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Un caso para los que hablan mal del país

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Un caso para los que hablan mal del país

La joven haitiana, N. Jean, ingresó en la sala de Terapia Intensiva de nuestro hospital José Ma. Cabral y Báez, por traumatismo severo de cráneo, tórax, abdomen y ambas piernas, durante la primera semana de abril, y permaneció bajo nuestro cuidado hasta principios de junio 2015.

Es decir, esa joven duró 63 días en cuidados intensivos. De esos 63 días hospitalizada en el departamento más costoso en cualquier país del mundo, N. Jean pasó 47 días conectada a un ventilador mecánico para asegurar su bienestar respiratorio y, además fue intervenida quirúrgicamente en tres ocasiones, y como llegó con un proceso infeccioso cuyo microbio causal fue resistente a los antibióticos comunes, hubo que administrarle antimicrobianos de última generación, cuyos precios son prohibitivos.

Dado que el costo promedio diario en la República Dominicana, de una sala de tal complejidad alcanza los 50 mil pesos, debido a los equipos de tecnología de punta que utilizamos, al Estado dominicano la atención médica que recibió N. Jean, le costó la astronómica suma de RD$3,150,000 (tres millones ciento cincuenta mil pesos). Es decir, 70,628 dólares. De esa suma, ¿cuánto pagó la familia de N. o el gobierno haitiano? ¡Ni un gourde!

Ella no pudo asistir al proceso de regularización iniciado por nuestro Gobierno para los extranjeros residentes de modo irregular por su problema de salud y por estar totalmente indocumentada al llegar meses antes a nuestro país.

Debido al empeño puesto por nuestro Gobierno en cumplir con uno de los principales Objetivos del Milenio ahora en el 2015, el cual se refiere a reducir la tasa de mortalidad materna a menos de 100 por cada 100 mil niños nacidos vivos, el Ministerio de Salud dispuso que se organizara y equipara aparte una sala mediana de Terapia Intensiva dentro del Departamento General de Cuidados Intensivos para atender exclusivamente a embarazadas y parturientas complicadas. Dicha sala consta de tres camas. ¿Y qué creen ustedes, amables lectores, acerca de qué mujeres con embarazos complicados reciben atención médica allí más a menudo que las dominicanas? Visítennos un día y verán que casi siempre hay dos haitianas residentes ilegales y una dominicana, y con frecuencia las tres camas están ocupadas por damas haitianas cuyos embarazos y partos se complicaron. Y la atención que reciben le cuesta al Estado millones de pesos.

Por eso, es para encolerizarse o cabrearse hasta reventar escuchar al gobierno de Estados Unidos, a los payasos gobiernos del Caricom y a cientos de pasotas dominicanos que medran en varias ONG desacreditadas, decir que República Dominicana maltrata, discrimina y “desnacionaliza” a los haitianos ilegales o a los dominicanos descendientes de haitianos.

Hasta niños de teta perciben que las grandes potencias “aman” a los haitianos solo si viven lejos de su territorio. Esos “cariñosos” prohaitianos jamás han visto de cerca la tragedia de miles de estos que huyen de la extrema pobreza hacia nuestro país, como la hemos visto los dominicanos y nuestros gobiernos. En los días terribles del terremoto, puede decirse de manera ufana que se nos fue la mano en el grado de solidaridad que le demostramos a Haití. De modo, que constituye una bajeza de pie a cabeza de parte de aquellos que pretenden obligar a la R.D., que asuma los pesares de Haití bajo la falsa acusación de discriminación o racismo. Incluso, es una presunción infantil de quienes suponen, sean dominicanos sin sentido de la historia e ignorantes de los principios que interrelacionan la psicología y la cultura de los pueblos, y de organismos extranjeros, que podemos, bajo una intensa campaña de presión internacional basada en habladurías y amenazas, echar al zafacón nuestra soberanía y el Plan de Regularización de inmigrantes irregulares.

La mesura y una extrema actitud de vecino generoso han sido una conducta de grandeza expresada por nuestro país frente al pueblo haitiano cuando los que hoy hipócritamente dicen interesarse por él, desertaron de su responsabilidad moral como comunidad internacional.

A los calumniadores y difamadores de su propio país, aquellos que se “sacan tripa para meterse paja” actuando como sirvientes e informantes de potencias de ultramar sobre nuestra política migratoria, les recuerdo que Aquiles cuando tuvo que escoger entre la inmortalidad y su tierra, prefirió su patria.