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Lo que el turismo inmobiliario se llevó

SANTO DOMINGO. Bajo un sol candente un hombre camina en la arena con un pequeño maletín negro al hombro. Juan Heredia lleva collares y otras bisuterías, el tipo de artículo que por 28 años vende en la zona turística de Juan Dolio. Pero no lo hace satisfecho. Debe compartir con más de 400 compañeros de labores los turistas que se hospedan en los pocos hoteles del área. Cuando se acerca a los propietarios de los apartamentos que han sustituido el otrora esplendor de los resorts, percibe que lo consideran un intruso.

“Ahora mismo lo que se puede encontrar solamente es playa y apartamentos, más nada. Este hotel –dice señalando hacia su izquierda- se llamaba Barceló Capella, lo vendieron a una compañía que se llama Hemingway, y ellos lo tienen cerrado hasta segunda orden”, dice Heredia.

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Infografía

El cierre del Barceló Capella Beach Resort, de 500 habitaciones, se produjo este año. Ha sido el más reciente de una serie de clausuras de hoteles en Juan Dolio, una demarcación a 40 minutos de la capital dominicana, que para la década de los 70 era “la playa de Santo Domingo”, recuerda Julio Llibre, directivo de la Asociación para el Desarrollo Turístico de Juan Dolio y Guayacanes. Hoy se promueve como una zona de turismo inmobiliario, con ofertas de apartamentos de entre US$1,800 y US$2,800 el metro cuadrado.

La Asociación de Hoteles y Turismo de la República Dominicana (Asonahores) registra que entre 2005 y 2015 han cerrado 10 hoteles en la provincia San Pedro de Macorís, la mayoría en Juan Dolio. Estos son, además del Barceló Capella Beach Resort, el Barceló Decameron Beach Resort, Barceló Embassy Beach Resort, Barceló Naiboa, Hotel Barceló Colonial Tropical, Grand Caribe (Hotel Meliá Juan Dolio), Hotel Playacanes, Howart Johnson-Hotel Macorix, Best Western Metro Hotel Golf & Marina y Occidental Playa Real.

Los 10 recintos representaban más de 2 mil habitaciones hoteleras e igual cantidad promedio de empleos. Algunas de estas viejas estructuras dan un aire de ciudad fantasma al entorno. Muchos de los que ocupaban sus plazas laborales se trasladaron al mercado hotelero del este del país, otros se dedicaron al sector informal o fueron absorbidos por el turismo inmobiliario.

Hay quienes aprovechan el empleo que generan los hoteles grandes que quedan: Coral Costa Caribe, Coop Marena Beach Resort (de la cooperativa de los maestros) y el antiguo Embassy Suites (dentro del complejo del Metro Country Club). Estos tres agrupan 892 habitaciones.

¿Por qué cambió la oferta?

Llibre es también presidente de Coral Hospitality Corporation, una empresa que administra condominios que se han levantado para aprovechar la apacible playa de Juan Dolio, que incluyen más de mil apartamentos. Estos son Costa del Sol I y II, Marbella y Las Olas, y el hotel Coral Costa Caribe.

Estima que en la zona hay entre 10 y 12 grandes proyectos inmobiliarios con más de 2 mil habitaciones. Uno de ellos –dice- del proyecto Club Hemingway, ya ocupa parte del terreno que pertenecía al Barceló Capella Beach Resort. La meta es construir más.

Los propietarios de las unidades habitacionales son extranjeros o dominicanos que las ocupan como segunda o primera vivienda, propia o rentada. Van desde una habitación, de entre 80 y 110 metros cuadrados, hasta un “penthouse” de entre 300 y 400 metros cuadrados.

¿Por qué este sector tomó impulso y el turismo de hoteles decayó?, se le pregunta a Llibre. “Los hoteles tradicionales carecían de actualidad, entre otras razones (...) El mercado de la tour operación tradicional todo incluido desapareció prácticamente de Juan Dolio”, responde.

Agrega que por muchos años el destino Guayacanes-Juan Dolio estuvo “prácticamente fuera del mapa turístico del país”, por las malas condiciones de la carretera. “Era un polvazo permanente”, recuerda.

Ese mal estado de la vía de acceso desmotivaba la llegada de turistas que arribaban al país a través del aeropuerto de Punta Cana, ubicado a unos 136 kilómetros de distancia. A esto se sumaba la erosión de la playa.

El Gobierno intervino la playa, se incluyó a Juan Dolio en la Ley de Incentivo Turístico y se replanteó la densidad habitacional. Se construyeron dos campos de golf (con posibilidad de adicionar dos), un estudio de cine internacional y la autovía del Coral, que acortó la distancia con el aeropuerto a 1 hora y 24 minutos aproximadamente. Esto interesó a los inversionistas hacia el sector del turismo inmobiliario. No obstante, falta más.

“Todavía hoy en día no se ha concluido la interconexión de la planta de tratamiento de aguas negras con todo lo que realmente se ha ido desarrollando inmobiliariamente en la zona, con graves consecuencias a la ecología”, dice Llibre.

Otras faltas como supermercados, centros de salud, más restaurantes y otros lugares de servicios que provean soluciones próximas a los nuevos inquilinos, son oportunidades laborales que Llibre cita como compensación a los empleos que se han perdido por el cambio al turismo inmobiliario, incluida la oportunidad que genera la misma construcción de los edificios.

“La mayoría de estos condominios no tiene una oferta de alimentos y bebidas internamente porque los desarrolladores han preferido que eso quede como un ‘outsourcing’, como parte de lo que realmente debe proveer la comunidad”, dice. Entiende que el reemplazo del sector inmobiliario en la calidad del empleo llevará entre cinco y 10 años a un municipio de más de 14 mil habitantes.

A la pregunta de si conforme se expandan los condominios en Juan Dolio disminuirá el espacio de la playa asequible al público, incluidas áreas con sombras de palmeras, Llibre responde: “Toda la playa es pública, hay unas vías de acceso (...) Pídele al Gobierno que te siembre los cocos en las playas”.

¿Algún inversionista está pensando en volver a abrir un resort?, también se le cuestiona. “No, nadie está pensando en hotel convencional”, afirma.

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