Respuesta a “una encerrona”

Los pronunciamientos del presidente en Cuba sobre el caso de los haitianos indocumentados levantaron olas altas y difíciles de surfear para determinados grupos de la sociedad civil.

Para los nacionalistas, aquellos que sienten estas tierras como propias, y asumen como causa defenderlas en toda circunstancia, ese golpe de agua fue una tormenta perfecta.

Ahora, lo que no conocían unos ni otros era el ánimo del mandatario ante el indebido emplazamiento de un gobernante de las islas.

Confiesa que fue "una encerrona", algo que no se esperaba, pues la reunión de la Celac no fue convocada para tratar esa cuestión.

Que fuera "una encerrona", y pudiera responder con tanta hidalguía, pero sobre todo con sentido de dignidad y soberanía, habla bien de sus condiciones de estadista, ya que puso cada cosa en su lugar, sin ofender ni siquiera al agraviante.

Incluso fue una forma magistral de dar por cerrado un debate que no tenía razón de ser en eventos de esa naturaleza. Después de ese gesto de macho, nadie de la cercanía se atreve a ofender de esa manera.

El perro tal vez no esté muerto, pero se acabó la rabia de Granadina.