Escuela Primaria Ávila, ubicada en una comunidad rural de Pedernales, un hombre está frente a un grupo de estudiantes. Es el director y único maestro del centro multigrados sostenido por el Estado dominicano. Eugenio Ledesma enseña a 88 alumnos en dos tandas de Básica, hasta cuarto grado. "El 90 por ciento es haitiano, son nacidos y criados por aquí", dice.



A tres kilómetros está la escuela inicial y básica de Aguas Negras, donde cuatro maestras enseñan a 265 estudiantes, hasta séptimo grado, siendo el 85 % haitiano. "No todos entienden perfectamente el español, a veces hay que dividirlos en sesiones y tomarse un tiempecito para ellos", dice la directora Sagrario Pérez, quien recorre unos 18 kilómetros para llegar desde el pueblo a la escuela.

Ella sabe un poco de creole y considera que en las ciudades de provincias lejanas se critica la situación fronteriza sin conocerla. "Uno que está por acá con ellos sabe cuál es la situación, qué en realidad el Gobierno está haciendo por ellos. Aquí en esta comunidad se les está dando a los estudiantes alimento, educación, uniforme y zapatos", dice.

Inclusive, las maestras tratan de tener cuidado con las niñas, ya que cuatro fueron violadas por haitianos, motivando a que las clases en horas de la tarde en vez de terminar a las 6:00 concluyan a las 4:30.

Muchos estudiantes de ambos recintos no tienen acta de nacimiento porque sus padres son indocumentados. El Ministerio de Interior y Policía indica que son pasibles de repatriaciones si no regularizan su estatus una vez culminen los plazos dados por el Gobierno para esos fines.

También hay otras situaciones. En Dajabón, la Escuela José Ramón López recibe más de 10 alumnos que atraviesan el paso fronterizo cada día, a pesar de que la directora asegura que no cuentan con permiso de la Dirección General de Migración.

"Es una costumbre vieja", dice la directora Ruth Rodríguez. "La comunidad internacional quiere que nosotros les demos albergue, y de hecho se les da, pero entonces tenemos a (la Dirección de) Migración por otra parte. Cuando les solicitamos que les permitan entrar a tiempo para que estén en la escuela a las 8 de la mañana, nos ponen todas las trabas de lugar, pero ellos hasta ahora están llegando".

La mañana de un viernes de mercado fronterizo en Dajabón, un grupo esperaba que abrieran el portón del paso para llegar al centro educativo. En un momento los alumnos intentaron cruzar por debajo de la puerta y los guardias les recriminaron. Debieron pasar junto con la multitud de comerciantes a las 8:10.



Pero también ocurre lo contrario. Un martes, bajo el sol abrasador de la una de la tarde, nueve hermanos entre cinco y 16 años entraban a territorio dominicano por el paso fronterizo de Pedernales. Regresaban a su casa en Los Cayucos, sudados y con las medias y zapatos sucios de polvo, tras caminar desde una escuela en Anse-à-Pitres, Haití.

Una de las hermanas dijo a Diario Libre que desconoce por qué sus padres los inscribieron del otro lado de la isla. Explicó que se alistan desde las 5 de la mañana para estar en la escuela a las 7 de la mañana. Por la caminata diaria, cambian los zapatos varias veces al año. "A veces me siento mal y no puedo ir a la escuela", se quejó la adolescente.

Aunque los hermanos carecen de documentos migratorios, los militares los dejan pasar. "El estudiante en la frontera tiene su preferencia", expresó un guardia a Diario Libre.

Los hermanos vestidos con el uniforme de la escuela haitiana donde estudian.

¿Incentivo a dominicanos en la frontera?

En Pedernales e Independencia existe una convivencia pacífica entre haitianos y dominicanos que se percibe en las zonas comerciales de los pueblos, donde los empleados son haitianos. En cambio en Elías Piña, Dajabón y Montecristi, la división de relaciones por nacionalidad es más marcada.

"Yo tengo una casa que tiene un depósito de agua, y cuando llega agua del acueducto lo lleno, y es para darle agua a ellos (los haitianos). Convivimos juntos y comemos juntos", dice el dominicano Julio Volquez, residente en Mencía.

Pero en el municipio Pedro Santana, de Elías Piña, hay gente que no está conforme. Es miércoles de noche y un grupo de profesores pasa balance a los problemas del pueblo. Hay una situación que es la que más repiten. Aunque confiesan que sus empleadas domésticas son haitianas, les preocupa la migración.

Para la ENI-2012, en la provincia vivían 62,596 personas, y 14,566 (23.3 %) eran de origen extranjero, en su mayoría haitiano.

Vicente Contreras, un maestro de 64 años, considera que los dominicanos que habitan la zona son "guardianes de la frontera". De repente propone algo: que el Estado les subsidie los servicios o les dé algún incentivo laboral para motivarlos a quedarse.

"Los que vivimos aquí, ¿usted sabe cómo yo les llamo? Traga balas. Si nosotros decidiéramos irnos todos de aquí, ya aquí no se llamara Pedro Santana, esto fuera una región o un pueblo puramente haitiano, y nosotros hemos resistido eso y estamos aquí", concluye.

Puente sobre el río Artibonito en Elías Piña.

Inmigración japonesa y el remanente fronterizo

En la frontera quedan remanentes de 1,319 japoneses, agrupados en 249 familias, que llegaron al país a partir de 1956 con la promesa de la dictadura trujillista de trabajar terrenos aptos para la agricultura. Se instalaron en ocho colonias a nivel nacional, entre estas en Dajabón, Manzanillo (Montecristi), Duvergé (Independencia), y Altagracia y Aguas Negras (Pedernales).

Miembros de la familia Tabata.

Debido a la ausencia de las condiciones agrícolas prometidas, muchos retornaron a Japón o emigraron a Sudamérica.

En Aguas Negras quedan tres familias del linaje de los Tabata, con su patriarca Hajime Tabata, de 95 años de edad. Viven hoy del cultivo del café y habichuela. Ante la falta del servicio energético en el pueblo, se auxilian de paneles solares.

En La Vigía, Dajabón, está el Monumento Conmemorativo de la Inmigración Japonesa, construido en 1981 para el 25 aniversario de la llegada del primer grupo que se asentó en esta colonia.

La acogida en el país de miembros de la comunidad nipona ha permitido que en Dajabón haya un aspirante a regidor del Partido de la Liberación Dominicana (PLD): Takeshi Mukai.

  Aspirante a regidor por Dajabón.

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