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Conversando en el avión

En un viaje reciente, me tocó de compañero de asiento un señor rico e ilustrado, residente en Boston, que tiene propiedades en nuestro país, y que no invierte en su nación de origen, Haití.

Por supuesto, llegó el tema, y el señor razona de la manera siguiente: "El problema haitiano ha sido provocado por los empresarios dominicanos, que auspiciaron la mano de obra barata para la agricultura y la construcción, y el gobierno que lo toleró. Es necesario que se ponga orden, y el gobierno dominicano debe hacerlo, pero una vez abierta la puerta de las oportunidades económicas es muy difícil cerrarlas."

"Haití tiene el problema de que todo el mundo quiere salir de allí, y luego de que se van, abandonan para siempre: no invierten en el país por la falta de orden, paz y seguridad. Por eso mismo es tan difícil que haya inversión extranjera, imprescindible para el desarrollo."

"La República Dominicana no puede seguir gastando tan cuantiosos recursos en la salud de los inmigrantes, que a veces sólo van a curarse o a dar a luz en los hospitales, sin regular de alguna manera el proceso, y tiene que hacerlo, porque los políticos haitianos no lo van a hacer. Por eso es que tiene que adoptar sus políticas independientemente de negociaciones o acuerdos".

Al contrastar las expresiones del empresario haitiano con las de algunos dominicanos, me dio la impresión de que aquí hay mucha gente que no distingue con claridad el problema, sobre todo que lo legal, lo justo y lo humano no son categorías contradictorias.

atejada@diariolibre.com