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Rasgarse las vestiduras por el Tribunal Constitucional (1 de 3)

El filósofo Vitriólico conversa con uno de sus alumnos en un ambiente rural de montaña, sin las tensiones propias de las urbes. Allí el pensamiento vuela y se purifica.

-Venerado filósofo Vitriólico, me siento muy turbado y confundido. Dígame usted si tiene sentido que algunos grupos locales se mantengan sin cesar flagelándose y flagelando a su país por el dichoso tema de la inmigración ilegal y masiva de los haitianos y de los mentados derechos de sus hijos nacidos aquí a obtener la nacionalidad dominicana. ¿Y nosotros, es que acaso no tenemos derecho a dictar nuestras normas en nuestro propio territorio?

-Querido discípulo, eso de flagelarse no solo se veía antes en las semanas santas antiguas y fervorosas. No. El asunto viene de más viejo y requiere de tratamiento psiquiátrico. Es un complejo de culpa enquistado en lo profundo de algunas almas, cuya expiación consiste en que los dominicanos tengamos que pagar los errores propios y los de los vecinos. Al final, porque todos los caminos llevan hacia ese final, estaremos condenados a vivir errantes por el mundo, como los judíos, expulsados de nuestro propio territorio.

-¿Cómo así? No lo entiendo.

-Fíjese, el pecado original lo cometió el gobernador Osorio, con sus devastaciones, que dejaron la isla sin resguardo de población y permitieron que gradualmente se perdiera el territorio del oeste.

-Pero usted habla de la época colonial y del imperio español, no de estos tiempos.

-Es que la vida es una sucesión de hechos vinculados entre sí. Y las devastaciones modelaron una forma de hacer y pensar, la del abandono del territorio para proteger, porque en el fondo era eso, el monopolio de comercio de la corona. Y ahí vale aquello de que la sal, o sea el sazón, costó más que el chivo.

-Pero no veo relación con lo que pasa ahora, que algunos grupos locales quieren hacer linchar a los miembros del Tribunal Constitucional. A esos mismos grupos nunca se les ha visto defendiendo la necesidad de respetar la integridad del territorio y de parar la inmigración masiva ilegal.

-Viene de donde le acabo de decir. Tenga presente que esos grupos siempre resaltan el daño que los dominicanos puede que hayamos hecho a los vecinos en el pasado, y nunca tienen en cuenta la dimensión del daño que ha llegado de allá hacia acá. Y no olvide, pues es muy importante, que nunca los hemos invadido, pero ellos sí lo hicieron en muchas ocasiones, y ocuparon por las armas, con violencia y brutalidad nuestro suelo. En esta época han seguido ocupándonos, de forma pacífica, pero ocupándonos. No le quepa duda, que el perro aún con el hocico quemado sigue buscando huevos.

-Ah, verdad es.

-Esos grupos nunca recuerdan y más bien minimizan el degüello que los vecinos cometieron en Moca en 1805, encerrando en la iglesia a gente indefensa y masacrándola, pero en cambio convierten en hiperbólico el otro degüello, el de 1937, también abusivo y despiadado. Ambos fueron atroces y nunca debieron suceder. Fueron hechos que ya debían estar superados, porque la historia de cada pueblo en el mundo relata sucesos horribles, y si no piense en la Alemania de Hitler, o en cualquier otro pueblo civilizado ahora pero brutal y cavernario antes, y sin embargo eso pueblos han conservado su autoestima intacta. No veo razón para mantener tan baja nuestra autoestima cuando más que culpables somos víctimas.

-Pero, maestro, aquí algunos quieren insuflarnos un complejo de culpa.

-Así es, pero es masoquismo pasar la vida expiando males ajenos, sin reaccionar, contemplando cómo se destruye pacíficamente nuestra estructura como nación, pues pocos se atreven a exigir firmeza en la defensa de nuestro derecho inalienable a sobrevivir como nación soberana. Lo peor es que esos grupos, muy activos y con acceso a los medios, tratan como racista a todo aquel que defienda el derecho que tenemos a ser soberanos y desprecian el que tenemos a imponer normas en nuestro territorio. Y no es cuestión de color de la piel, sino de que cada nación tiene su territorio y ejerce su soberanía en ese espacio.

-Tiene usted razón.

-Muchos dominicanos ni siquiera se atreven a hablar del tema porque los tienen atemorizados y si se expresan les cuelgan el San Benito de odio racial, antihaitianismo, y no sé cuántas cosas más.

-Pero usted no es psicólogo, ¿no es verdad?

-Soy de todo un poco porque me asiento en lo humano.