El camino más corto a la competitividad
Los industriales se han desgañitado hablando de la necesidad de ser más competitivos, para ser exitosos como exportadores y salir airosos frente a las amenazas que traen los acuerdos de libre comercio. Llevan mucho tiempo proponiendo medidas razonables, como bajar el costo de la energía eléctrica, eliminar la exportación de impuestos, promover los "clusters", facilitar el crédito a los pequeños y medianos productores, eliminar el monopolio en el transporte de carga, etc.
Desde su Olimpo, cada presidente de la República hace una musaraña institucional o legislativa que calma ánimos y despierta esperanzas, pero la economía sigue favoreciendo a los productores de bienes y servicios no transables y a los importadores.
Pasan los años, se gasta una gran energía en reclamos que son justos, pero que no son escuchados, y se consigue muy poco, pues a los políticos tradicionales no les interesa una verdadera modernización del país. ¿Existe un camino más corto para lograr que el país sea más competitivo? Claro que sí.
El camino más corto es luchar por el cambio del modelo político clientelista y corrupto que nos mantiene rezagados y reemplazarlo por uno donde haya verdadera rendición de cuentas y castigo para los que van al poder a hacer realidad la consigna de "robar es primero". La historia del sector eléctrico corrobora la afirmación anterior. En ese sector la corrupción puede mostrar un extenso catálogo de fechorías, ninguna de ellas castigadas, que explican por qué tenemos tanto tiempo recibiendo energía cara y precaria. Un cambio de modelo económico no va a solucionar ese problema si el Estado sigue garantizando la impunidad de quienes utilicen nuestro sector eléctrico para lucrarse ilícitamente.
Lo mismo ocurre con el monopolio en el transporte de carga, que se sustenta en el miedo que algunos gobiernos les tienen a sus beneficiarios y en el apoyo que otros les dan a cambio de respaldo político y económico en las elecciones. Si se modifica el modelo económico y resulta que no hay ningún organismo público con capacidad técnica y legal para caracterizar ese monopolio y dictar las resoluciones que obliguen a su desarticulación, ni tampoco tribunales políticamente independientes que puedan refrendar el sustento legal de las mismas ante posibles reclamos de los afectados, seguiremos pagando caro el transporte de carga.
Hay muchos ejemplos más que demuestran que lo prioritario es cambiar el modelo político. Cada vez más gente lo entiende así. Sin embargo, los empresarios más comprometidos con el modelo no quieren que cambie, pues arriesgan perder las grandes ventajas que la corrupción les ofrece. Para otros, el riesgo es verse sometidos al chantaje de las hienas del poder. Para algunos, tener que renunciar a la emoción de subir las escalinatas del Palacio Nacional puede resultar traumático. Pero para la gran mayoría de los empresarios, el mayor riesgo es no arriesgarse, pues están en desventaja frente a los más privilegiados y el valor presente de sus flujos futuros de caja no depende de favores, sino de su trabajo. Esos son los que honran al empresariado dominicano y serían los más beneficiados si se eligiera el camino más corto a la competitividad, pues muchos de ellos no están en condiciones de esperar demasiado.
El camino más corto es luchar por
el cambio del modelo político clientelista
y corrupto que nos mantiene rezagados.
Diario Libre
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