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A propósito de la reforma laboral

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A propósito de la reforma laboral

"Por ejemplo, un trabajador que llevara 30 años en una empresa y que disfrutara de una remuneración de 2,000 euros mensuales tendría derecho a una indemnización máxima de 42 mensualidades (tres años y medio) de salario, es decir, 84,000 euros; mientras que el coste de no renovar el contrato de seis meses de un trabajador temporal que cobrara 1,500 euros mensuales, apenas le supondría al empresario un coste de 200 euros. Lógicamente, por mucho que el trabajador con un contrato indefinido fuera mucho menos productivo y su salario anual bastante más alto, inevitablemente seria el empleado temporal el despedido." (Juan Rallo, economista español)

La economía dominicana ha mostrado, tradicionalmente, una gran resistencia a reducir el nivel de desempleo. Es cada vez más difícil encontrar un empleo; y cuando la expectativa de encontrarlo desaparece y el desempleado decide no seguir buscando un trabajo resulta que estadísticamente ese sujeto ya no es un desempleado. Curiosamente, el desaliento reduce el desempleo. A través del tiempo se ha perfilado un mercado de trabajo marcado por las rigideces que impiden una saludable generación de empleos.

Un mercado laboral flexible es fundamental. Es un requerimiento que es mucho más obvio en tiempo de crisis. España es un buen ejemplo. El impacto desastroso que ha tenido la crisis financiera sobre ese país ibérico ha sido magnificado por la previa adopción del euro -lo que dejó a España sin la posibilidad de aplicar una política monetaria basada en su propio interés- y por las rigideces de su mercado laboral. Dentro de los altísimos niveles generales de desempleo en la economía española, la juventud ha sido el segmento más golpeado. Y la razón de ese impacto entre los más jóvenes está relacionada con las prestaciones por desempleo. Un trabajador, dependiendo de los años laborados, podía ser beneficiado con una compensación equivalente a 42 salarios mensuales. Ante esa realidad, y en el marco de la crisis financiera, las empresas optaron por despedir a los más jóvenes. El economista Rallo explica que a comienzos de 2012 el desempleo entre los jóvenes menores de 25 años era del 53%, mientras que la de los mayores de 55 años apenas alcanzaba al 16%. Se trata de una realidad creada por las regulaciones laborales. Se espera que con la reforma laboral del 2012 haya un cambio significativo en esta situación.

El estancamiento del mercado laboral dominicano es fuente de gran preocupación; sobre todo, para ese ejercito de reserva -en la terminología de Marx- que no encuentra un empleo y que ha ido perdiendo la esperanza de encontrarlo. Por eso, me parece muy oportuna la decisión del Presidente Medina de crear las condiciones para llevar a cabo un proceso de reforma laboral, luego de que han pasado más de veinte años de la promulgación de la presente legislación, la que, sin dudas, ha evitado al país innecesarios enfrentamientos entre trabajadores y empleadores. Sin embargo, en el transcurso de esos veinte años ha ocurrido una verdadera revolución tecnológica, la más profunda que ha experimentado la humanidad en toda su historia. De manera que no sería ocioso repensar la realidad del mercado laboral a la luz de esa revolución y de los procesos de globalización que le han acompañado.

En un entorno de cambios tecnológicos continuos los más perjudicados por las políticas laborales que estimulan el desempleo son, precisamente, los más pobres, los que menos preparación tienen para competir por un puesto de trabajo que muchas veces es ocupado por alguien sobre calificado que ha tenido que conformarse con un empleo por debajo de sus expectativas hasta tanto aparezca algo mejor. Mientras tanto los pobres y desempleados se convierten en potenciales clientes de las políticas de asistencia social del gobierno.

Por otro lado, los derechos de los trabajadores es un tema muy sensible, desde cualquier ángulo que se mire; sobre todo, desde el ángulo político, pues se presta para estereotipar las posiciones desde un prisma ideológico. Pero una reforma no debe hacerse para dejar las cosas iguales. Los costos extra laborales son, precisamente, una de las razones para realizar esa reforma. De acuerdo con el Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (CREES) los sobrecostos labores equivalen al 69.9% del salario al término del primer año, y se incrementan de forma sostenida hasta alcanzar el 222.7% al cabo de los veinte años. Nadie, en su sano juicio, pudiera albergar la idea de que es posible desconocer derechos ya adquiridos; por el contrario, la idea es establecer nuevos referentes para la contratación de mano de obra. Lamentablemente, los más beneficiados -los desempleados- no estarán en la mesa de negociación. Son miles de jóvenes los que aún no han podido encontrar su primer trabajo gracias a las trabas que persisten en el mercado laboral. El aumento de los costos laborales beneficia a quienes retienen su empleo, pero no es menos cierto que las empresas se ven en la obligación de reducir su nómina, reducir sus gastos de capital o aumentar la tasa de explotación de los trabajadores.

El proceso de concertación -muy complejo por su naturaleza- dirigido a la implementación de una reforma laboral pudiera resultar largo y tedioso; por lo que el Presidente español Mariano Rajoy, en su oportunidad, le dio varios plazos a los empresarios y a los sindicatos para que se pusieran de acuerdo, sin resultado positivo. Al final tuvo que aplicar la reforma que él consideraba la más conveniente. Quizás el Presidente Medina pudiera tomar ventaja de esa experiencia. Miles de desempleados se lo agradecerán.

Twitter: @pedrosilver31

Pedrosilver31@gmail.com