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En directo - El vino de Neyba

Eran incomprensibles, a mis ojos infantiles, esas enramadas de parra de los bohíos de tejamaní de los campesinos de Neyba. No entendía si esas enredaderas de donde pendían famélicos racimos de uvas incomibles, eran de adorno o para combatir el sol implacable.

Pero poco a poco, gracias a la testarudez de la esperanza, la vid se trasladó a los surcos y la uva soñada se hizo realidad.

Quién hubiera apostado a ese milagro. Bahoruco es una provincia especial en el país. Es la única en que el viñedo forma parte del paisaje y la industria vinícola un renglón esencial de la producción económica.

Más de cien años de soledad bastaron. Pero hubo que derrochar paciencia y hacerse el tonto y el ridículo. Hasta que brotó el caldo de los dioses: el vino. En adelante, todos acudimos a celebrar alzando la copa.

Con ternura y orgullo disfruto la sensacional noticia. Estuve en Neyba en una actividad educativa y no pude detener mi emoción cuando observé la mesa principal del acto decorada con enormes racimos de uva y orondas botellas de vinos de vidrio, con sus corchos, sus etiquetas y sus leyendas llamativas. Parecían doncellas en busca de pretendientes.

Lo primero que me dije fue: qué comparones son los neyberos. Enseñan sus uvas y sus botellas de vino, como si fueran de verdad. Pero sí, lo eran. El producto estaba ahí. En otras provincias la mesa hubiera estado decorada con flores, naturales o artificiales. Ese es un lujo que sólo los neyberos pueden dárselo, sin uvas y vinos ajenos de importación, sino propios.

No pude contenerme. Me acerqué a la etiqueta de una de las botellas y leí: "Vino tinto. Tempranillo".

La comparonería de los neyberos era más de lo que creía. Me dije: hasta ya tienen un lenguaje de la enología internacional que se escucha en boca de los vinicultores y de la gente común en las calles y en el parque central. Es el lenguaje que usa la cantidad cada vez mayor de vendedores en todos los paraderos de la comarca.

Luego, explorando aún más la etiqueta quedé con la boca abierta: "Vino joven elaborado por métodos artesanales. Tiempo de fermentación y maceración con sus pieles: 15 días". ¡Qué osados son!, me dije.

Cuando terminé de leer eso, ya alguien me había descorchado la botella, diciéndome: "degústalo y verás lo bueno que está el vino". Hasta ese verbo usan.

Eso hice y probé. La etiqueta me sugería las características: "Vino de intensidad de color medio, cuerpo ligero y paladar suave. Ideal para arroces, pastas en salsa de tomate y pollo". Si no hubiese sido por el menú, me hubiese creído estar en Francia o en España.

Esa sola descripción me sedujo, y me tomé dos o tres copas. Entonces me convencí. El vino de Neyba es un logro. Tinto, dulce, agrio. Sobre todo, si pensamos en la expresión de Martí: "Nuestro vino es agrio, pero es nuestro".

Aunque, debo decir que no se aplica al vino de Neyba en la primera parte. Es nuestro vino, y es dulce.