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La corrupción y la calle

El debate público sobre la corrupción y el papel de los jueces para atajarla es revelador. Y muy sano.

Si antes las encuestas decían que al ciudadano de la calle ese no era un tema que le preocupara gran cosa, ahora se puede decir que la corrupción es uno de los temas que más inquietan. Y eso es buenísimo.

Hay una opinión unánime, aunque cada quien tenga sus corruptos favoritos y sus exonerados preferentes: estamos hablando de dinero.

Es decir, ya no basta con que se señale o se declare culpable a tal o cual funcionario. Es que hablamos de dinero que tiene que ser devuelto. ¿O no? ¿O nos basta con que pasen un mal trago en la opinión pública? La ciudadanía ha entendido que la corrupción no sólo hace ricos a unos, sino que empobrece a todos.

Más. A la opinión ciudadana tampoco le consuela ya el argumento de que hay muchos corruptos, no sólo uno, y que eso empezó hace tropecientos años.

Eso es verdad pero no es excusa.

Se habla de un caso en concreto porque es la esperanza -puesto que el Ministerio Público lo ha trabajado y hecho suyo- de que sea el principio de una nueva política de cero impunidad. Porque ya no sirven auditorías que se "revelan" ocho años después, ni informes de instituciones cuidadosamente manejadas para NO combatir la corrupción.

Se trata de perder el miedo al poderoso y un aviso a los que suponen que los ciudadanos tragan con todo.

No se puede seguir adelante sin corregir algunos métodos de "hacer política" y/o "hacer justicia".

IAizpun@diariolibre.com
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