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Un bien por un mal

Podría servir como ejemplo de que no hay mal que por bien no venga que el descenso en la actividad económica mundial, ocurrido a partir del 2008, redujera la producción manufacturera, y provocara que la contaminación atmosférica fuese menor a la prevista.

No sucedió lo mismo, sin embargo, con los daños ambientales causados por las actividades productivas beneficiadas por la creciente demanda proveniente de las naciones emergentes.

La producción de caucho natural, un 70% de la cual se utiliza en la fabricación de gomas de vehículos, ha continuado en aumento. Un estudio de la Universidad de East Anglia en Inglaterra indica que los bosques tropicales en países de Asia como Indonesia, Malasia, Tailandia, Vietnam y Filipinas están siendo arrasados para convertirlos en plantaciones de caucho, al ritmo estimado de 8.5 millones de hectáreas para los próximos diez años.

Como el 60% del caucho producido en el mundo es sintético, derivado del petróleo, se podría creer que el descenso en el precio del barril haría que la producción se trasladara desde el caucho natural al sintético por razones de costo, pero aún no ha sucedido así.

Sudamérica, particularmente Brasil, tuvo el monopolio de la producción de caucho hasta que en 1876, en lo que fue un verdadero desastre económico para la región, semillas de la planta fueron sacadas de Brasil ilegalmente, y usadas para crear plantaciones en la India y otros lugares en Asia y África.

Aún así, de no haber sido por otro desastre, éste de tipo biológico, Sudamérica y América Central serían hoy en día grandes productores mundiales. Un hongo devastó las plantaciones y todos los fungicidas utilizados contra él han sido hasta ahora inefectivos.

Quizás sea cierto, después de todo, que un mal puede convertirse en bien, en este caso esos dos desastres evitando que avanzara más todavía la deforestación de la cuenca del Amazonas y otras zonas de nuestro continente.

gvolmar@diariolibre.com