Gobernar es escoger

Quien gobierna un país, o dirige cualquier empresa o institución, tiene la obligación de escoger entre acciones que parece harán bien y otras que harán menos. Es la cuestión ética de dirigir o mandar a un conglomerado.

No siempre las fronteras entre el bien y el mal están delimitadas. El acto de dar algo, por ejemplo, que produce un bien momentáneo, podría tener resultados funestos si la persona se convierte en un parásito social.

El gobernante, en ese aspecto, se parece mucho al médico que se ve en la disyuntiva de extirpar antes que dejar morir, pero que al hacerlo produce una limitación en el paciente.

Los mejores gobiernos no son siempre los que escogen hacer menos daño, sino los que deciden tomar las decisiones que parecen correctas aunque provoquen dolor y angustia. En un mundo de bienes escasos, no hay recursos para invertir en todo y algo se tiene que quedar.

La sabiduría del buen gobierno radica en escoger el mayor bien y luego saber explicar por qué se tomó esa decisión. Esa es la misión del estadista.

Diario Libre