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¿Qué falta?

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¿Qué falta?

-Oiga usted, filósofo Vitriólico, después de la lluvia que se llevó la terrible sequía, y llenó los campos de alegría, ¿qué más hace falta?

-Bendita el agua, principio y continuidad de la vida, pero el humano no se sacia con el agua. Es mucho lo que falta para salir de la estrechez, ensanchar la mente y el espíritu, y conformar al humano que aspira al desarrollo.

-Ah, Vitriólico, usted con sus cosas, ¿y qué es lo que falta?

-Sepa que falta casi todo.

-Explíquese, por favor.

-Echo de menos la actitud comprometida con un proyecto de nación. No solo decir que se es, ni que se quiere, sino demostrarlo cada día, comenzando al amanecer desde la cama cuando se pone el pie sobre el suelo hasta que de noche el cansancio le derrumba en busca de reparación a través del sueño.

-Y a qué actitud comprometida se refiere, ¿a la suya, la mía, del lector, los políticos, o los que gobiernan?

-Hablo aferrado a un solo lienzo que cobija a los ciudadanos portadores de un bagaje cultural, de sangre y pertenencia a un suelo, que los identifica como dominicanos. Ese lienzo se venera pero no se honra.

-Le quedó bonito, Maestro Vitriólico, pero, ¿acaso no se contradice? ¿Qué es eso de que se venera pero no se honra?

- No se honra porque a pocos les duele de verdad el destino de este terruño tan maltratado, abandonado en ocasiones, saqueado en otras, que parece caminar a la deriva orientado por la mano de la virgen de la Altagracia, o por la carambola sideral. Y esa es la razón por la que buena parte de la juventud considera que su mejor proyecto de vida es emigrar, irse, insertarse en sociedades estructuradas, ordenadas, con promesa de futuro.

-No entiendo lo que quiere decir.

- Usted puede tener un compromiso con su país sin haberlo acordado con nadie, porque se espera que cada ciudadano, y, ¿usted lo es, verdad?, ponga lo mejor de sí para contribuir al progreso de su comunidad; simplemente eso. Ese compromiso lo tenía la juventud del siglo pasado, la heroica y romántica, la que se impuso a la odiosa intervención gringa, la que montó la democracia e impulsó la ideología del progreso aunque fragmentada por el caudillismo, la de Cayo Confites, Luperón, 14 de junio, 30 de Mayo, Manaclas, 24 de Abril, y otras más, pero ya no existe.

-Bueno, pero supongo que cada cual hace lo que puede.

-Si, correcto, hace lo que puede para destruir lo que nos une y representa. Cada cual tirando por su lado para quedarse con un pedazo de pastel.

-Pero eso no es lo que veo. Aquí cada cual alega tener soluciones de salvación.

-Si, en los medios de comunicación se soluciona todo y también con la misma ligereza se crean y destruyen reputaciones.

-Y, entonces, ¿qué pretende?

-Simple, que en cada área se haga lo que haya que hacer. Nada más. En la vida pública, organizarse y ejecutar, sin temor a lo que digan los medios ni a las mediciones de popularidad; situarse por encima de los intereses de corto plazo y mandar al carajo el miedo a perder eventuales votos. No malgastar tanto tiempo en realizar lo vital. Y hacer cumplir la ley, estrictamente, sin excusas de padrefamilismo alguna.

-Y, ¿en la vida privada?

-Aprender a ser ciudadanos. Exigir derechos, pero sobre todo cumplir con los deberes.

-Este hombre está loco, como si estuviéramos en la escuela.

-Escuela, si. Eso mismo es lo que falta. Aprender a convivir en un ambiente limpio, sin tirar basura a la calle; pagar los servicios públicos, ¿oyó?, pagarlos sin excepciones; respetar el medio ambiente, mimarlo; hablar y escuchar la radio y televisión sin montarse sobre el ruido, explotando el tímpano del vecino; beber, si es que tiene que ingerir alcohol, sin creerse que se es más hombre por estar borracho, cuando la verdad es que disminuye en su dignidad humana; conducir con cortesía y prudencia en vez de bloquear los cruces; bajar la agresividad; en fin, civilizarse.

-Un momento. Usted habla de educación cívica.

-Sí, que falta a tantos, pero que podría adquirirse, ¿usted no lo cree? En el papel hay un proyecto de nación que convive junto a una pereza monumental para llevarlo a cabo. Ni siquiera ha sido posible ejecutar una campaña masiva y continua de educación ciudadana, y las que existen se acompañan con pretensiones de promoción personal. Y esto vale para el sector público como también el privado. Veo señales esperanzadoras, atisbos alentadores, pero hay que pasar del dicho y robustecer el hecho.