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Julia de Burgos: diez acotaciones apologéticas en torno a su poesía (9 de 10)

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Julia de Burgos: diez acotaciones apologéticas en torno a su poesía (9 de 10)

Es probable que los conceptos que ahora me propongo adelantar hagan fruncir el ceño en gesto de suspicacia o aun de contrariedad a más de un conocedor de la obra de de Burgos; porque la observación que tengo en mientes estampar a renglón seguido harto me temo se verá enfrentada a la abrupta inconformidad de multitud de detractores. Que tengo por razonable y legítimo el descontento que a buen seguro provocará la afirmación que ya casi escapa a los puntos de mi pluma, es circunstancia que –digámoslo en contundente romance paladino- un mínimo de pudor intelectual, cuando no de literaria urbanidad, me conminan a admitir de manera pública e inequívoca. Pues es el caso que el rasgo de la expresión lírica de Julia sobre el que, sin ambición ninguna de minuciosidad, deseo hic et nunc llamar la atención del ilustrado lector, es el que no puedo dejar de bautizar de “femenino desplante”.

En efecto, he creído advertir en la tonalidad de su poético discurrir, una coloración, un sesgo, una visión que ostentan los atributos merced a los cuales, en mi quizás desatinada opinión, lo femenino se identifica, apuntala y distingue, imprimiendo en el verso de la trovista inconfundible marchamo.

Ahora bien, no tengo el menor reparo en convenir que maguer es cierto que la feminidad se nos propone como cualidad que hasta el más lerdo observador acierta a distinguir sin esfuerzo cuando se manifiesta en el cuerpo ondulante, en la voz atemperada y en los delicados ademanes de cualquier mujer real, no se me hace menos verdadero que dicha condición lejos está de resultar igualmente obvia cuando la transferimos a una manera de exteriorizar por escrito cierta singular disposición anímica, cuya mujeril naturaleza se nos antoja incontrovertible, a pesar de que no parezca posible verificar por vía de razonado análisis la presencia, por demás ostensible, de pareja impronta femenina.

Mas no embargante la enojosa imposibilidad de objetiva comprobación que conlleva la creencia en la peculiaridad de signo femenino de la poesía de Julia, no por ello, en lo que toca al punto debatido es menester rendir las armas y reconocer que estábamos equivocados; pues recordando el célebre aforismo del filósofo francés Blaise Pascal que reza “El corazón tiene razones que la razón ignora”, me es grato derivar de la enseñanza que tan sentenciosa fórmula encierra el barrunto de que en el caso que nos compete esclarecer, la cualidad femenina del verso de la poetisa boricua sólo consiente ser apercibido y confirmado en la vivencia estética, en la fruición contemplativa que toda idónea lectura presupone.

Que sean, pues, quienes a estas desordenadas anotaciones ha llevado su curiosidad a avecindarse los que, juzgando la cuestión planteada con su propia cabeza, determinen en qué medida me asiste la razón o, de adverso modo, me desmiente por lo que atañe a la conjetura de la presencia de un acento de femenina catadura en la voz poética de Julia de Burgos… En la cristalina composición EL ENCUENTRO DEL HOMBRE Y EL RÍO eleva así su canto la poetisa: “Recuerdo que los árboles recogieron sus sombras,/pálidos como sueños paralelos a mi alma.//Nubes recién bañadas se asomaron a verme/y un silencio de pájaros adornó mi llegada.”

Y en la CANCIÓN DE MI SOMBRA MINÚSCULA de esta guisa nos habla: “¡A veces la vida me quiere estallar en canciones/de angustia inesperada!//Yo quisiera quedarme en el secreto de mis penas/punzantes como estrellas,/pero mi alma no puede alcanzar el silencio/del poema sin palabras,/y salta por mis labios hecho polvo de vibraciones íntimas.”

Advierto en las resplandecientes estrofas que he traído a colación (escogidas al azar entre copia de ellas de similares características) no sé qué de dulce, vagaroso y delicado que, entiendo, siempre que mi sensibilidad estética no esté obliterada, sólo condice con el temperamento apasionado y exquisito a la vez de una mujer que ama. Mucho me cuesta suponer que la vis emotiva que trasuntan los versos más arriba citados pueda adjudicarse a péndola empuñada por mano viril.

No obstante, dado que sería ingenuidad de a folio imaginar que sea factible alcanzar consenso respecto al asunto –acaso refractario a ecuánime indagación- que en los párrafos que anteceden hemos hecho objeto de imprudente pesquisa, sin remordimiento de ninguna especie lo abandonaré en el inconcluso punto en que se halla, para abordar en los subsiguientes renglones la que, si he sacado bien las cuentas, se perfila como novena apuntación; la cual versa sobre una faceta del poetizar de de Burgos que sólo a ignorantes de tomo y lomo cogerá de nuevas; me refiero al hecho no sujeto a controversia de que el grueso de las imágenes, comparaciones y metáforas que nuestra portalira emplea se contraen a la esfera de la naturaleza (río, árboles, nubes, lluvia, alba, mar, risco, sombra, etc.), elementos todos que remiten a la tierra y a la vida y a lo que estas tienen de más perdurable y milagroso, adquiriendo así su expresión gracias a parejo trámite retórico de elemental eficacia lo que no me tiembla el pulso en llamar “calidad profética”, capacidad de revelar el misterio de la existencia cabe un impresionante poder de eternizar en fórmulas de singular belleza semejante revelación en la memoria…

Un par de ejemplos distraídos de uno que otro de sus poemas cenitales bastarán para corroborar la validez del dictamen que acabo de acuñar. En CANCIÓN HACIA ADENTRO la poetisa exclama:”¡No me recuerdes! ¡Siénteme!/Un ruiseñor nos tiene en su garganta.//Los ríos que me traje de mis riscos,/desembocan tan solo por tus playas.//Hay confusión de vuelos en el aire…/¡El viento que nos lleva en sus sandalias!”

Y en los versos del poema intitulado AZUL A TIERRA EN TI nos enteramos de que “Parece mar el cielo/donde me he recostado a soñarte…//Si vieras mi mirada,/como un ave, cazando horizontes y estrellas…//El universo es mío desde que tú te hiciste/techo de mariposas para mi corazón.//Es tan azul el aire cuando mueves tus alas,/que el vuelo nace eterno, en repetida ola sin cansancio.”

Versos los que vengo de recabar de los que no diré nada porque se deslucirían con cualquier comentario.

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