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El antes y después de negocios debajo del puente de Línea II del Metro

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El antes y después de negocios debajo del puente de Línea II del Metro
Exterior de la casa de Emilia Pérez, lugar donde antes de iniciarse la construcción del puente de la Línea II del Metro funcionaba una tienda de videojuegos. (PEDRO JAIME FERNÁNDEZ )

SANTO DOMINGO. Mientras realiza el último corte a un trozo de tomate que le queda en su mano izquierda, en el barrio de Gualey, Emilia Pérez recuerda con nostalgia su antigua tienda de venta y alquiler de videojuegos, convertida hoy en un depósito para alimentos y algunos utensilios. Los estantes fueron desmantelados, desde el momento en que se iniciaron los desalojos para la construcción del puente de la segunda línea del Metro de Santo Domingo y ahora sirven para colocar allí los anafes que utiliza la mujer, en su nueva forma de obtener ingresos. Ella vende comida a los obreros que realizan la obra.

Desde una silla de plástico, frente a la pequeña casa de dos niveles donde antes funcionaba la tienda de videojuegos, Pérez vigila un caldo que se cuece en un enorme caldero puesto sobre uno de los anafes, mientras se nota cómo ha evolucionado el entorno luego de que las máquinas excavadoras, camiones, palas mecánicas y equipos de ingenieros irrumpieran en el sector para erigir el puente, paralelo al Francisco del Rosario Sánchez, que conectará a Santo Domingo Este con el Distrito Nacional a través de la red ferroviaria.

“Tengo que vender comida o si no me muero de hambre”, dice la señora Pérez, que vive en el lugar desde mucho antes de que su pelo encrespado se tornara blanco.

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Infografía
Vista aérea del barrio de Gualey, donde se realiza la construcción del puente de la línea II del metro que unirá a Santo Domingo Este con el Distrito Nacional a través de la red ferroviaria. (PEDRO JAIME FERNÁNDEZ)

Aunque la casa de Pérez está justo debajo del puente Francisco del Rosario Sánchez, a varios metros del lugar donde se construye el puente por el que recorrerá el metro, esta asegura que es insoportable el polvillo, pese a que un camión rocía con agua el improvisado camino, y los ensordecedores ruidos que provocan las maquinarias que allí se utilizan para cortar algunos metales o colocar los soportes.

Justo al frente estaba el colmado de Bienvenido Montilla, que ahora es una pequeña tienda de prendas de fantasía y está a cargo de su mujer, Marilyn Montilla, dado que este enfermó y no podía estar más al frente del negocio que –según cuenta- decayó con el desalojo de las más de 42 familias que indemnizó la Oficina Para el Reordenamiento del Transporte (OPRET) en 2015.

“Nosotros vendíamos bien pero al llevarse toda la gente nos han dejado solos. Hemos tenido que hacer malabares para poder sostenernos”, dice Marilyn Montilla. Quien describe su condición económica como muy mal.

Al otro lado del río, en el sector Ribera del Ozama, los residentes múltiples historias similares de bancarrota de pequeños negocios y cambios drásticos en el entorno que ahora es frecuentado por obreros, algunos de los mismos sectores, y que se han convertido en los ocasionales clientes de los comercios que han sobrevivido.

Carlos Morillo, propietario de un pequeño colmado que aún se mantiene a pesar de la poca afluencia de clientes, pide la intervención de las autoridades en esta comunidad para que les trasladen hacia un lugar digno en el que puedan vivir junto a sus familias.

Señala que ha habido derrumbes en la zona y que están en constante peligro por la delincuencia que afecta a estos sectores marginales, así como los problemas de basura y desechos que van a parar al río Ozama.

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