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La visa del Cardenal

Pelear con el embajador de Estados Unidos y meter en el mismo exabrupto la agenda gay, las visas, el plan de regularización y el papel de las esposas en el hogar... es demasiado complicado hasta para el Cardenal.

Nadie, por mucho que el Cardenal quiera, ha ido a devolver a Mr. Brewster la visa. Que una cosa son las peleas entre autoridades y otra las necesidades de los ciudadanos. Honestamente, al que necesita o quiere salir de la isla (no nos olvidemos de la insularidad) le da igual que el Cardenal y el Embajador no se gusten.

Sobre el papel de las esposas y la casa, habría que decirle al Cardenal que con esa salida no insulta a nadie, mucho menos al cónyuge del Embajador. Pero sí desconoce absolutamente la realidad de cientos de miles de dominicanas que trabajan –y no por frivolidad–fuera de su casa. Ignora que afortunadamente la mayoría está casada con personas que valoran ese trabajo y no creen que “ocuparse de la casa” sea cosa “de las esposas” sino un proyecto compartido. Y en todo caso... que no se olvide que “ocuparse de la casa” no es tarea de segunda categoría.

“Imponer” una agenda gay es más complicado de lo que el Cardenal parece creer. No llega un Embajador y cambia la cultura de un país por subirse a una carroza. Además, ese cambio no es obligatorio: a usted no le tienen que gustar ni parecer bien ni mal los transexuales o los gays. Ni usted a ellos.

Lo que está claro es que los derechos humanos y los derechos civiles son los mismos para todos los ciudadanos .

(¿No es esa la agenda gay?)

IAizpun@diariolibre.com

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