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18 millones menos

Los 18 millones que ha costado el pabellón del Ministerio de Educación son, obviamente, una bofetada al sentido común. La indignación que ha despertado es proporcional al dispendio en que se ha incurrido.

Educar no es sólo construir aulas. Es, sobre todo, formar, y en este caso la lección pertinente es enseñar a los estudiantes que el dinero ajeno es eso, ajeno, y que la utilización del dinero del contribuyente debe ser especialmente escrupulosa y medida.

Y si somos optimistas, podemos soñar con que, además, se replantee el objetivo y la medida de una feria del libro que cada vez es más ruidosa (y no en el sentido metafórico de ruido), y se va alejando de su verdadera naturaleza y misión.

Una feria del libro no es un festival musical, ni una muestra de artesanía, ni un recinto ferial de puestos de comida, ni un parque temático de instituciones del gobierno ni un ciclo de conferencias sobre los temas más inverosímiles.

Si una feria del libro ahuyenta a los lectores, y se confunde en un programa gigantesco de "varietés"... no se ha logrado el objetivo.

Nos "sobra" el dinero para "entretenimiento popular", que paulatinamente se envuelve en adoctrinamiento político.

Leer es tan gratificante, tan enriquecedor, tan divertido, liberador y útil... que disfrazarlo de comida de feria, música de barraca o de propaganda de institución pública es un contrasentido. Leer es pensar.

(Ya tenemos 18 millones menos para educar, 18 millones menos para comprar libros.)

IAizpun@diariolibre.com