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Cuando la acera pertenecía al peatón

Un altercado entre un agente de Amet y una fiscal ha terminado (por ahora) con él en prisión preventiva por un mes. Ojalá el debate que se ha levantado llegue más lejos y nos replanteemos qué hemos hecho con las aceras.

La fiscal dejó su jeepeta en la acera mientras se iba al salón. Si lo dejó es porque se puede, porque normalmente no pasa nada y ella sabía que ya es algo normal: nos hemos acostumbrado.

Mesas para merendar en una pastelería, talleres para arreglar el carro, tarantines para comer algo rápido, para poner un puesto de venta de tenis. Servicio de valet parking sobre las aceras dispuestospor los restaurantes para sus clientes, parqueos en las inmediaciones de cualquier oficina pública...

Si las aceras son el espacio arrebatado al peatón para todo tipo de negocio o diligencia... ¿por qué una fiscal no iba a dejar su jeepeta en una acera, con la prisa que llevaba y la urgencia de pasar por el salón?

Un vehículo sobre la acera es el recordatorio del grado de incivilidad al que nos hemos permitido llegar. Nos regimos por unos códigos no escritos de convivencia: el peatón no es gente, que se tire a la calzada, que esta ciudad no es para pasear. El padre de familia tiene que buscársela, el pequeño negocio tiene que subsistir de alguna manera, la oficina pública es territorio de nadie...

Perdemos ciudadanía con cada espacio público que eliminamos. Perdemos ciudad, movilidad, derechos cuando encaramamos el vehículo a la acera y mandamos al peatón a competir con los carros.

IAizpun@diariolibre.com

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